«No quiero mi casa amurallada por todos lados ni mis ventanas selladas. Yo quiero que las culturas de todo el mundo soplen sobre mi casa tan libremente como sea posible. Pero me niego a ser barrido por ninguna de ellas. Me niego a vivir en casa ajena como un intruso, un mendigo o un esclavo». (Mahatma Gandhi)
Un acontecimiento de la magnitud del Teatro Regional del Biobío tiene que estremecer conciencias y corazones. Provoca recuerdos y reflexiones, diversos, contradictorios.
Advertencia: Precedo las menciones con un largo ectcétera del que naiden queda afuera.
Cómo no, el recuerdo del Teatro Concepción en cuya buhardilla habitó Violeta Parra en los tiempos del rector Stichkin, por decir algo. El mediocamino del monumental Pencopolitano de Borja Huidobro. Y el Tuc y las orquestas y las Escuelas Héctor Duvauchelle de los 80s. Y el Rostro, persistente y los nuevos del Oráculo, los grupos de teatro de los barrios y escuelas de la región; y las ocasionales óperas visitantes, los rocanroleros del tiempo de Cecilia y los rockeros post y popmodernos. Folklores y escultores, pinturas y literaturas. La belleza esa. La Tura de las turas en el decir de Cortázar.
Los que han estado dentro y los marginales marginados; y los huidizos de corazón. Los del escenario, de la platea y de la calle. Usea, de chincol a jote. ¡Uy!
¿De qué se trata todo esto, en breve e incompleto anuncio?:
1. Redistribución del Ingreso artístico y cultural.
2. Descentralización cultural, fortalecimiento de la producción artística y cultural y creación, ampliación y fidelización de audiencias.
3. Avanzar hacia una Red Regional de arte y cultura. Colaborar, no competir.
4. Reconocer el carácter multicultural de la región.
1. Las posibilidades de acceso al arte y las culturas tiene dos extremos deficitarios, por un lado, la escasez de ciertas expresiones artísticas consideradas, paradigmáticamente, como de elite. Estas expresiones clásicas debieran estar a disposición de la comunidad regional, sin restricciones sociales, económicas, ni prejuicios. La ópera, el ballet, las bellas artes, pueden producir el mismo impacto espiritual tanto en la elite social e intelectual como en los sectores más modestos. Como lo ha demostrado el fenómeno de Las Orquestas Infantiles que comenzó Américo Giusti en Curanilahue. (A despecho de varios).
Al otro lado, las artes populares son arrinconadas, en algunos casos, por complejos de algunos de sus propios cultores, cuando no, por narices respingadas y siuqueterías. Se va replicando así una segregación social recíproca, entre arte clásico y popular.
Superable contradicción si consideramos que muchas expresiones hoy clásicas, fueron disruptivas y populares en su origen. Qué mejor ejemplo que la obra de Violeta Parra interpretada por orquestas del mundo o Víctor Jara Sinfónico de la Orquesta de la UdeC. O los chascones Beatles, renegados en su origen por los clasicistas ortodoxos y bla bla bla.
Perdurarán, qué duda cabe, aquellas expresiones que contengan humanidades y calidades estéticas con cuotas significativas de trabajo serio. De lo genial, ni hablar.
2.
El centralismo manifiesto en todas las actividades del país, con sus asfixiantes consecuencias, también tiene su expresión en el arte y la cultura. El Teatro Regional del Biobío permitirá atraer expresiones artísticas de categoría nacional y mundial que enriquezcan tanto a las audiencias como las visiones de los artistas regionales. La apertura de estas posibilidades de acceso y diálogo con expresiones extrarregionales no pretenden ni remotamente «empatar» los derechos de la región metropolitana, sino establecer un diálogo con la humanidad, de acuerdo al descubrimiento de nuestras propias necesidades de desarrollo, sin restricciones ni limitaciones materiales. En tal sentido, cuidaremos de no caer en el subsidio a programaciones nacionales e internacionales diseñadas con parámetros santiaguinos, sin perjuicio de las coincidencias que podamos tener como ciudadanos de un país unitario en vías de descentralización.
3.
Concebido el Teatro como un centro de las artes y la cultura, adquiere y potencia su carácter regional no en la ubicación geográfica penquista, sino en la articulación sistémica y sistemática como una red de centros culturales, provinciales y comunales. El carácter Regional del Teatro no está dado por su nombre, sino por una dinámica dialogante multilateral con comunas y provincias. Es en tal sentido, de primera importancia la conciencia y voluntad de la comunidad artística y cultural de los distintos lugares de la región de sentirse parte esencial del Teatro Regional del Biobío como uno de los vértices de la Red en comento.
4.
La curatoría no agota su trabajo en una administración eficiente de distribución de tiempos y espacios en forma justa y democrática, estimulando la diversidad cultural de la gente de la Región, sino que también, y preferentemente, debe convocar la construcción de un discurso estético que dé cuenta de la multiculturalidad regional (incluyendo los nuevos lenguajes) y no resulte del esfuerzo democratizador, un mamarracho frankensteiniano que deprima más que optimice y prestigie las riquezas espirituales de la región.
Darwin Rodríguez
Presidente
Corporacion Teatro Regional
del Bío Bio
Fuente Imagen: www.artequin.cl, Orquesta sinfónica de Curanilahue.