Por Joaquín Hernández
Luego de publicarse por parte de la encuesta Pulso Ciudadano que Sebastián Piñera, con un 9,1% de aprobación, es que el aún primer mandatario ha decidido pasar de su débil y poco cautivante «Agenda Social» a una real agenda represiva, que busca ingresar al Congreso proyectos que criminalicen el uso de las llamadas capuchas, las barricadas, y endurezca las sanciones por saqueo. A eso se le suma la idea de la creación de un equipo de "inteligencia preventiva" y de "denuncias ciudadanas" para evitar protestas y cortes de ruta.
Como si no fuera poco, para el momento en que escribo, Piñera se encuentra esperando al resto de los integrantes del COSENA (Consejo de Seguridad Nacional), una figura existente en la Constitución del 80 y desde el 2005 solo de carácter "consultivo" que reúne a los presidentes de los tres poderes del Estado, al Contralor General de la República, y a los cuatro comandantes en ,jefe de las Fuerzas Armadas y de Orden. Así es, los poderes del Estado y de las fuerzas militares representados 50/50 (en igualdad de proporción) en una mesa. Nada más lejano a la democracia, nada que pueda despertar más sospechas.
Pero cabe preguntarnos ¿Por qué esta decisión de Piñera? En primer lugar, sería absurdo de hablar de un giro represivo, en un gobierno que ha asesinado al menos 5 personas, que ha herido a miles, y que ha dejado a casi 200 personas sin la visión en uno de sus ojos producto del disparo indiscriminado y directo a la cara de cartuchos de escopeta con balines de goma.
Pero aun así, la decisión de Piñera busca dos cosas. El primer lugar intentar endurecer aun más con herramientas legales que permita la persecución y detención de manifestantes, con el propósito de así intentar aplacar o al menos desgastar la protesta. Pero también, en segundo lugar, busca dar gestos y señas al sector más duro de la derecha nacional, que con el 9.1% de aprobación, es evidente que desde ese sector también ha perdido su base de apoyo. Su giro busca contentar, y lo que es más peligroso, llamar a la acción a los sectores más ultraderechistas, conservadores y filofascistas, mostrándose como un presidente que "no ha perdido el control" y que está dispuesto a apagar el levantamiento popular cueste lo que cueste.
Respecto al COSENA, el hasta ahora presidente busca con ello "recibir" consejos que permitan endurecer más aun su postura en nombre de la seguridad nacional y el orden público (que han sido sus argumentos principales para sostener la represión), y eventualmente meter miedo con una eventual vuelta de los militares a a las calles.
El panorama, así visto, pareciera oscuro y pesimista, pero esa es solo una lectura. Lo evidente es que el giro hacia (aun más a) la derecha y su "agenda represiva" no es sino el correlato de que el gobierno de Sebastián Piñera ha sido incapaz de aplacar la incansable voluntad del pueblo por luchar por sus demandas, aun disparando balines a los ojos, aun habiendo sacado militares a la calle, aun habiendo torturado y violentado sexualmente, aun deteniendo selectivamente en vehículos de civil. Nada de eso ha hecho mella en el pueblo y en su infatigable sed de justicia y de un mejor mañana. Piñera podría instaurar una dictadura mañana (y no descarto que eso ocurra) pero lo que jamás podrá hacer es que el pueblo vuelva al letargo que tenía antes de este octubre. Lástima para él, no se puede "volver atrás la rueda de la Historia".