La siguiente, pretende ser una reflexión profunda pero acotada sobre lo que hoy en día se prioriza, en la sociedad del espectáculo "a la chilena», al momento de tener acceso a información de primera fuente, sobre todo cuando emana directamente del alto mando del Ministerio de Economía. Y aquí no hago referencia al depresivo y depuesto candidato presidencial Pablo Longueira que «la hizo» y se fue de vuelta a hablar con Jaime Guzmán, sino a la única autoridad hasta ahora «intocable»en lo que a materia pesquera se refiere: el Subsecretario de Pesca Pablo Galilea.
Así, en un acto de gallardía, quien fuera uno de los defensores de la Ley Longuiera desde el sector pesquero artesanal, el dirigente Marcos Salas de Quellón, traicionó a Galilea, haciendo pública una conversación que mantuviera con éste, donde se demuestra el "profesionalismo" y descaro del Subpesca. Lo tragicómico del asunto en cuestión es que, pese a ser un tema puesto en el tapete público, la gente y los medios de comunicación en general difundieron y asimilaron la información, poniendo relieve precisamente en lo menos relevante.
Lo que deja entrever esta «conversación», que en realidad se asemeja más a una transacción financiera de cuotas de pesca «blanquedas» a través de Pescas de Investigación, es por una parte, la pésima cualificación ética no sólo de las «autoridades» que tienen la última palabra en lo que respecta a «pesquerías», y por otra, el alto contenido de mentiras que encierra en sí el discurso de la propia Ley Longueira, que finalmente se supone vendría a mejorar no sólo la administración de los recursos hidrobiológicos, sino su mantención y protección en el tiempo.
La calaña de la Ley Longueira, sus defensores y promotores poco a poco muestra su faz. Desde Galilea, Subsecretario de Pesca desde antes de la aprobación de la Ley en cuestión, emana la arrogancia y certidumbre de poder burlar incluso la propia institucionalidad a la que representa, asegurando poder vulnerar no sólo la obligatoriedad de un «informe técnico» (científico) serio que permita sostener cuál será la cuota a extraer en determinada especie, sino la propia tarea fiscalizadora del Servicio Nacional de Pesca tanto a nivel nacional como regional, afirmando categóricamente que de "todas estas conversaciones que hemos tenido son testigos ellos (…) ante cualquier problema que tengan, me llaman". Ellos, los otros trabajadores del gobierno de turno que se prestan para el juego de influencias del cartel de la pesca. Ellos, los cómplices de la inmundicia que se da en materia pesquera, son el Director Nacional de Sernapesca, Ingeniero Naval y MBA en Administración de Empresas, Juan Luis Ansoleaga Bengoechea, y el también designado Director Regional Sernapesca por la región de Los Lagos, don Eduardo Aguilera. Ellos también deben salir de sus cargos respectivos, tal como lo debe hacer por decencia el señor Galilea.
De no salir de sus cargos estos señores entonces, deberemos asumir que estamos destinados a ser gobernados por ladrones corruptos y farsantes que discursivamente mienten en sus intervenciones públicas, dando fé del buen funcionamiento de la institucionalidad pesquera.
Diariamente tenemos ejemplos en las redes sociales, de la perversión, corrupción y desfachatez de los que nos representan, pero preferimos resaltar lo mal que se expresan en lo «íntimo» las autoridades.
Obviar que el actual Subsecretario de Pesca regala cuotas de pesca a través de pescas de investigación a dedo, como quien regala un chocman con un jugo por ir a apoyar las actividades públicas de Piñera, parece ser el camino más conveniente a los ojos de la opinión pública. Que Galilea deje entrever que toda fiscalización de las autoridades correspondientes, -llámese Director nacional o regional del Servicio Nacional de Pesca- aún con la Ley Longueira, es irreal y hasta un dato anecdótico, (algo así como eso que inventaron, los denominados «comités científico-técnico» que se supone cuidan y salvaguardan el patrimonio pesquero) se convierte en un añadido sin importancia, si existe un distractor.
Fijarse en su lugar en la cantidad de «chilenismos» que es capaz de pronunciar en algo así como 6 minutos con 53 segundos un tipo que debiera ser sancionado drásticamente por la falta de probidad de su actuar, saca a la luz la imagen del país que queda, que se ha formado o deformado tras 40 años del derrocamiento de la UP y el posterior advenimiento de la dictadura y democracia: un país cuyos habitantes se encuentran en un estado político-crítico ausente y anestesiado, carácter triste y autocomplaciente que se pregunta mientras ve TV,por qué a fin de mes no le alcanza para vivir como vive un político o un empresario, mientras sigue eligiendo a la misma clase política que legó la dictadura militar, que se maquilla de distinta forma, pero que finalmente apunta hacia un mismo y único objetivo: privatizar todo, incluso nuestra capacidad crítica y más aún nuestra memoria.
Para el caso entonces, se hace imprescindible cuestionar la raíz de lo que rige en materia pesquera, esto es, la Ley Longueira. La Ley Longueira de los «acuerdos» de repartija de cuotas de pesca a puertas cerradas entre empresarios, cuestionables dirigentes de la pesca artesanal y representantes del Estado; la Ley Longueira de los derechos de pesca regalados a siete o a una familia extranjera o nacional dueña de los recursos pesqueros que en el mar chileno habitan; La Ley Longueira de los derechos de pesca y sus cuotas infladas por la especulación capitalista que permite hablar de peces como si fueran billetes depositados a plazo en los bancos del mundo, esperando ser exterminados por el mejor postor; La Ley Longueira de los arreglines monetarios a lo Marta Isasi; y La Ley Longueira esclarecida por Pablo Galilea, Subsecretario de Pesca, que a punta de «chilenismos» a lo Evelyn Mathei, pretende minimizar los turbulentos caminos que sigue la iniciativa legal que nos dejó a todos los chilenos sin peces, sin playas, sin mar y sin derechos sobre nuestros propios recursos naturales.
!!!A DEROGAR LA LEY LONGUEIRA Y SUS ESBIRROS!!!
Mala Pesca: La depredación pesquera en Chile
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