Por Sociedad y Trabajo
Asistimos a la criminalización sostenida de las y los trabajadores del comercio ambulante, mientras el sistema se ajusta, la fuerza policial los persigue, decomisa sus productos acatando las ordenanzas municipales, cursan multas y partes, son encarcelados, enjuiciados, e incluso muertos (vendedor de CD muerto en incendio del 8 de diciembre del 2010). La persecución del comercio ambulante es histórica, los perseguían al inicio de la "república", como los persiguen hoy. Pero, vender en la calle es una manera de resolver la vida y su materialidad, cuando la fragilidad de la exclusión/inclusión se come los días.
Las grandes transformaciones que se han realizan en el trabajo, producto del actual modo de acumulación capitalista, de su división internacional, y de la superexplotación del trabajo, han dado origen a unos de los mayores niveles de precarización de "la clase que vive de su trabajo" Entonces una de las paradojas, es que mientras el comercio ambulante, viene a resolver la incorporación de jóvenes, mujeres, migrantes, en este mundo precarizado, a través de sus propias soluciones, se les persigue.
Este tipo de trabajo, entra en la categoría de trabajadores a cuenta propia, los que según el INE representan el 21% de la fuerza de trabajo y de estos un porcentaje significativo se dedica al comercio (28.5%). De esta manera, mientras las actividades formales se reducen, el trabajo a cuenta propia crece; este fenómeno se entiende, al observar cómo la matriz productiva se consolida en Chile, la que principalmente se basa en la prestación de servicios.
Es así que, mientras los comerciantes ambulantes permiten que la cadena de valoración se realice, es decir los productos fabricados en Asia, lleguen hasta nuestras manos, como parte de la circulación extrema que realiza el capital en la actualidad, se les criminaliza por no poseer un permiso municipal.
No debemos olvidar, que ellos pagan por cada producto que venden el impuesto al valor agregado IVA correspondiente, es decir contribuyen a la riqueza general que produce el país, a través de este impuesto. Es así, que podemos comernos un chocolate producido por la gigante transnacional Nestlé, que termina su proceso de circulación en calle o sobre un medio de transporte, como también acceder a miles de prendas de vestir fabricadas en las maquilas de la India o China.
Las multas que les cursan, desbaratan su economía, pues obtienen ingresos, según el INE no mayor a 294.000 pesos al mes y las multas pueden superar estos montos. Para desbaratar la posibilidad de venta, también a los compradores se les multa. Así, el círculo es perfecto. Los patronos vuelven a expulsarlos de su fuente de trabajo. Se evidencia así, el deseo desmedido que estos tienen del control de los cuerpos de hombres y mujeres precarizados, los que solo buscan condiciones de supervivencia frente a la tragedia de la subsistencia.