En los albores de la transición y ante los alcances del modelo neoliberal de libre mercado desregulado, un discurso económico circulaba con los paradigmas oficiales. Economistas independientes de la entonces Concertación, incluso cuadros técnicos de los gobiernos, discutían sobre la necesidad de dejar la dependencia de la exportación de recursos naturales e impulsar una "segunda fase exportadora", que permitiera la industrialización, la elaboración de manufacturas y la generación de más y mejores empleos.
El debate nunca llegó a convertirse en política de Estado. El modelo de libre mercado siguió campeando a sus anchas y el modelo exportador basado en commodities se instaló como parte de nuestra naturaleza. Las manufacturas se dejaron para otras latitudes y Chile volvió a consolidarse como un gran extractor de recursos naturales.
La discusión no está en ningún caso terminada. Aunque está eliminada de las esferas oficiales, ha tomado nuevos bríos en amplios sectores de la sociedad civil. El extractivismo de materias primas nos hace cada vez más dependientes del gran capital financiero, de las políticas de los organismos financieros internacionales y de los ciclos económicos. Todo ello junto a los nocivos efectos ambientales y sociales. El extractivismo y la dependencia exportadora, tras un ciclo expansiva que apunta a su fin, vuelven a amenazar a la economía chilena.
La última semana de septiembre todo el sector minero sufrió fuertes convulsiones. Las grandes dudas sobre el destino de la economía china, que ha hecho trastabillar los mercados de valores, ha venido deprimiendo el precio de los minerales y otros commodities con efectos directos en las ganancias de las corporaciones extractivas e industriales. El cobre, que en 2011 tuvo un promedio de cuatro dólares por libra, ha descendido en estos días a unos 2,5 dólares, rozando el umbral que marca el costo promedio de producción: una caída del 43 por ciento en menos de cuatro años.
DESPIDOS MASIVOS EN EL COBRE
Nuevas informaciones sobre la economía china hundieron las acciones de las principales corporaciones mineras globalizadas, no pocas de ellas con inversiones en Chile. La suiza Glencore (con capitales en minera Collahuasi) tuvo un desplome del 30 por ciento hacia fines de septiembre y un descenso acumulado del 80 por ciento de su valor bursátil en el año. En la misma tendencia estuvieron, entre otras transnacionales, AngloAmerican (Collahuasi, Los Bronces, El Soldado), con pérdidas del diez por ciento en septiembre y de 60 por ciento en el año, BHP Billiton (Escondida y Pampa Norte), con caídas del seis y 40 por ciento y Antofagasta Minerals (Los Pelambres, Centinela, Michilla), con bajas del cinco y 33 por ciento.
Esta fuerte contracción en el valor de Glencore, que es un efecto de pérdidas globales por 676 millones de dólares durante el primer semestre del año, ya ha tenido sus consecuencias en Chile. Collahuasi anunció una reducción en su producción de cobre de 30 mil toneladas anuales, junto a un proceso de reestructuración que incluye despidos aún no precisados.
A los anuncios de Collahuasi se han sumado El Abra, propiedad de Freeport-McMoRan y Codelco, y como claro efecto de la caída del precio del cobre y sus futuras utilidades, reducirá su producción y despedirá a la mitad de sus trabajadores: unas 700 personas.
El proceso de contracción de personal se repite y extiende. Codelco ya ha anunciado el despido de unos tres mil trabajadores contratistas. Según informó el portal La Izquierda Diario , ligado a Alternativa Obrera, en la mina El Salvador terminaron los contratos de tres empresas, afectando a unos 340 empleados. En Rancagua terminaron el contrato de la empresa constructora Túneles Mineros en Nuevo Nivel Mina El Teniente, con casi mil trabajadores despedidos. En total, en el sector se habla de que los despidos podrían llegar a 18 mil, la mayoría trabajadores contratistas. Hace meses, Escondida, de BHP Billiton, puso en marcha un plan de retiro "voluntario", lo que derivó en la salida de más de mil trabajadores.
La minería tiene gran incidencia en la conformación del PIB nacional, pero no tiene la misma correlación con la generación de empleos. Por ello el drama laboral no es todavía nacional, aun cuando sí regional y provincial. Según información del Banco Central, en 2006 (año previo a la gran crisis hipotecaria global) el PIB minero correspondía a más del veinte por ciento del PIB nacional, en tanto el año pasado, tras la caída del precio del mineral, ha descendido a poco más del diez por ciento.
No puede decirse lo mismo con el empleo. Con unos 230 mil puestos de trabajo, según el INE, el sector minero tiene una mínima incidencia -de menos del tres por ciento- en el total nacional, que roza ya los ocho millones de personas. Es por ello que pese a estos despidos y sus proyecciones, que están afectando de forma intensa las zonas mineras, la tasa de desempleo nacional se ha mantenido más o menos estable en torno a un 6,5 por ciento. Aun así, de las estadísticas del INE ya se desprenden estas inquietantes cifras. Para el Instituto, el sector minero ha perdido durante el último trimestre cerca de diez mil puestos de trabajo, o el cuatro por ciento del total.
Es el mercado el que regula la producción, la inversión, los precios del mineral y, por cierto, las utilidades del gran capital. En este contexto, la reducción de costos para mantener las tasas de ganancias pasa de forma prioritaria por la eliminación de puestos de trabajo. Una estrategia en la cual los gobiernos y el Estado chileno son meros observadores. Estas corporaciones, que han ganado históricamente miles de millones de dólares mediante la extracción de minerales, reducen y en no pocos casos también cierran actividades, dejando a miles de personas en la calle. Empresas como Escondida, que en 2010 ganó 2.887 millones de dólares o Antofagasta Minerals, con una utilidad de 1.369 millones en el año de un alto precio promedio del cobre, hoy han puesto en marcha programas de reducción de puestos de trabajo.
EL MAL DEL EXTRACTIVISMO
La dependencia de la economía chilena del extractivismo es total. Sin ir muy lejos, está la evidencia del freno a las reformas del actual gobierno, arguyendo la desaceleración económica. En los hechos, las exportaciones de minerales ocupan más de la mitad del total nacional, en tanto las de recursos naturales, cerca del 95 por ciento. El cambio en la demanda externa y la caída de los precios internacionales afecta a las corporaciones, a la economía nacional, a los trabajadores y a la sociedad.
El mantenimiento del modelo exportador primario nos deja en una situación de extrema vulnerabilidad ante los ciclos económicos externos. Ya bancos de inversión han publicado que junto a Brasil, Chile es la economía latinoamericana que más riesgos enfrenta ante la actual coyuntura internacional. Un riesgo que tiene a lo menos tres aspectos que se retroalimentan. De partida, está la total dependencia de las oscilaciones de los precios internacionales de las materias primas; en segundo término, está la creciente concentración de las exportaciones en China y Asia, con más de un 40 por ciento. Por último, por lo menos un 20 por ciento de las exportaciones están dirigidas hacia otros países latinoamericanos, todos ellos víctimas del mismo mal y también dependientes de exportaciones primarias.
Todos estos aspectos se potenciarán si China entra en recesión por ser primer socio comercial de Chile. Y hay bastantes probabilidades que así sea. La caída actual de los mercados y de los precios de los commodities es un efecto de la ya constatada desaceleración de la economía china, que ha pasado de tasas de crecimiento históricas -superiores al diez por ciento anual-, a una en torno a siete por ciento.
Esta es la mirada gruesa. Analistas que hilan más fino prevén que China entrará próximamente en recesión, con efectos catastróficos para el sistema capitalista. Hay elementos ya percibidos por inversionistas y especuladores, que apuntan hacia este nuevo ciclo de características planetarias.
Chile ha vivido en varias etapas de su historia económica esta tragedia. Padeció como pocos países en el mundo a comienzos del siglo XX con la economía basada en el salitre; volvió a sufrir por motivos distintos las consecuencias de su dependencia externa hacia comienzos de la década de los 80 y hoy, con una economía abierta basada exclusivamente en la extracción de recursos naturales, se enfrenta nuevamente a las desventuras de los mercados mundiales.
En un artículo publicado en El Clarín de Chile , el cientista Fernando Duque afirma que "en los próximos cuatro o cinco años el producto interno chino en el mejor de los casos se mantendrá estancado y es probable que este producto caiga varios puntos porcentuales. En el peor de los casos, la proyectada recesión puede que se transforme en una gran depresión con caídas del producto por sobre el 10% por año".
Willem Buiter, economista en jefe de Citigroup, considera que existe un 55 por ciento de posibilidades de que se produzca una recesión global " made in China" en un futuro no muy lejano. Su pronóstico respecto a la crisis económica es pesimista, mientras el gigante asiático intenta proteger al yuan de una nueva devaluación.
Si a este trance le agregamos la muy anunciada alza en las tasas de interés en Estados Unidos, ello redundará en una disminución de los flujos de capital hacia la región y en un alza en el precio del dólar, lo cual impactará a las monedas latinoamericanas y a los precios de todos los productos importados.
De inicios de esta década a la fecha, el precio del cobre ha perdido casi la mitad de su valor, con efectos muy significativos para las arcas fiscales. Los aportes de Codelco al Estado bajarán este año un 50 por ciento respecto a los volúmenes del año pasado, una caída cuya continuidad es altamente probable. Al revisar los valores promedio del precio del metal podemos afirmar que los recientes corresponden a un ciclo especialmente alto, el que no se repetirá. Durante la década pasada tuvimos valores anuales promedio de sólo 70 centavos la libra, los cuales podrían regresar en la nada incierta próxima recesión en China.
Ante este fenómeno, no son pocos los analistas que prevén en nuestra región, y por cierto en Chile, el fin de un ciclo de altos ingresos derivados de la extracción y exportación de materias primas. Un final que nos deja nuevamente con la misma histórica dependencia ante los ciclos económicos y sus impactos en los precios de los commodities .
Raúl Zibechi escribía en La Jornada sobre este inminente cierre del ciclo expansivo para la economía regional. El cambio, que ya se está sintiendo con creciente intensidad, anticipa graves problemas, recorte de programas sociales y aumento del desempleo y de los niveles de pobreza. Un cierre no sólo económico, sino también político, que llevará a todos los gobiernos oficiantes de este modelo a perder sus bases de apoyo. En nuestro caso, con gobiernos inestables y casi nulos respaldos políticos ciudadanos, una crisis económica puede conducirnos a escenarios impredecibles.