EDITORIAL| Eléctricas: caro y malo

Entre las malas noticias de este año, una de las más importantes, es el alza significativa de las cuentas de electricidad, solo paliada en mínima parte por el sempiterno remedio neoliberal: el subsidio, con decepción nos enteramos de los contratos leoninos suscritos por Piñera y las empresas eléctricas, en medio de la pandemia, para congelar los cobros.

Pues bien, si eso era malo, puede ser peor, el último temporal -una tormenta de fuertes vientos, propia de invierno en esta época- dejó a un millón de clientes sin servicio, la reposición se lleva a cabo con lentitud pasmosa, dos días después de terminado el evento aún quedan 300.000 clientes sin energía, dañando sus alimentos, trabajos, estudios y bienestar general, considerando que en Chile el grado de electrificación de las viviendas es muy alto, ni siquiera mencionar a las personas electrodependientes, que viven estos cortes con especial angustia.

Chile es un país en que se ha avanzado muy poco en el soterramiento de cableados, pues es más barato para las empresas el antiguo sistema de postes para la distribución, pero en un país de las características climáticas que tenemos lo bueno debe primar por sobre el costo. Lo vivimos con los terremotos, cambiando las normas constructivas para que los efectos sísmicos sean mínimos, aunque eso signifique mayor inversión para las constructoras.

Pues bien, el alto costo de la energía en Chile, un país que produce suficiente electricidad para todo el país, no puede tener cortes porque un temporal hace caer el cableado, menos que sea por la poca mantención del arbolado urbano. Esto denota el poco control del Estado sobre las empresas de distribución eléctricas; en esta oportunidad no hay autoridad ni personero que se pronuncie sobre planes de gestión, si existen y se cumplen, si es solo de competencia municipal. Nadie sabe o, más bien, todos callan.

En definitiva, es caro y malo. A las pésimas colusiones de farmacias, supermercados, empresas de alimentos y un largo etcétera, agreguemos ahora a las distribuidoras de electricidad. Si nos van a meter la mano al bolsillo con tal descaro, por lo menos que estas empresas se hagan cargo de un plan sistemático de soterramiento de cables, mantención del arbolado y cuidado de las líneas para mitigar los efectos de estas situaciones. Porque obvio, los temporales seguirán ocurriendo, siempre.

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