Ya no estamos para señores gobernadores ni senados rectificadores de la voluntad popular, dentro de los marcos de la democracia liberal se sabe que el parlamentarismo es el instrumento que ha dado mejores resultados para la salud política de los Estados.
Por Robinson Silva Hidalgo
Cuando los aires del siglo se renovaban, allá por los primeros años del XIX, los habitantes de las tierras americanas se enteraban -no sin sorpresas ni violencias- que ya no eran españoles súbditos de un imperio, ahora serían ciudadanos de una república. Esto que lo sabemos desde nuestra tierna y reprimida infancia escolar tiene implicancias más que relevantes en el actual debate constituyente acerca del sistema político del nuevo régimen ad portas, desde un punto de vista histórica hay algunas cosas que podríamos argumentar para aportar a la discusión.
Ya desde el siglo XVIII el imperio español se encontraba en un proceso de reformas modernizadoras que daban mayor concentración al poder uninominal, es decir, a las personas-cargos que encarnan la representación del poder, desde entonces las estructuras comunitarias fueron siendo desmontadas en su poder en razón de la re-organización del Estado, cuestión que, por una parte, desarmaba a corporaciones y autoritarismos locales y que, por otra, quitaba poder a cabildos y estamentos de organización y gestión horizontal.
Esto lo señalo porque cuando se organiza la república portaliana que ha campeado por nuestras tierras durante dos siglos, se toman los elementos de las reformas borbónicas y se las viste con un lenguaje y simbolismos liberales y modernos, el señor gobernador ahora es el ciudadano presidente, pero lejos de los ritos, la concentración del poder en una autoridad central siguió siendo la misma, algo similar pasa con el Congreso (el lugar donde se reúnen), al que se le añade desde el primer momento un Senado o grupo cautelador del trabajo de los representantes del pueblo, los diputados, alejándolo de su carácter de parlamento (el lugar donde se habla).
Lo anterior quedó inalterable, configurando un Estado protegido por una curia de señores que impedían el avance de las transformaciones, acompañados de un poder total de la autoridad central, un Estado de tipo Bonapartista y poco democrático que siempre va a contracorriente de las necesidades populares, entonces, tuvieron que morir miles para adosar territorios el norte y en el sur para consolidar la república, volvieron a morir miles para reconocer leyes sociales y sindicales durante el siglo XX, qué decir de la represión constante que han sufrido todo tipo de pueblo organizado demandante de sus derechos.
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Cuando la Convención Constitucional rechaza la propuesta de la comisión de sistema político da una señal muy importante de cara a los reclamos transformadores de la sociedad. Ya no estamos para señores gobernadores ni senados rectificadores de la voluntad popular, dentro de los marcos de la democracia liberal se sabe que el parlamentarismo es el instrumento que ha dado mejores resultados para la salud política de los Estados. Nosotros, los americanos nacimos a la vida republicana bajo el influjo de figuras guerreras, militares devenidos en políticos y ya es hora de superar ese momento, apostando por formas más abiertas y comunitarias de vida política.
Los acuerdos de la vieja derecha con la vieja concertación para aferrarse al presidencialismo por conveniencia o porque es la estructura conocida donde se han movido como pez en el agua no es argumento suficiente para una Constitución que debe renovar el régimen de manera radical, considerando que es una Constitución y no una revolución, muy a pesar de miles que pujamos por más que solo un cambio constitucional o de régimen político, debieran ser más conscientes de la oportunidad que los pueblos de Chile les han regalado para democratizar Chile, porque esta puede ser la última.
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Fotografía principal: El Mostrador | Aton