Sr. Director.
Una guerra sin cuartel se avecina desde hace algunos meses tras el primer anuncio de cierre de Huachipato. Hoy, tras un segundo aviso, el alto horno sellaría el inicio del plan de cierre proyectado para este domingo. Además del evidente golpe regional que esto arrastra -considerando no solo a los trabajadores directos de Huachipato, sino que también a aquellos que participan en toda la cadena de producción mediante el subcontrato-, se ha desplegado una batalla comunicacional respecto a qué hacer regionalmente.
Desde el Gobierno el anuncio de un plan de fortalecimiento económica ha generado más dudas que certezas. Se conocen lineamientos generales, pero poca materialidad. De parte de CAP -empresa propietaria de Huachipato- apuntan al desarrollo de llamado «acero verde» -plan piloto impulsado conjuntamente con la alemana SMS Group y CORFO y al negocio de tierras raras; este último, en plena tramitación ambiental y con un amplio historial de conflictividad. Mientras, desde el GORE, se plantea de parte de Rodrigo Díaz una especie de «Plan Marshall» que potencie el negocio forestal y pesquero en la región.
Pero ¿Cuáles son las verdaderas alternativas para la región? ¿Es seguir profundizando el negocio extractivo y sin mayor diversificación industrial? ¿Estamos condenados a sostener y ampliar un modelo de maldesarrollo? Ha existido mucho ruido, pero pocas nueces. Pareciera ser que todos los caminos llevan a eso: a seguir entregando nuestros recursos a profundizar un modelo condenado al fracaso. Es un todo vale, una guerra sin cuartel que -por ahora- apunta a profundizar este crítico escenario.
Eso, a menos que siquiera existan destellos de organización que favorezcan una discusión abierta, estratégica y que no esté cooptada por los intereses del bolsillo empresarial respecto a quehacer en la región, sino que se prioricen elementos de planificación territorial, encadenamiento de valor y condiciones laborales que den seguridad y proyección a las y los trabajadores.
Por Marcos Mardones Silva