Por: Productora de comunicación social.
Año tras año distintas planificaciones extractivas, ecocidas y aplastantes nos proyectan la vida. Una vida que poco a poco obliga a la migración por falta de agua o por contaminación exacerbada.
Vivir en una zona que es sacrificada en nombre del desarrollo significa eso: vivir en sacrificio, respirando, bebiendo y comiendo muerte. Nos dicen que no saben, que hay que hacer estudios y que todo lo que hacen es amigable. Mentira. Nos tapan con mentiras.
Esta vez, las voces son del pueblo de San Francisco de Chiu Chiu, tierra ancestral Lickanantay en el Alto Loa del Desierto de Atacama. Si las personas llegaron aquí hace miles de años, aprendiendo a dominar la geografía y su rudo clima para sobrevivir, desde solo 1915, comenzaron a contaminar de forma acumulativa, primero el Salar del Indio y luego el Salar de Talabre, vertiendo en sus aguas las aguas sucias de la minería. Hoy es una gran área de 65 kilómetros cuadrados y se ubica a tan sólo 5 kilómetros de Chiu Chiu y a 6 kilómetros de Calama, en el norte de Chile.
¿Qué pasa con las napas subterráneas, con las aguas que sostienen los frágiles ecosistemas que resisten en el millón de veces llamado «desierto más árido del mundo»? Las aguas ya están contaminadas. Es una realidad. Y lo seguirán haciendo.
Ven a Chiu Chiu, antes de que solo sea historia.
Empresas contaminantes desde 1915 a la actualidad: