Si un fantasma recorrió las tablas de Chillán y Concepción esta semana, ha sido nada más y nada menos que el propio Karl Marx. Con esa obstinada manía de volver y aparecerse de nuevo, la Universidad del Bío Bío (UBB) ha regalado en función única "Marx en el Soho" de Howard Zinn (1922-2010).
Por Yohan J. Carvajal
En sus propias instalaciones universitarias, el consagrado actor cubano Michaelis Cué (1945) fue el encargado de dar vida al Moro con una presentación el miércoles pasado en la sede chillaneja y el jueves en el Aula Magna de Avenida Collao. Un aula magna que albergó a un poco más de un centenar de espectadores, ante la curiosidad primeriza o el querer revivir otra experiencia frente a la propuesta de Cué. Este actor ha defendido coherentemente el monólogo de Zinn, historiador y dramaturgo norteamericano, conocido en Cuba y en gran parte de Latinoamérica por su famoso libro La otra historia de los Estados Unidos (Siglo XXI).
Como ya se ha hecho habitual y fiel a la dialéctica de las puestas en escena, Cué no apostó por el frac negro decimonónico que caracteriza el personaje de época y que ha utilizado en otras ocasiones, sino por una vestimenta común, un Marx más cercano y contemporáneo de jeans y zapatillas que se presenta ante el público para defender su legado ante la sentencia de que él y sus ideas han muerto. Meritorio es lograr captar la atención en una obra monologada por más de una hora en tiempos en que lo multi y trans-medial se apoderan de las tablas, pero Cué lo logra, demostrando el largo recorrido de una carrera que aglutina la experiencia de actor, director y profesor en Cuba, la antigua URSS y Nicaragua.
Este es un Marx refrescante, que producto de la burocracia celestial en vez de ir al Soho londinense aparece en el newyorkino, que evoca sus memorias y condiciones vitales, y que nos explica sus propias contradicciones que no son más que las nuestras. Un Marx que habla de Gaza, y de la enajenación con los dispositivos celulares, a la vez que nos devela que las condiciones decimonónicas del putrefacto barrio londinense no difieren de lo visto por él en su regreso.
La actuación es insuperable, al punto que al principio cuesta imaginarse un Marx como Cué y que, pasado los minutos, el espectador queda seducido con la abstracción y la personificación del autor del Manifiesto o El Capital. Tal es el nivel y defensa del personaje, que el actor confesó que finalizada la obra le critican a él ideas y posiciones del propio Marx.
Vale la pena asistir y ver a Cué, quien quedó sorprendido en Concepción cuando el público una vez terminados los aplausos, demuestra sus ansias de compartir e intercambiar con él. Algo que agradece un actor de mucha humildad y sobrado talento, de vocación pedagógica manifiesta, que en los intercambios con el público expone la necesidad de volver también al teatro político clásico y a desmitificar imaginarios sobre Marx, su legado y su propio país Cuba.
País natal, que ni el propio autor Howard Zinn pensó que alguna vez su obra fuera llevada en escena por la crítica implícita al stalinismo y a deformaciones (de aquellos que se juraron marxistas sabiendo el je ne suis pa marxsite del Moro), pero que el propio Cué ha defendido en la escena cubana e internacional por más de dos décadas con buenos halagos.
Recomendable, para aquellos que todavía puedan deleitar con "Marx en el Soho" en sus propias funciones en Valparaíso o Santiago, información que he recibido por la propia cuenta del autor quien se siente muy estimulado del corto recorrido por la región. Esperemos que sigamos teniendo apariciones fantasmales tan necesarias y de este nivel.