EDITORIAL | El oasis era un desierto hostil

Deportados cual si se tratase de peligrosos delincuentes están siendo despachados del país los inmigrantes venezolanos que han arribado a Chile alentados por la demagogia derechista y las campañas publicitarias del gobierno chileno quienes, siguiendo las indicaciones políticas del imperio estadounidense, han construido un escenario de descrédito del gobierno venezolano propiciando el golpismo y fomentando el éxodo. El oasis que les ofrecía el presidente Piñera no pasaba de ser un desierto hostil, plagado de penurias extremas, segregación, racismo, mentiras, odio y desigualdad.

Vestidos con overoles blancos, para visibilizar la humillación, y flanqueados en custodia por un numeroso contingente policial, para patentizar la segregación, por vía aérea 138 inmigrantes fueron deportados del país. La expulsión se produce sin respeto alguno por la dignidad ni por los derechos esenciales de las personas víctimas del arbitrio, argumentando la carencia de visa o un ingreso ilegal al territorio nacional para consumar el atropello. Es solo el primer cargamento visible de seres humanos deportados en masa por un gobierno que les incitó a salir de su país y les invitó a venir a éste con el solo propósito de saciar sus delirios políticos. Otros cargamentos humanos son despachados en buses para agilizar las deportaciones. Una barbaridad de comportamiento internacional que enloda y avergüenza al Estado chileno.

La intromisión en los asuntos internos de otros Estados en que ha incurrido el gobierno chileno, de la mano de las patéticas diatribas de Piñera y los sobreideologizados delirios de la derecha, indujeron a un traslado masivo y desamparado de personas venezolanas hacia la frontera altiplánica norte de nuestro país. El éxodo que generó una crisis migratoria, con dramáticas dimensiones humanitarias, en particular en las comunas de Colchane y Huara, representa un revés de proporciones para la derecha gobernante y el mandatario en funciones. Escupieron contra el viento, y ahora no podrán limpiarse la cara.

 

Fotografía: Johan Berna.

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En lo que constituyen expresiones grotescas de intervencionismo en los asuntos de Venezuela, más allá de los apoyos gobiernistas al ridículo personaje de la parafernalia derechista venezolana, Juan Guaidó, el año 2018 el gobierno chileno ofreció el otorgamiento de "visas de responsabilidad democrática" para las personas venezolanas que quisieran abandonar su país para instalarse en Chile. Esta ofrecimiento es reiterado y complementado el año 2019 con la promesa de una "visa consular de turismo" con el mismo fin, esto es "escapar de la tiranía venezolana", que traducido a idioma real no era otra cosa que los intentos por desestabilizar al gobierno venezolano, fomentar el golpismo de los sectores derechistas y antidemocráticos de Venezuela; además del interés por obedecer las órdenes de Trump en función de sus delirios bélicos.

Como consecuencia de estas campañas políticas y afanes golpistas en país extranjero, lo cierto es que más de 220.000 habitantes de aquel país solicitaron visas en el curso de esos dos años. De ese total, la cancillería chilena rechazó a la gran mayoría, y solo unas 59.000 fueron aceptadas; luego, el 2020, la cancillería declara cerrado el ofrecimiento de visas. Pero la piedra ya estaba lanzada, el ventanal ya estaba roto, y el flujo de inmigrantes se hacía imparable. Al gobierno chileno le calza perfecto aquel dicho de "siembra vientos, cosecha tempestades", aunque esta tempestad se produzca en el desierto más árido del mundo y las consecuencias las sufra una población venezolana víctima de las manipulaciones ideológicas de individuos mezquinos e inescrupulosos.

Miles de personas inmigrantes que se han trasladado por conductos irregulares, acicateados por los ofrecimientos incumplidos, incentivados por las visas entregadas, alentados por las promesas antichavistas de Piñera, empujados por necesidades económicas, grupos familiares completos, se convirtieron en presa fácil de mercaderes que ofrecían la fórmula de hacer posible el ingreso y asentarse en Chile, el lugar de la tierra prometida. El arribo se producía por decenas diarias de personas que se arriesgaron a hacer travesías terribles para llegar tan solo a instalarse en lugares inhóspitos y sin condiciones de refugio aceptable.

La solución del gobierno chileno fue la de siempre, la que reiteradamente utiliza contra los pueblos vulnerados, contra los humildes y carenciados: la violencia institucional. La indolencia habitual y la desidia inicial con que los gobernantes pretendieron hacerse los giles respecto del gran embrollo humanitario que habían creado con su demagogia estúpida, reaccionaron luego con el despliegue de fuerzas policiales y militares para impedir el flujo de inmigrantes, y para cercar y encerrar a los que ya habían ingresado en supuestos "refugios", como antesala de la deportación.

Hace dos años, en febrero de 2019, en una acción indigna y siguiendo los dictados del delirante Trump, Piñera viajaba hasta la frontera colombo-venezolana llevando un avión cargado de supuesta ayuda humanitaria para el "oprimido" pueblo venezolano. Cargamento de trastos inútiles, por lo demás, que quedó abandonado y convertido en basura en un pueblo fronterizo entre ambos países. Ahora, en febrero de 2021, un avión repleto de personas venezolanas sale de Chile expulsadas por el gobierno de Piñera; los inmigrantes no encontraron aquí ni oasis, ni asilo, ni ayuda humanitaria, ni vacuna, ni nada. Vinieron por la tierra prometida y conocieron el reino de la desigualdad.

Como es propio de su carácter, Piñera daba muestras de su compromiso humanitario controlando el proceso de expulsiones de inmigrantes desde su cómoda mansión de vacaciones junto al Lago Ranco. El ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Allamand, daba rienda suelta a su racismo y sus odiosidades negando la vacuna contra el virus SARS-Cov-2 a quienes hubiesen ingresado sin visa a territorio nacional. El ministro del Interior le cubría las espaldas a los avezados ideólogos de su gobierno, complementado con su propia estupidez: adujo que si los inmigrantes ilegales tenían Fonasa podrían vacunarse (¿?). El colmo de las torpezas.

En todo caso, ya a fines de 2019 el Estallido Social había dejado en evidencia que el famoso oasis de Piñera no era más que un espejismo, lección que también han podido aprender y dimensionar los latinoamericanos que han llegado al país en el curso de los últimos años. Las bravatas políticas de nuestro gobernante en funciones provocaron que miles de personas de Venezuela y otros países de la América Latina hubiesen tenido que vivir esta amarga y desoladora experiencia para conocer de cerca el significado de la mentira derechista, el engaño de políticos perversos y mercaderes sin moral.

La demagogia es una práctica despreciable que solo sirve a políticos mediocres para manipular a los habitantes de sus pueblos. El gobierno chileno, y Piñera en particular, que se sostiene sobre la base de la opresión, de la represión de los pueblos y militarización de los territorios, no tiene ninguna valía ni autoridad moral para cuestionar la democracia ni pretender condicionar la estabilidad de ningún país del mundo.

Nunca es demasiado tarde para aprender, pero no es posible permitir que estos abusos y manipulaciones sigan cometiéndose y comprometiendo el prestigio del país. Pero sobre todo, debemos hacer valer la necesidad de respetar la independencia y el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Ojalá los ciudadanos y ciudadanas inmigrantes víctimas de estas manipulaciones y flagelos hayan aprendido la lección.

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