[resumen.cl] El Golpe militar en Chile había partido mucho antes del 11 de septiembre de 1973. Los preparativos para derrocar al gobierno de la Unidad Popular se iniciaron antes incluso de que Allende asumiera.
Apenas se conoció el triunfo en las urnas el 4 de septiembre de 1970, tanto el gobierno de Estados Unidos como los sectores reaccionarios de la derecha conservadora chilena, comenzaron los contubernios y maquinaciones tendientes a impedir, primero, que Allende fuera ratificado por el Congreso y, luego, si no podían lograr lo anterior, impedir que asumiera efectivamente la presidencia el 4 de noviembre de ese año. Parte y muestra de estas conjuras fue el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército de la época, el general René Schneider Chereau, el 22 de octubre de 1970, en Santiago.
El penquista René Schneider era uno de los pocos generales constitucionalistas dispuestos a respetar la voluntad popular manifestada en las elecciones de septiembre que dieron el triunfo al candidato popular. Por ello, la CIA planeó y financió el atentado en su contra, llevado a cabo por un comando del grupo fascista Patria Libertad. Otro de los pocos generales dispuesto a respetar la voluntad popular era el "chorero" Carlos Prats González, precisamente sucesor de Schneider como Comandante en Jefe, y contra quien se dirigieron una serie de maniobras para sacarlo de la jefatura del Ejército, pues era visto por la oficialidad golpista como un obstáculo para la concreción del golpe militar.
Una vez instalado Allende en La Moneda, comenzaron planes y confabulaciones de todo orden tras el objetivo de derrocar al Gobierno Popular. La Armada montó la instalación denominada "La Ciudadela", en la Base Naval de Talcahuano, con el objetivo de entrenar a sus fuerzas, principalmente, Infantes de Marina, en la guerra contra civiles, la ocupación de poblaciones y de centros de estudio o trabajo.
Para muchos protagonistas de la época, el inicio del golpe militar se produjo tras la vacilante respuesta del Gobierno Popular ante el ensayo golpista del 29 de junio de 1973, también conocido como el tanquetazo, tal cual lo remarcara otro chorero, Miguel Enríquez, en su histórico discurso del Teatro Caupolicán en Santiago.
"Los reaccionarios abrieron un proceso de deliberación en los cuarteles, incitando al golpismo, cuyas manifestaciones más inmediatistas fueron abortadas por la suboficialidad y por la oficialidad antigolpista.
Era el momento de dar un salto adelante en la contraofensiva, de extender la toma de posiciones y de golpear a las clases dominantes. La clase obrera y el pueblo así lo entendieron y lo pusieron en práctica. Vacilaciones en el gobierno no acompañaron esta disposición ofensiva de los trabajadores en lo inmediato. Ello permitió a las clases patronales readecuar su táctica: emplazamientos y exigencias al gobierno para llevarlo, con la ilusión de una posible negociación, tomar medidas o tolerarlas, que permitieran a las clases patronales fortalecerse y desarticular a los trabajadores".
Marineros y suboficiales constitucionalistas, que habían denunciado y desmontado los planes golpistas al interior de la Armada, fueron detenidos y torturados en el mes de julio y agosto de 1973, y se inició contra ellos un proceso por subversión, como denunciaba la revista Punto Final de fines de agosto de 1973.
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En paralelo a este proceso, se iniciaba por parte del gobierno la aplicación de la Ley de Control de Armas, utilizando a las propias fuerzas policiales y militares en los cometidos de control y en acciones supuestamente preventivas. Esta Ley y su aplicación inmediata tenían como único objetivo neutralizar y desarmar a los sectores populares, cuestión impuesta al gobierno por los sectores golpistas reaccionarios y que Allende y los suyos no supieron contener. Se multiplicaron los allanamientos en centros de trabajo y estudios, en los sindicatos, en los campos y asentamientos campesinos, en sedes sociales y sedes de partidos de izquierda. El gobierno había perdido la iniciativa y los sectores golpistas habían pasado a la ofensiva, solo faltaba definir el día del golpe final.
El 11 de septiembre de 1973, el golpe partió tanto en Valparaíso como en Talcahuano y Concepción a las 05:00 A.M. A esa hora infantes de marina hacían ocupación de las fábricas del Cordón Industrial Golondrinas (Talcahuano), de edificios públicos, radio emisoras, antenas de comunicación y del Barrio Universitario en Concepción, entre otras instalaciones y lugares considerados claves por las fuerzas golpistas.
La Flota Naval de Talcahuano, incluida la unidad de submarinos, fue emplazada en el Golfo de Arauco, con sus cañones apuntando a los poblados de Schwager, Coronel y Lota, con la clara finalidad de amedrentar a la población minera y atacarla si los mandos golpistas lo decidían.
Los golpistas tomaron rápidamente el control de la zona, se encontraron con mínimas muestras de resistencia, que no tuvieron dificultades en eliminar. El despliegue de las fuerzas militares iba causando detenciones masivas a su paso por cada foco considerado conflictivo; los detenidos se contaban por miles y los fueron trasladando y recluyendo en los recintos de detención que dispusieron para tal efecto, tales como el Estadio Municipal de Avenida Collao, instalaciones de la Base Naval, Fuerte El Morro, Fuerte Borgoño, Las Canchas e Isla Quiriquina. Se utilizaron además como centros de detención cuarteles policiales en todas las comunas de la provincia y se improvisaron campos de prisioneros en otros lugares, como por ejemplo en Coronel al lado de la antigua Termoeléctrica de Endesa.
Los trabajadores acudían a sus centros de trabajo siguiendo los llamados de la histórica CUT y del propio Gobierno, pero allí eran detenidos; no contaban con armamento para resistir, ya que nunca lo tuvieron o bien habían sido desarmados durante el propio gobierno popular.
Los propios aviones Hawker Hunter que bombardearon La Moneda y Tomas Moro en Santiago, despegaron sin contratiempos ni impedimento alguno desde el Grupo Aéreo que operaba en el Aeropuerto Carriel Sur, en Talcahuano.
En el caso de los grupos de izquierda por fuera de la Unidad Popular, solo el MIR tenía un desarrollo considerable en la zona, sin embargo, en Concepción la organización vivía un quiebre interno, motivo por el cual la dirección regional no tuvo ninguna capacidad de acción.
Lo cierto es que salvo algunos disparos desde el hogar de estudiantes latinoamericanos, otros desde un edificio de calle Colo Colo en el centro de la ciudad, y los disparos con que un huésped del hotel Alonso de Ercilla impidió y escapó a su detención, el día del golpe en Concepción prácticamente no hubo resistencia.
En los barrios no hubo tampoco escaramuzas o confrontaciones con fuerzas golpistas y poco a poco se fue instalando la sensación de impotencia y de derrota en el ánimo de los pobladores. Fue un sombrío comienzo hacia la larga noche de la dictadura.