La división sexual del trabajo propia del patriarcado generó múltiples repercusiones, tales como la exclusión de ciertas labores a hombres y mujeres, así como la presión por realizarlas. De este modo, se ha normalizado que los trabajos de cuidados en general sean realizados por mujeres de manera preponderante, y así es como empleos relacionados con ello son feminizados, así como el trabajo doméstico, sin que medie una retribución salarial.
Aniceto Hevia
De acuerdo a la última Encuesta Nacional del Uso de Tiempo (ENUT) en todo el país las mujeres destinan más tiempo al trabajo no remunerado que los hombres, la diferencia es un promedio de 2:05 horas, en un día tipo. En este contexto, el informe señala que «independiente de la jornada de trabajo en la ocupación que se tenga, ellas destinan mayor tiempo a la carga global de trabajo», agregando que esta brecha se acentúa en los quintiles más pobres. La Encuesta también releva que en el marco de las "actividades personales", los hombres dedican 26 minutos más que las mujeres al ocio y vida social en un día tipo. Evidentemente, estas brechas se harían más ostensibles si se considerase una semana completa, por ejemplo.
Hace algunos años, Fundación SOL, publicó No es amor, es trabajo no pagado: Un análisis del trabajo de las mujeres en el Chile actual. En esta investigación se aborda la relevancia económica que tiene el trabajo doméstico, pues constituye la base indispensable de la reproducción de la riqueza, sin embargo su desconocimiento como trabajo posibilita que tampoco se considere como una actividad económica relevante y, así, no sea remunerada. El ciclo de injusticia se cierra cuando los propietarios de medios de producción se sirven de la fuerza de trabajo reproducida gracias al trabajo doméstico, sin que les signifique costo alguno.
Posteriormente, en 2021, la misma institución difundió ¿El tiempo es oro? Pobreza de Tiempo, desigualdad y la reproducción del Capital. Aquí trazó una "Lı́nea de la Pobreza de Tiempo" fijada en una jornada y media legal (67,5 horas de trabajo semanal). O sea, si alguien labora más de que esta cantidad se considera "pobre de tiempo". Esta situación provoca la carencia de momentos para el ocio, el autocuidado, por ejemplo. Bajo esta premisa, el 53% de las mujeres que trabajan remunerada y no remuneradamente se encuentran en Pobreza de Tiempo, mientras que el 36% de los hombres la sufre.
El informe también indica que el mayor porcentaje de Pobreza de Tiempo presentado por las mujeres es de 61% en los hogares nucleares biparentales con hijas/os mientras que, en la misma condición, un 40% de los hombres está afecto ella. Esta diferencia también se expresa, aunque menos acentuada, en hogares biparentales sin hijos, donde el 45% de las mujeres son pobres de tiempo.
El documento afirma que los hombres dedican en promedio 18,1 horas de una semana al trabajo doméstico y de cuidados, mientras las mujeres dedican más del doble llegando a casi 41 horas.
Las repercusiones de la desigualdad en el uso del tiempo alcanza lo económico, lo cultural, los niveles de satisfacción y bienestar, entre otras dimensiones. En la primera propuesta constitucional se establecía el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados, consignando en el Artículo 49:
«El Estado reconoce que los trabajos domésticos y de cuidados son trabajos socialmente necesarios e indispensables para la sostenibilidad de la vida y el desarrollo de la sociedad. Constituyen una actividad económica que contribuye a las cuentas nacionales y deben ser considerados en la formulación y ejecución de las políticas públicas.
El Estado promueve la corresponsabilidad social y de género e implementará mecanismos para la redistribución del trabajo doméstico y de cuidados, procurando que no representen una desventaja para quienes la ejercen.»
Visto en perspectiva, parece una mofa lo redactado en el programa de gobierno de Gabriel Boric, respecto a cómo superar esta desigualdad:
«Con miras a superar esta injusta división sexual del trabajo y la precariedad en la que se ejecutan las labores de cuidado, nuestro Gobierno establecerá un Sistema Nacional de Cuidados (SNC) que coordine con perspectiva feminista, intersectorial y comunitaria diferentes espacios institucionales bajo los principios del cuidado como un derecho social y humano, de acceso universal.
Proponemos transitar desde el sistema de cuidados actual, que descansa exclusivamente en la familia y especialmente sobre las mujeres, hacia uno de corresponsabilidad social de los cuidados, que involucre a los hogares, las comunidades y el Estado».
Desde amplios sectores feministas se reclama la justeza y la necesidad de que el trabajo doméstico sea pagado esto no sólo generaría el beneficio propio de la retribución salarial, sino que también contribuiría a su valoración pública y a superar el menoscabo de quienes lo realizan.
Imagen extraída de laizquierdadiario.cl/