[resumen.cl] Desde el 27 de septiembre hasta el 13 de octubre, la compañía Artemisa Danza presentará Proyecto Pink, una obra de danza contemporánea que según indican en su presentación, "pone en escena a seis bailarines y dos artistas visuales, en una propuesta innovadora que se presenta por primera vez en la sala de cámara del Teatro Biobío".
Para conocer esta propuesta y a quienes la han construido, Resumen conversó con Pamela Navarro Ortiz, quien trabaja junto a Artemisa Danza. Ella es licenciada en Artes y Gestor Cultural y su colaboración en la compañía radica en la producción de distintos elementos para escenografía, y el desarrollo de propuestas de vestuario y maquillaje.
Pamela nos cuenta que Proyecto Pink está dirigida por Kareen Labbé Weber, quien es directora de Artemisa Danza y lleva cerca de 40 años practicando danza. Ha sido una de sus fundadoras, junto a las las bailarinas Daniela Viafora y Francisca Hillerns, con el propósito de "producir y montar obras con propuesta contemporánea, utilizando como base la rigurosidad del trabajo constante que surge del ballet, lo que les permite lograr un manejo corporal importante".
"Artemisa danza se formó en 2014, pensando en el desarrollo y la investigación de nuevas posibilidades de la danza a partir de una formación clásica (ballet) y propuesta contemporánea" y han presentado sus trabajos en diversos espacios, tales como la Corporación Sinfónica de Concepción, Sala Andes, Universidad Federico Santa María, Universidad del Desarrollo, Teatro de Arauco, Teatro de Tomé, Artistas del Acero, Duoc UC Sede Valparaíso, entre otros. La última obra presentada por la compañía fue Paloma Negra, montaje que recorrió distintas salas regionales y también Valparaíso.
-Desde cuándo están trabajando en esta obra. Cómo han gestionado su elaboración y cuáles son las expectativas que tienen para con ella.
«Proyecto Pink surge en 2017, Kareen Labbé tenía la idea formulada y en ese mismo año se presentó a Fondart con la idea de trabajarlo durante 2018. Los fondos no fueron adjudicados, sin embargo, las ganas de realizarlo siguieron en pie y la idea de crear también, por lo que se decidió postular la propuesta a la sala de cámara del Teatro Biobío y así es como todo comenzó a tomar forma y un rumbo concreto, gestionando su elaboración de manera completamente independiente.
Se ha trabajado en el montaje desde Enero y Febrero de este año, la obra es un estreno; por lo que nuestras expectativas se relacionan principalmente a que la acogida del público en relación a nuestra propuesta sea positiva, pues creemos que es bastante distinta de lo que otras compañías locales presentan. Esperamos que el público disfrute de la presentación y viaje junto a nosotros por esta historia que contamos en Proyecto Pink.»
-Proyecto Pink es una obra de danza contemporánea. Explícanos cuál es tu interpretación del estado actual de este género en Concepción y el país. Qué hitos son los que destacan en este ámbito y qué representa esta obra en el contexto nacional y regional.
«La danza contemporánea en realidad abarca muchas cosas diferentes, depende de lo que se proponga, esto genera libertad de temáticas y propuestas por lo que definirla y encasillarla es complicado. Danza contemporánea es cualquier propuesta que tenga como base el movimiento del cuerpo, pudiendo ser bailarines o no quienes lo ejecuten; no existe una técnica de danza contemporánea propiamente tal, existen investigaciones y métodos que se pueden utilizar y combinar con investigaciones propias u otros lenguajes (performance, teatro, artes plásticas, etc.)
Se puede decir que la danza contemporánea en nuestro país está en proceso de instalación y reconocimiento por parte del público, las compañías profesionales existentes principalmente en Santiago han estado incorporando últimamente el lenguaje contemporáneo a sus obras, incluso las compañías de tradición clásica como el ballet de Santiago; en otras partes del mundo ya se hacen grandes festivales de danza contemporánea.
Nuestra propuesta cabe dentro del lenguaje contemporáneo en tanto el resultado surge de un trabajo de investigación corporal y emocional de cada uno de los que participan, y de un proceso también como grupo, no todos los participantes son bailarines, hay también artistas visuales y otras formaciones. En este proceso de investigación, aparte del discurso propio, existen recursos encontrados en cada uno de los participantes y en lo que pueden aportar a la obra, talentos y lenguajes que les son propios y que se entremezclan creando una versión sin técnica definida y ecléctica, lo que sugiere inmediatamente el acercamiento a lo contemporáneo.»
-Nos has dicho que la obra trata acerca de la dependencia que las sociedades han generado respecto a las plataformas virtuales de comunicación. Explícanos cuál es el diagnóstico que hacen de este fenómeno. En qué medida esta relación dependiente comportaría un riesgo para las personas y, si es que ofrecen alguna propuesta orientada a la superación de esta condición, cuál es.
«No hablamos únicamente de dependencia a las plataformas virtuales, sino más bien al conjunto de redes sociales (virtuales o físicas) y matrices en que estamos insertos y en donde participamos a diario, con y sin consciencia de ello. El tema tratado por la obra es bastante universal, si se puede decir así, pues de alguna u otra manera todos estamos inmersos en algún laberinto que probablemente no reconocemos.
Presentamos la idea de transitar por la vida (y por el mundo) en búsqueda de la libertad, concepto que por cierto, se traduce en (y tiene) distintos significados para cada persona. No es que se quiera presentar un diagnóstico positivo o negativo acerca del tema, lo que se quiere plantear es más bien una reflexión en relación a las máquinas sociales de las cuales formamos parte, que bien pueden ser personas, cuerpos de poder, o incluso nuestros propios demonios internos. Aclaramos que la problemática que proponemos no se presenta de manera literal en la obra de danza, es más bien una metáfora, un conjunto de alegorías que luego se transforman en historia.»
-Ahora bien, quisiéramos preguntarte, cómo lograron traducir ese discurso al lenguaje corporal. Cuéntanos cómo se desarrolló esa labor y qué aprendizajes les dejó ese proceso.
«El trabajo ha sido arduo. El montaje, como toda obra coreográfica, tiene un desarrollo conceptual previo, que en este caso, está inspirado por los planteamientos filosóficos de Platón, Descartes, Sartré y Beauvoir (existencialismo), los que sirven como referentes a las distintas maneras de abordar el tema. Esto se articula mediante un personaje principal, quien se presenta en la posición de un viajero en búsqueda de la libertad que transita por distintas imágenes y situaciones, y que a su vez sufre la transformación que implica el proceso del viaje en sí mismo.
La obra tiene un elenco de 10 personas, y es un equipo multidisciplinario. Participan bailarinas, bailarines y artistas visuales, incluso un físico cuántico que nos colabora con efectos especiales para la puesta en escena. Cada personaje dentro del montaje tiene una caracterización clara, cada personaje complementa la historia de este viajero, por lo que se ha trabajado (además del montaje coreográfico) desde un sentido teatral, a modo de apoyar el lenguaje corporal en relación a los movimientos y la disposición emocional que debe tener cada personaje en escena. Todo esto nos ha demandado bastante trabajo, no es fácil comunicar sin el uso de la voz. Creemos que hemos aprendido en todo aspecto, practicando ejercicios de comunicación corporal, buscando desarrollar la expresión de emociones a partir de actitudes y movimientos, entre otras cosas. En general, la compañía ha buscado siempre ir creciendo en diversos aspectos, por lo que las mismas propuestas de montaje que surgen son cada vez más demandantes, indagando constantemente en la experimentación corporal y la búsqueda de nuevos conocimientos.»
-Han planteado que la obra se musicaliza con Pink Floyd. Por qué han elegido esta banda, qué potencialidades tiene para lo que quieren lograr.
«Buscamos que la música utilizada en danza no sea un mero adorno, consideramos que la música debe complementar y potenciar lo que queremos comunicar. Pink Floyd es una banda de música psicodélica y con alto contenido filosófico que ha marcado a muchas generaciones, y en este caso, la estética que trabajamos en la puesta en escena tiene completa relación con lo que la música de esta banda transmite. Por otro lado, quien conozca las letras de las canciones que se eligieron para el montaje, logrará conectar de una manera mucho más profunda con el concepto de la obra y el significado que le damos.»
-El teatro regional del Biobío ofrece una infraestructura que hasta hace algún tiempo era inexistente en la región. Cuáles crees que son las posibilidades de este espacio y qué políticas deberían determinar su derrotero.
«Después de todo lo controversial que fue el proyecto del teatro, finalmente aquí está y al parecer funciona. La inversión en infraestructura para espectáculos culturales es algo que nunca está demás y siempre se agradece. En nuestro caso particular, Proyecto Pink no se podría haber presentado en otro lugar, puesto que el montaje ha sido pensado para ese espacio, que cuenta con ciertas características: la obra contempla danza aérea, y no existe otro espacio en concepción en donde podamos colgar elementos como trapecio, lira y arneses. Creemos que es necesario promover la creación local de danza, teatro, música y artes visuales, y en este sentido, el teatro debiera tener claras políticas dirigidas a promocionar y colaborar en producciones artísticas de la región, desarrollando concursos o como bien ha hecho con la sala de cámara, realizando convocatorias para presentar el trabajo. Lo que se está haciendo es importante para las compañías de danza, tener la posibilidad de tener una temporada en cartelera es algo que acá en Concepción nunca había sucedido, es algo que ayuda a profesionalizar el trabajo de las compañías existentes.»
Fotografía principal de Pamela Navarro Ortiz.