Las expansión de las actividades agrícolas que promueven la deforestación, la labranza excesiva de los suelos y el desarrollo de monocultivos demandantes de plaguicidas y fertilizantes sintéticos generan gases que contribuyen a recrear el llamado efecto invernadero, causante del llamado cambio climático. En efecto, por un lado, el continuo laboreo de los suelos, junto a la incesante producción, transporte, aplicación de insecticidas, herbicidas y fungicidas, y el desecho de sus envases, incrementa la cantidad del dióxido de carbono. En el mismo sentido, y producto de prácticas y tecnologías que agotan la materia orgánica de los suelos, alterando sus características biológicas, químicas y físicas, se extraen, fabrican y aplican fertilizantes químicos que no solo implican una alteración en la vida de suelos, sino que además emiten gases que, como el óxido nitroso, incrementan l efecto invernadero.
Por María Elena Rozas y Javier Souza Casadinho | Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAP-AL)
Pero no se trata solo de tecnologías, entendidas como creaciones humanas o el modo en el que los seres humanos hacemos las cosas, por ejemplo producir alimentos, sino que se trata de herramientas, insumos, modos de intervenir en la naturaleza que expresan intereses económicos, culturales y políticos tanto de aquellos que las crean, las grandes empresas de plaguicidas y semillas, como las de quienes las propician o facilitan su adopción por parte de los productores /as agrícolas , en este caso los gobiernos.
En efecto, no podemos obviar que detrás de cada tecnología implícita en el mal llamado proceso de "modernización agrícola", hay investigadores pertenecientes a centros de investigación públicos y de empresas privadas que buscan generar tecnologías que amplíen temerariamente y de modo artificial, tanto los rendimientos agrarios como las ganancias corporativas.
Se trata de tecnologías, vale decir, semillas transgénicas, fertilizantes y plaguicidas altamente peligrosos, que son propiciadas por las políticas tecnológicas, arancelarias, educativas, cambiarias, productivas y alimentarias puestas en juego en la mayoría de los países de América Latina. Enfrentar el cambio climático, que ya está entre nosotros, no solo implica reducir la emisión de gases que lo propician, sino poder generar estrategias, prácticas, tecnologías que posibiliten una adaptación critica a dichas modificaciones.
Cambios en nuestras formas de consumo y producción, en las formas de tratar los residuos, en las de construir las viviendas, y en la de producir nuestros alimentos que impliquen repensar nuestra relación con el resto de los seres vivos incluidos dentro de la naturaleza que nos contiene y la cual posee ritmos, flujos y relaciones que les son propios y debemos comprender y respetar. Pero no se trata de soluciones tecnológicas sino de repensar nuestra inserción en la naturaleza, así como de patrocinar políticas que impliquen verdaderos cambios y no solo soluciones cosméticas.
Mitigación y adaptación al cambio climático, por nosotros, por las generaciones futuras y por el resto de los seres vivos. Desde RAP-AL una vez más llamamos a los gobiernos a generar políticas integrales, no parches, que impliquen el despliegue y consolidación de la agroecología como paradigma civilizatorio capaz de producir alimentos sanos, de calidad y en cantidad para todos los seres vivos respetando nuestra inclusión en la naturaleza. Los seres humanos alcanzaremos la consecución de todos nuestros derechos solo si conocemos y respetamos los derechos intrínsecos de la naturaleza