Por Ángel Sanhueza
Una de las características que se ha impuesto en este Siglo XXI es la mantención de las movilizaciones a lo largo del tiempo. Durante meses los pueblos se movilizan y continúan movilizados contra las políticas neoliberales y contra las demandas de democracia y justicia social, aún cuando las decisiones que los volcaron a la calle hayan sido retiradas por los gobiernos.
La vieja Europa y el país de los "Derechos Humanos" no es una excepción.
Un gran debate cruza el paisaje político francés desde hace varios meses: la violencia policial a la hora de reprimir las movilizaciones. De los "Chalecos amarillos" y desde septiembre pasado, las manifestaciones convocadas por los sindicatos o gremios profesionales, contra las medidas económicas del gobierno de Emmanuel Macron, han estado caracterizadas por una creciente violencia.
En cada una de estas movilizaciones, la presencia de "perturbadores" como señala la policía y los políticos de la derecha y aquellos representantes del gobierno de turno, han sido la excusa para reprimir y utilizar elementos de disuasión que han causado graves daños corporales a manifestantes. En cada ocasión las justificaciones son las mismas: "Bandas organizadas preparadas para enfrentar a la policía" , sin embargo, en Francia como en otros lugares, es la violencia de las políticas económicas implementadas por los Estados para seguir imponiendo la ortodoxia neoliberal, la primera de las violencias.
En nombre de la modernidad se desmonta el sistema social, la salud y la educación sufren recortes presupuestarios en nombre de la modernidad, el mundo del trabajo se ve enfrentado a cambios estructurales en el sistema de jubilaciones, las aventajas obtenidas, después de décadas y gracias a la movilización de millones de trabajadores y trabajadoras son puestas en el banquillo y acusadas de ser las responsables del estado general de debilidad de la economía francesa.
Sí, la violencia del Estado se ha banalizado, la defensa de los intereses corporativos de las grandes transnacionales, ha llevado a implementar políticas de ajustes económicos en donde quienes sufren las primeras consecuencias son los asalariados, tanto del sistema público como del privado, estas acciones generan malestar en la población y el malestar social se combate con fuerza y violencia.
Para mantener el sistema, es necesario modernizar, señalan los economistas afines a las políticas del FMI y del Banco Mundial, lo que significa decir que podemos salvar al enfermo quitándole sus medicinas y dejándolo en la puerta de los hospitales... Las medidas que han beneficiado a los más ricos de la sociedad, como la baja de los impuestos a las grandes fortunas, la baja de impuestos a las empresas vía las reducciones fiscales etc., conllevan una baja en las recetas fiscales, con el consiguiente deterioro de las cuentas públicas.
Esta ecuación contradictoria, el gobierno francés busca superarla por la vía de las reducciones de las prestaciones sociales y al sueño neoliberal, la disminución de la participación y de la responsabilidad social, (estamos hablando de un Estado capitalista donde aún subsisten leyes de protección). Sin embargo, esta situación se encuentra con la resistencia de sindicatos, de trabajadores y trabajadoras, que desde la calle y durante semanas y meses se oponen a las medidas presentadas por el gobierno y que buscan, ni más ni menos y de una forma solapada, transformar el Estado, hasta ahora benefactor, en uno subsidiario, como el que en Chile se lucha en las calles por acabar.
Lyon Francia 18 de febrero 2020.
Imagen: Policía francés apunta su LBD, el arma de disuasión que ha arrancado varios ojos, a la altura de la cara de manifestantes.