[resumen.cl] Al conmemorarse los 43 años de ocurrencia del golpe militar de septiembre de 1973 seguimos constatando la persistencia de los efectos desastrosos que ha tenido para el pueblo chileno y para el país la imposición a sangre y fuego de los objetivos que se trazaron los sectores dominantes que impulsaron, organizaron y consumaron el derrocamiento del gobierno popular de Salvador Allende.
La dictadura no solo significó destrucción y muerte para el pueblo y sus sectores más organizados, no solo sembraron el terror mediante las ejecuciones, las detenciones masivas, las desapariciones forzosas, los campos de concentración, la tortura, los falsos enfrentamientos, el destierro y el cercenamiento de todas las libertades y conquistas de décadas de lucha. La dictadura se instauró con la clara finalidad de imponer un nuevo sistema de dominación hecho a pedido del imperialismo globalizante y hecho a medida de los poderosos empresarios nacionales y extranjeros.
Este sistema de dominación es el que sigue manteniendo al pueblo chileno sometido a condiciones de explotación y de desigualdad que los gobernantes de turno no han hecho más que mantener y prolongar, aunque realizándole circunstanciales maquillajes destinados a contener la sucesivas oleadas de protesta popular que se han producido a lo largo de estos 25 años desde el término formal de la dictadura.
La descarada distorsión de las pretendidas reformas que este gobierno se suponía iba a realizar se han convertido en un claro reflejo de esta ya tantas veces vista y repetida maniobra gatopardista de dar la impresión de que se hacen cambios pero para lograr que todo siga igual. Ni la reforma educacional, ni la reforma laboral, ni la reforma tributaria, ni ninguna suerte de reforma que pueda significar un cambio a favor de los intereses de la mayoría de la población ha sido llevada a cabo. Todo se ha convertido en una burda farsa, en una burda estafa.
Lo único que prevalece y perdura es el afán represivo y criminalizante de las movilizaciones y luchas populares que se levantan contra el atropello y el abuso de la clase dominante. A los poderosos empresarios de este país nada les basta. No les bastó la dictadura para apropiarse de las empresas y propiedades productivas del Estado chileno; no les bastó con convertir la educación y la salud de los más desposeídos en un negocio de mercaderes; no les bastó con apoderarse con garras de rapiña de los bienes y ahorros previsionales de los trabajadores creando un sistema de robo descarado y de miseria a largo plazo; no les bastó con destruir la agricultura y las tierras de cultivo del país para convertirlas en plantaciones (de pobreza) que solo generan sequía en el país, destrucción en el entorno y miseria en su población; no les bastó con que la dictadura les acomodara una legislación laboral propia de un sistema de esclavitud; no les bastó con la instauración de un sistema político y administrativo que respondía a sus concepciones retardatarias y coercitivas; no les bastó con dejar instaurado un modelo económico que responde a sus aspiraciones de dominio y de reparto del país, concebido como un mercado; no les bastó con destruir todo lo que fuera necesario destruir para imponer su sistema.
Nada les resulta suficiente. Todos sus logros dictatoriales los han coronado, ya en esta pretendida democracia, con la compra y venta de políticos de todas las raleas para que operen legislando y gobernando al servicio de los poderosos, protegiendo sus intereses, reprimiendo a los disconformes y descontentos; los han acompañado con colusiones de todo tipo en los más variados sectores de la economía con la clara definición de engañar y estafar a los ciudadanos comunes y corrientes, concebidos solo como consumidores; la han coronado instalando el endeudamiento forzoso de los chilenos como una forma de mantenerlos sometidos y esclavizados por la presión de las deudas; la han coronado instalando la corrupción y la amoralidad como norma de conducta de políticos y funcionarios y, por supuesto, con la utilización descarada de los medios de comunicación empresariales ocupados en generar condiciones propicias para el logro de sus mezquinos objetivos.
De todo este cuadro crítico es que la población chilena ha venido reaccionando en los últimos años. Ha sido y seguirá siendo un proceso lento pero que va incorporando cada vez más sectores en demanda de sus necesidades, de sus derechos, de sus intereses. Así ha ido ocurriendo con la lucha por la educación pública, gratuita y de calidad; así seguirá ocurriendo por poner término al sistema de robo descarado de las AFP y la recuperación de un modelo de reparto, solidario, público y tripartita; así ocurre con la lucha por una salud pública digna, oportuna, gratuita y eficaz; así ocurre con la lucha por la recuperación de territorios asolados por empresas forestales, mineras o de generación energética; así ocurre con la lucha por la recuperación de los mares y de las aguas; así ocurre con la lucha por los derechos de los pueblos, de los derechos culturales, de los derechos ambientales, de los derechos humanos. El despertar de los pueblos anuncia el término de un sistema y de un modelo que ya no puede seguir siendo tolerado.
Foto de Archivo: Protestas contra el sistema de AFP. Concepción, 2016.