Colapsa el gobierno alemán ¿y qué pasará ahora?

La «coalición semáforo» que llevaba las riendas del gobierno alemán colapsó y el canciller, Olaf Scholz, expulsó a los Liberales (con tres ministros). La extraña y débil alianza, tremendamente impopular, deberá enfrentar un escenario de gobierno de minoría o de llamado a elecciones anticipadas con partidos neofascistas en el horizonte en el principal país de la Unión Europea que atraviesa una grave crisis social y económica, con el lastre de haber sostenido el genocidio contra el pueblo palestino y a una ya derrotada Ucrania.

Por Edmundo Arlt, corresponsal en Berlín

El 17 de septiembre de 1982 renunciaban los ministros liberales al gobierno liderado por el socialdemócrata Helmut Schmidt después de meses de desencuentros respecto a la política social y económica. De esta manera, colapsaba la coalición entre liberales (FDP) y socialdemócratas (SPD). Menos de dos semanas después, presentaba la unión demócrata cristiana (CDU) y la unión social cristiana de Baviera (CSU), junto a la mayoría del renunciado FDP un voto de confianza en el parlamento federal con el fin de decidir el futuro del gobierno de Schmidt. Con la destitución de este último, se lograba consagrar canciller el demócrata cristiano Helmut Kohl gracias a una coalición sui generis con el FDP. De esta manera, se sellaba el primer y hasta ahora único golpe de Estado en la historia de la República Federal.

Este lunes la historia no se repitió, pero rimó de una sarcástica manera en Berlín. Mientras toda la atención mediática se concentraba en el posicionamiento del sistema político alemán frente a la aplastante reelección de Donald Trump, otra noticia irrumpía estrepitosamente en la opinión pública. El canciller socialdemócrata Olaf Scholz despedía al ministro de hacienda y líder del FDP, Christian Lindner. En una situación muy similar a la vivida por Schmidt cuatro décadas antes, el gobierno alemán liderado por Scholz había debido tolerar a unos (neo)liberales que jugaban a ser la oposición dentro del gobierno. Si socialdemócratas y verdes estaban de acuerdo, por ejemplo, en reformar la delirante regla fiscal protegida por quórums constitucionales mayoritarios, el FDP bloqueaba dicho acuerdo. Si socialdemócratas y verdes acordaban flexibilizar la ley de nacionalización para incluir a millones de alemanas y alemanes nacidos en el país, pero sin la nacionalidad, debido a una legislación mezquina y racista, el FDP introducía a última hora un apéndice a la ley que bloqueaba a quién estuviese haciendo uso de sus derechos sociales - como las madres durante su fuero maternal. Ejemplos entre muchísimos otros.

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Scholz, quien es conocido por ser un político absolutamente falto de carisma y por tener una impresionante capacidad de nunca responder lo que se le pregunta, demostró en la conferencia de prensa posterior al despido de Lindner un liderazgo y elocuencia que hizo aplaudir al país completo. Acusó directamente al líder de los (neo)liberales no sólo de interesarse meramente por una política intensamente clientelista, sino también de alejarse de cualquier debate sustancial. Además, le reprochó el haber quebrado cada uno de los acuerdos entre los miembros de la coalición, sin nunca tomar en consideración la dificilísima situación en la que se encuentra el país. Por si esto no fuera poco, también le imputó el haber extorsionado a sus compañeros de coalición al señalar que sólo destrabaría la discusión sobre el próximo presupuesto de la nación si es que se aprobaba simultáneamente una sustancial reducción de la carga impositiva a los quintiles más ricos.

En la misma conferencia, el canciller delineó el futuro de su gobierno al proponer aplazar un voto de confianza hasta principios de enero y, de perderlo, llamar a nuevas elecciones federales en marzo. De darse el absolutamente improbable escenario de ganar dicho voto, continuaría con un gobierno de minoría junto al Partido Verde por el resto de su mandato, es decir, nueve meses. Sin embargo, el ultraconservador jefe de los democratacristianos y archienemigo de Angela Merkel, Friedrich Merz, solicitó que el voto de confianza se presentara cuanto antes con el fin de resolver la crisis institucional.

La realización de nuevas elecciones federales significaría un profundo reordenamiento del panorama político alemán. De ser esta semana las elecciones, las encuestas les otorgan a los democratacristianos (CDU/CSU) alrededor de un 33% de los votos. El segundo lugar se disputaría entre un alicaído SPD y los neofascistas del AfD, ambos con un 16%. En cuarto lugar, se ubicarían los también alicaídos verdes con un 10%, mientras el nuevo partido de izquierda nacionalista de Sahra Wagenknecht lograría un 8%. Fuera del parlamento quedaría tanto el clásico partido de izquierda, die Linke (5%), como el detestado FDP (3%).

De confirmarse los valores anteriores, sería probable una coalición de gobierno alemán entre democratacristianos y socialdemócratas, quizás sumando a los Verdes. Pero esto no es de ninguna manera algo seguro, en tanto no es posible descartar a ciencia cierta una victoria con mayoría absoluta de los democratacristianos. Esto si el pueblo alemán, cansado del desgobierno y del desorden, decide entregarle su confianza a Merz. Lo que está fuera de discusión, por ahora, es una coalición con los neofascistas. No obstante, se abre también el escenario de que el AfD quede como líder de la oposición. De ser así, no sólo se derrumbaría la estrategia de excluirlos de los medios de comunicación públicos, sino que significaría una rotunda victoria para un partido que ha sabido aprovechar astutamente los errores de sus adversarios. Tal cual lo hiciese su antecesor, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán en la trágica República de Weimar.

Muchas preguntas quedan abiertas ¿Cómo se administrará la derrota en la guerra de Ucrania? ¿Cómo se resolverán las distintas crisis internas que van desde la reactivación económica hasta el combate al neofascismo? ¿Cómo se administrará el candente conflicto inter-étnico que ha provocado el irresponsable alineamiento de la clase política con el gobierno de Netanyahu y el genocidio en Gaza? Desgraciadamente, el tiempo apremia.

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