A fines de septiembre de 1973 fue registrado un operativo en las Torres de San Borja, donde los allanamientos conllevaron la destrucción de libros y vinilos que los militares consideraban como material subversivo; un proceso que se ha concebido, al igual que otros, como un atentado a la memoria del pueblo.
Por J. Arroyo Olea
El 23 de abril se conmemora internacionalmente el Día del Libro, el cual se ha ocupado como un contexto donde se impulsa el ejercicio de la lectura mediante diversas actividades.
Es ante esto que la memoria trae consigo una -de las tantas- escena de la dictadura cívico-militar chilena; esta vez, relacionada con los libros.
Fue a fines de septiembre de 1973 cuando se realizó un operativo en el sector de las Torres de San Borja, región Metropolitana, donde papeles y libros eran lanzados desde las ventanas de los edificios y bajados a las calles por los militares chilenos. ¿El motivo? Levantar una fogata y quemarlos por su caracterización como material subversivo.
El hecho fue captado por personas que se encontraban dando cobertura en el lugar, concretamente realizando lo que sería el reportaje «Chile, el quiebre» y del cual el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos ha guardado registro.
https://twitter.com/rsumen/status/1385570292165185546
Jorge Monte Alegre explica que los allanamientos que se comenzaron a realizar «fueron la notificación de que cada familia debía revisar lo que tenía en casa; había que asumir que tener ciertos libros, discos o afiches podía ser peligroso».
Así, la «peligrosidad del texto» conllevó no solo la quema y pérdida de notables ejemplares, sino que también significó un atentado a la memoria que se encontraba en ellos o les rodeaba. El ocultar, desmenuzar o simplemente romper los textos de parte de las familias fue una respuesta inmediata al miedo que instaló la dictadura.
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Y es que los militares no diferenciaban. Desde textos marxistas, pasando por libros de la editorial Quimantú, hasta textos sobre Cubismo -pensando que tenían relación con Cuba- fueron víctimas de la búsqueda de los agentes del Estado.
Asimismo, el Museo de la Memoria ha indicado que textos como «La resistencia de los materiales» y «La serie roja» también fueron quemados, pese a que estos eran acerca de física y medicina, respectivamente.
Registros de la época muestran a los militares justificando su actuar: «son puros libros políticos» decían al calor de la fogata, seguido de la mención de otros artículos como «discos de Fidel Castro también, Che Guevara, acá deben estar todos quemados».
La imagen icónica sería, además de las fogatas levantadas por el Ejército con las memorias quemadas, el de un oficial solicitando que no se le hable a los soldados y que no se «dificulte la operación». Ante esto, quien guarda registro consulta si es posible conocer el motivo de la acción, a lo que el oficial cierra con un rotundo «No», guardando silencio, el mismo cómplice que se ha mantenido por casi 48 años.
Fotografía principal: rompiendotv