Frente al mar, con un clavel en la mano, familiares y amigos se quedaron en silencio algunos minutos... Luego, Hilda y Esteban avanzaron hacia el agua y lanzaron sus flores. Fue la culminación del homenaje en recuerdo de los 40 años de la desaparición de Carlos Rioseco Espinoza, que se realizó el 17 de enero en la desembocadura del río Bío Bío, en Hualpén.
Días antes había llegado la invitación de Hilda, esposa de Carlos, y de Esteban, su hijo, para compartir estos 40 años que Carlos no ha podido disfrutar. Y recordar también a otro amigo presente, que se fue hace seis años en este mismo día: Lenis Zambrano. Así que la jornada vivida el sábado pasado tuvo doble motivo.
Hasta el lugar escogido fueron llegando familiares y amigos, para acompañar a Hilda Espinoza y Esteban Rioseco en un acto de recuerdo que no estuvo marcado por la tristeza, sino por las historias compartidas, las sonrisas, algunos relatos, flores, café y un gran globo corazón con la frase: Te Amo.
Mientras la tarde empezaba a caer y el sol dejaba ver sus últimos rayos en el agua resplandeciente del mar, la voz de Hilda se hacía oír por sobre el ruido de las olas.
"Estamos aquí para recordar a Carlos y también a nuestro amigo Lenis, que falleció un 18 de enero, van a ser ya seis años. Los dos amigos en el tiempo se reúnen aquí en la desembocadura. Muchos se preguntan por qué acá y por qué las buganvillas, porque Carlos me las regalaba cuando pololeábamos, las sacaba de la universidad, frente a la Casa del Deporte hay una gran buganvilla...", contaba Hilda, mientras los presentes sonreían y se imaginaban la escena.
Y la voz de Hilda proseguía: "Esta es un historia inconclusa porque todavía no sabemos la verdad, no hemos cerrar la historia. En noviembre se dio un paso más y estamos en la etapa en que se puede cerrar el caso y la justicia castigar a los culpables, que es nuestra gran meta como familiares..."
En sus palabras hubo recuerdos también para otras integrantes de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, con quienes compartió en los inicios. Allí estaban Ester, Mónica, Eglantina... "Es nuestra historia, pero queremos que no sea una historia triste, siempre hemos tratado que nuestra historia sea algo alegre, que reivindique a nuestros compañeros como ellos eran, no estar siempre llorando detrás de las paredes ni a escondidas, sino que sembrar una semilla de esperanza y eso nos ha mantenido de pie, por lo menos a mí en estos 40 años, en la búsqueda de saber la verdad y en ese largo caminar he encontrado mucha gente que ha sido parte de esta familia extendida y disfuncional como dice un amigo, no solo en la familia sanguínea..."
En medio del círculo que se formó para escuchar a Hilda, sobresalía una cruz formada de flores, el globo con forma de corazón y una vela, símbolos en memoria de Carlos y Lenis.
Tras las palabras de Hilda, fue su hijo, Esteban, quien contó detalles del proceso judicial que se ha llevado adelante para esclarecer lo ocurrido con su padre: "Son 40 años de la desaparición, bastante tiempo y ya están los visos de una justicia que se ha demorado, desde el 75 el 18 de enero cuando desaparece y se ingresan recursos de amparo..."
Actualmente se está a la espera del fallo que debe emitir la Corte Suprema, luego que la Corte de Apelaciones confirmara la sentencia de primera instancia en el denominado Caso de los 8 de Valparaíso, que fue dictada en julio de 2014. El recurso de casación fue alegado el 4 de noviembre y quedó en acuerdo, así que se espera el fallo en cualquier momento.
"Todo indica que la sentencia se va a confirmar -comentó Esteban- Estamos a la espera. 4 0 años para cerrar un ciclo. Nadie nos puede decir que no confiamos en la justicia, fue un largo caminar. Mi mamá ha tenido un gran temple en este largo caminar. Ella empezó jovencita, tenía 22 años, recorriendo tribunales bastante inhóspitos. Estamos a la espera de que se ponga el último punto final a un expediente que tiene caActive Imagesi 10 mil fojas. Con toda la historia, así que ahí estamos, en la recta final..."
Una nueva familia
Y en ese largo caminar en búsqueda de la verdad y la justicia, Hilda y Esteban se encontraron con muchos amigos que han formado una nueva familia, "la extendida, que nos ha ido acompañando por varios años. La mayoría me conoció chiquitito, de 5 o 6 años... Se agradece ese cariño y compañía que es reflejo de la huella que dejó mi papá. Carlos ya es de todos y es rico compartirlo", dijo finalmente Esteban.
Encontrarse en la desembocadura frente al mar, también tenía un significado especial. De vida y de muerte. De vida, porque era un lugar que a Carlos Rioseco le gustaba mucho; y de muerte, porque a lo largo de la investigación judicial se ha podido establecer que el cuerpo de Carlos fue lanzado al mar, en Quintero.
Pero la memoria no quiso teñirse tristeza y por eso, Hilda y Esteban quisieron compartir tres relatos sobre Carlos escritos por familiares y amigos para el libro "Las buganvilllas de Carlos. Una historia inconclusa". Así se leyeron los relatos de María Cristina Rioseco, hermana de Carlos; de Aquiles Espinoza, primo de Carlos y de Lenis Zambrano, amigo en el tiempo.
"En estos tres relatos queremos personificar el peso del pasado que está, de esa memoria que no pudieron borrar y que ha ido creciendo; cada uno ha colocado su granito de arena para ello. Queremos recordar con alegría nuestra historia, que recordamos día a día..."
El viento había empezado a soplar con más fuerza, mientras el sol lentamente teñía con sus tonalidades anaranjadas y rojizas las aguas del mar y del cielo.
Hilda ha retomado la palabra para contar que los amigos hicieron a Lenis un funeral simbólico en ese mismo lugar. El no quería ser enterrado y como una forma de honrar su deseo, quemaron su tarot frente al mar como símbolo de la libertad que él aActive Imagenhelaba.
La hora avanza, pero por momentos el tiempo parece habarse detenido. Todos siguen con mucha atención los relatos que se comparten y se rememoran.
Hilda lee un escrito de su autoría por los 40 años de la desaparición de Carlos:
"40 años de nuevos soles al amanecer y lunas al anochecer/ 40 año que tú, Carlos, no has podido disfrutar/ 40 años que no veo tu sonrisa, tu pelo rebelde cayendo sobre tu frente/ 40 años que la justicia, a pasos lentos, busca tu identidad perdida en expedientes acumulados que explican lo inexplicable: tu detención y desaparecimiento..."
Hubo también espacio para escuchar a quienes quisieron decir algo. Lo hizo Cristina, amiga de Hilda, que nunca conoció directamente a Carlos... "Conocí a Hilda en una marcha y al Esteban chiquito, no hablaba nada, se sentaba en un sillón y se quedaba ahí. Los fui conociendo en el tiempo y quiero agradecer a Carlos por esta familia extendida, de la cual me siento orgullosa de ser parte. Este hecho de horror que significa la desaparición, significó para nosotros un tremendo lazo de amistad y afecto, de poder recordar eso con este cariño..."
No quiso quedarse sin compartir su visión, Ester, de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, que recordó precisamente los inicios de la organización junto a Mónica, Hilda y una representante de Laja.
"Nos conocimos en la búsqueda de nuestros familiares. A veces llegábamos al desayuno a la casa de Orompello donde vivía Hilda con sus papás y su hermanos, no sé cómo nos aguantaban tanto. Nunca hemos dejado de estar con Hilda y Esteban y aunque no nos vemos mucho, el cariño y la amistad permanecen en el tiempo. Nos conocemos hace 40 años, hemos envejecido juntas, nuestro pelo ya está blanco, pero aquí estamos. Organizamos la primera huelga de hambre en dictadura. Hilda y Mónica se llevaron la pega más pesada que era salir a dejar los comunicados a la prensa y el 78 eso era muy peligroso. Todo lo que hemos hecho ha sido por ellos; a muchos de ellos no los vamos a encontrar nunca más, pero en la memoria nuestra tienen que estar siempre presente..."
Después de compartir estos sentimientos y emociones, vino un momento de conversación en torno a un café y un dulce, para luego, con un clavel en la mano, dar paso al último instante de este encuentro con la memoria, en que los asistentes, mirando al mar, reflexionaron algunos minutos y después cada uno lanzó su flor al agua... Muchas, porfiadamente se devolvieron a la orilla, mientras la sonrisa de Carlos y de Lenis se refleActive Imagejaba en el sol que iniciaba su descanso en el mar...
Texto y fotos. M.E.Vega
Fuente: http://www.tribunadelbiobio.cl/portal/index.php?option=com_content&task=view&id=9300&Itemid=100
CARLOS RAMON RIOSECO ESPINOZA (MemoriaViva)
Carlos Ramón Rioseco Espinoza, casado, 1 hijo, ex estudiante de Odontología de la Universidad de Concepción, militante del MIR, fue detenido el 18 de enero de 1975, alrededor de las 18:00 horas en la calle Montaña, frente a una feria artesanal, en la ciudad de Viña del Mar, por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) que se habían trasladado especialmente desde Santiago a la zona para desbaratar las actividades del MIR regional. En la acción, además de los agentes de la DINA, participaron efectivos del Regimiento N°2 «Maipo», vestidos de civil, todos los cuales se movilizaban en cuatro vehículos. El afectado fue subido a una camioneta Chevrolet C-10 color rojo.
El día anterior -17 de enero de 1975- había sido detenido Reinaldo Antonio Erick Zott, en un operativo dirigido por el Teniente Coronel de Ejército y oficial de la DINA Marcelo Moren Brito, quien era secundado por el Teniente de Ejército Fernando Adrián Laureani Maturana, conocido como «el Teniente Pablo» al interior de dicho organismo de seguridad. Fue recluido en el Regimiento «Maipo».
El mismo 18 de enero, en la mañana (10:00 horas), Zott fue sacado del recinto militar por sus captores y llevado a la calle Montaña, con el objeto de que reconociera a Carlos Rioseco. En mal estado físico y rodeado de agentes, Zott vio a Cruz Juana Carvajal Tapia, quien era el enlace de Rioseco. «Por las señas que él me hizo -declaró ella- me di cuenta que estaba detenido». Así, se retiró del lugar, sin que entonces se produjeran detenciones. Momentos después, Zott fue llevado hasta la entrada principal de la Quinta Vergara, en donde presenció la detención de Alfredo García (desaparecido).
Sin embargo, horas después, (18:00 horas aproximadamente), Zott fue llevado por segunda vez a la calle Montaña. En esta oportunidad concurrieron al lugar Cruz Juana Carvajal, la que había sido citada por Carlos Rioseco, quien, a su vez, había sido citado allí sin que él supiera por la DINA, a través del teléfono de la casa de Fabián Ibarra y Sonia Ríos (ambos actualmente desaparecidos), domicilio ocupado por los agentes posterior a la detención de Fabián y Sonia, y domicilio donde se dio muerte al militante del MIR Alejandro Villalobos Díaz («el Mickey») el 19 de enero del mismo año. Cruz Juana Carvajal logró alejarse del lugar sin ser detenida (lo sería un mes más tarde), en cambio Carlos Rioseco fue detectado y aprehendido.
Zott y Rioseco fueron trasladados al Regimiento N°2 «Maipo», en Playa Ancha, Valparaíso, en donde los instalaron en las dependencias del casino de Oficiales, para ser allí careados, interrogados y torturados.
Durante su permanencia en el Regimiento, el afectado fue visto por numerosos testigos, todos los cuales coinciden en señalar que 28 de enero de 1975, el afectado, junto a otros detenidos, fue trasladado, en un camión frigorífico, a Santiago, en donde se le ingresó en Villa Grimaldi.
En este recinto de la DINA, también Carlos Rioseco fue visto por testigos, todos los cuales declararon ante el Tribunal. Sergio Antonio Vásquez Malebrán declaró que en una fecha comprendida entre el 31 de enero y el 20 de febrero de 1975, fue sacado de Villa Grimaldi junto al afectado, Horacio Carabantes (desaparecido), Abel Vilches (desaparecido), Lilian Jorge, y a Alfredo García (desaparecido). Todos fueron llevados a un lugar cercano a San Antonio y encerrados, durante 4 días, en cabañas tipo balneario, amarrados y con telas adhesivas en los ojos. Al cabo de esos días, fueron devueltos a Villa Grimaldi, con excepción de Alfredo García y Horacio Carabantes, quienes retornaron dos días después. Por su parte, Ricardo Frodden recuerda haber conversado en ese recinto en más de una oportunidad con Carlos Rioseco, a quien notó físicamente resentido por los golpes que le propinaron los agentes en Valparaíso, según se lo manifestó la misma víctima. Los testimonios son coincidentes en señalar que el 12 de febrero de 1975, Carlos Rioseco -y otros detenidos- fueron llevados al sector de Villa Grimaldi denominado «La Torre», en donde permanecieron hasta el 20 de febrero del mismo año. Ese día fue sacado -también junto a otros detenidos- con destino desconocido.
La detención de Carlos Ramón Rioseco Espinoza se inscribe en el operativo realizado por la DINA en el mes de enero de 1975 en Valparaíso, con el fin de reprimir al MIR regional. Dicho operativo tuvo como resultado más de una veintena de detenidos, de los cuales uno fue ejecutado de Alejandro Delfín Villalobos Díaz (el «Mickey») y 8 permanecen desaparecidos. (Mayores antecedentes en el caso de Horacio Neftalí Carabantes Olivares).