Del sarcófago a la papeleta: la clase política y sus cadáveres reciclados se reestrenan en una nueva fiesta democrática

Como en un bugeo eterno, este 7 de mayo tendremos que ir a votar, nuevamente, por el mal menor, si es que lo hay.

Por J. Murieta

Es que nadie se esperaba este desastre hace dos años atrás: Jaime Ravinet, Jorge Ulloa, Robert Contreras, Sergio Bitar, Marcelo Schilling, Edmundo Eluchans, Gonzalo Yuseff Quirós, Carmen Frei, Gloria Hutt, Rodrigo Delgado, Juan Sutil,Germán Becker, Alihuén Antileo ... Todos son candidatos al consejo constituyente.

El desastre político que se hacía evidente hace años, con el triunfo del rechazo, se volvió actualidad permanente.

Y la clase política, en el absurdo mundo del reciclaje comunicacional, muy propio de la época, se realizó una cirugía plástica tal como lo hizo Carter, para que de alguna manera el nuevo rostro humano viniera a convencer a la población que ellos no eran tan malos. Así como pasó con Carabineros.

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Y de paso, buscan convencernos de que una nueva elección mejorará lo que hay.

Es decir, buscan dar legitimidad al desastre político que ellos mismos han provocado. La clase política en su eterno ejercicio de banalidad, vuelve a mostrarse como la causa y la solución de todos nuestros problemas.

Y el encuadre de los medios ha hecho lo suyo. Bueno, y el Gobierno de Boric también ha tenido su mérito. Es que ambas expresiones de las elites dominantes muestran lo que realmente son: una excusa para ganar tiempo, para evadir lo urgente, para postergar lo necesario, para volver a embolinar la perdiz.

Es como si este país hubiese vuelto a los 90, a los dosmiles, a esa época donde no había estallidos sociales y los poderosos se podían reír, sin temor, de la impotencia de la mayor parte de la población.

Porque la gente volvió a hacer bingos, a hacer colectas solidarias. Pero también a enojarse, esta vez no contra un enemigo poderoso determinado, sino contra todo: el inmigrante, el delincuente, en fin, el otro que es culpable de la miseria que vivencio.

Bueno y tenemos derecho a sentirnos estafados, engañados, defraudados. Y en ese estado, también es fácil que caigan embaucados los desesperados, frente a algún Blacaman vendedor de milagros de moda.

"Y aunque a ustedes les sobra derecho para no creerme después de haber padecido durante tanto tiempo mis malas mañas de embustero y falsificador, les juro por los huesos de mi madre que esta prueba de hoy no es nada del otro mundo sino la humilde verdad"

Así narraba García Márquez a los clásicos embusteros de nuestras repúblicas bananeras en su cuento.

Y tal como Blacamán, los medios construyen un hálito de legitimidad y heroísmo histórico a los líderes de la clase política de los que el pueblo de a pie ya está asqueado, aburrido, cansado. Les moldean un mausoleo comunicacional.

Pero un mausoleo sigue siendo una tumba.

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