Del escritorio al crimen: Puñaladas, balazos y bombas más allá de las letras

Al calor de la preparación de este número especial de la revista Trazas Negras, de creaciones inspiradas en supuestos crímenes en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), surgió el tema de los autores que han cometido asesinatos reales. No son pocos, y los casos abarcan tanto a escritoras como a escritores, que como veremos, cultivaban la mayor parte de los géneros literarios.

Eduardo Contreras Villablanca / Trazas Negras

Comencemos por Europa: remontando unos siglos atrás, damos con un poeta maldito, el francés François Villon, nacido en 1431, de quien se ha dicho que estuvo involucrado en robos y asesinatos. Participaba en riñas callejeras, y en una de ellas, habría herido de muerte al clérigo, Philippe Sermoise. También hay menciones a su participación en el asesinato del notario pontifical François Ferrebouc.

En el siglo XIX tenemos el caso de Thomas Griffiths Wainewright. Si "googlean" su nombre en internet, les aparecerá con las credenciales de "artista, escritor y criminal inglés". De acuerdo a información de la National Portrait Gallery, queda más o menos claro que vivió dilapidando más allá de sus posibilidades y se dedicó a resolver problemas financieros con firmas falsas que le dieron acceso a una herencia sustancial en fideicomiso. Pero Wainewright pasó a ser sospechoso de juegos aún más sucios que los anteriores, cuando algunos años más tarde, un tío, su suegra y su cuñada murieron, dejándole dinero a él y a su esposa. El tribunal no encontró pruebas para condenarlo por estas muertes, pero descubrió sus transgresiones anteriores y lo envió de por vida a la colonia penal de Hobart, en Australia.

Siempre en Europa, a principios del siglo XX, específicamente en 1919, nos encontramos con Géza Csáth (seudónimo de József Brenner), un escritor húngaro, autor teatral, músico, crítico musical y psiquiatra, que escapó ese año del hospital provincial en el que recibía tratamiento por paranoia y adicción a la morfina, y regresó a su casa nada menos que para matar a su mujer, Olga Jónás.

Cambiando al nuevo continente, ya a mediados del siglo pasado, fue conocido el caso del escritor norteamericano William Burroughs, que emulando a Guillermo Tell, y con pistola en lugar de flecha, puso una manzana sobre la cabeza de su esposa y erró el tiro a la fruta con consecuencia fatal para su cónyuge. Esto ocurrió más o menos en la misma época del crimen de la escritora Anne Perry que se describe más adelante en este artículo.

Otro asesino estadounidense (Estados Unidos es una tierra fértil en criminales, mucho más allá del mundo de la literatura), fue Jack Henry Abbott. Con una larga historia de condenas penales, los escritos de Abbott sobre su vida y sus experiencias fueron elogiados por varios críticos literarios conocidos, entre ellos Norman Mailer. Gracias al lobby de Mailer y otros, Abbott fue liberado de prisión en 1981 (cumplía condenas por falsificación, homicidio involuntario y robo a un banco). Seis semanas después de salir en libertad condicional, Abbott apuñaló y mató a un camarero en un café de la ciudad de Nueva York, por lo que fue nuevamente condenado y enviado de regreso a prisión, donde se suicidó en el año 2002.

El escritor español José Ovejero, publicó en el año 2011 el libro Escritores delincuentes, que incluye un compendio de delitos que van más allá de los asesinatos. Desde ese punto de vista, no se salva ni Miguel de Cervantes, encarcelado en su momento por traficar trigo en el mercado negro. Pero volviendo a los homicidios y femicidios, dentro de los casos más cruentos incluidos en el libro, está el de la ya mencionada Anne Perry, escritora británica autora de novelas de detectives y de misterio, que antes de dedicarse a las letras, cuando tenía quince años, fue condenada junto con su mejor amiga Pauline Parker por el asesinato de la madre de esta última. Perry específicamente ayudó a su amiga a matar a la madre golpeándola repetidas veces en la cabeza con un ladrillo.

Otro caso en el libro de Ovejero, es el de Edward Bunker, de nuevo un estadounidense, que antes de ser escritor fue culpable de varios delitos: robo de bancos, narcotráfico, extorsión, asalto a mano armada y falsificación, actividades que alternó con libertades condicionadas y fugas, hasta el año 1975. A partir de esa fecha, luego de su última salida de la prisión, se dedicó a escribir novelas policiales y, más tarde, a actuar. Como actor interpretó, entre otros papeles a Mr. Blue, en la película Reservoir dogs (Perros de la calle) de Quentin Tarantino.

En nuestro país tuvimos, en el siglo pasado, a María Carolina Geel, escritora nacida en 1913 y fallecida en 1996. Ya había publicado cuatro libros antes de la condena que se le dictó luego de que disparara en contra de su amante, Roberto Pumarino, en el Hotel Crillón. Salió en libertad luego de tres años de cárcel y publicó otras obras, para luego dedicarse a la crítica. Parte de su vida y trayectoria literaria se resumen en el artículo "Cinco balas y un día", de la escritora Alejandra Costamagna, y en una reseña de Joaquín Edwards Bello, sobre Cárcel de mujeres, el libro que Geel escribió estando en prisión. Curiosamente, el caso de María Carolina ocurre en el mismo Hotel Crillón, en el que la escritora María Luisa Bombal intentó matar a su amante de un disparo.

El caso chileno más reciente, y estremecedor, es el de la escritora Mariana Callejas, una cuentista que devino en asesina junto a su marido, el estadounidense (para variar) Michael Townley. Callejas se hizo conocida por su rol como agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de Augusto Pinochet, en la que participó en diversos atentados terroristas y otros delitos, entre ellos, directamente en el asesinato del general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert en Buenos Aires en el año 1974 y aparentemente como cómplice en el asesinato de Orlando Letelier y su secretaria Roni Moffit. el 21 de septiembre de 1976 en Washington. Por si fuera poco, la casa del matrimonio en Lo Curro fue ocupada como centro de torturas.

En una escala menor que la de Callejas, dentro de los casos más recientes, y geográficamente cercanos, está el de la poetisa peruana Giuliana Llamoja, que salió libre el año 2009 tras una condena que cumplió por asesinar de sesenta y cinco puñaladas a su madre María del Carmen Hilares. Al salir declaró que «Soy una persona feliz porque tengo a Dios en mi vida, porque tengo a mi familia y hay muchos motivos por los cuales sonreírle a la vida, y la poesía es uno de ellos».

Eduardo Contreras Villablanca

Ha publicado cuentos en revistas y antologías. Su cuento «Antes del anochecer» forma parte de la compilación Santiago Canalla (Espora Ediciones 2019). Ha recibido el Primer Premio de Novela de la Municipalidad de Santiago el 2002, y el Primer Premio del concurso «Fantoches» el 2017 en Cuba. Ha publicado las novelas Don´t Disturb: Crónica de un encuentro en Cartagena de Indias (Mago Editores, 2005) y Será de madrugada (Ceibo editores, 2015). El libro Cuentos urgentes para Nueva Extremadura fue publicado por la editorial Espora el año 2016. En el año 2019 publica La verdad secuestrada (Mago Editores - Espora) a cuatro manos con Cecilia Aravena Zúñiga. También a dúo es su novela negra Estación Yungay, en la colección «La Otra Oscuridad» (Espora -Rhinoceros).

Este artículo ha sido publicado en el octavo número de la revista que puede ser adquirida a través de su sitio web trazasnegras.cl

Imagen original extraída de sech.cl

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