El fracaso, la ineptitud e inoperancia, del gobierno de Piñera ha alcanzado formas de inmoralidad y ribetes de desvergüenza durante el desarrollo de la presente movilización social. El saldo trágico de los desaciertos de los gobernantes se traduce en más de 20 víctimas fatales, más de 300 heridos de diversa consideración, más de 200 atropellos, amén de otros daños y costos difíciles de precisar. Y más de 2000 personas detenidas por las fuerzas represivas. Pero desde La Moneda, "como si lloviera", no asumen ninguna responsabilidad; impera la cultura de la impunidad que la propia derecha gobernante ha impuesto como forma de ejercicio del poder y nadie asume la responsabilidad política de los daños, de lo errores, de los costos humanos, de las muertes, de las tragedias.
El presidente Piñera es, desde luego, el principal responsable de los hechos criminales, de los hechos de violencia represiva, de las tragedias humanas que se han producido en los últimos días en el marco de la movilización social en curso. Sus desaciertos gobernantes han creado condiciones objetivas y azuzado las condicionantes para que se produzcan hechos lamentables y la población pague costos dolorosos.
Los muertos, los heridos, los violentados, los golpeados, los atropellados, los maltratados, los torturados por las huestes represivas lanzadas a la carga contra la población civil, no son solo cifras, no son solo una estadística, ni es aceptable estar haciendo comparaciones con nada. Cada vida, cada ser humano es valioso y merece se le respeten sus derechos humanos elementales. Pero, por el contrario, el gobierno está vulnerando estos derechos y produciendo costos irreparables, y no solo no corrige su actuar sino que defiende su hacer represivo y criminal, justifica a los hechores y azuza a las fuerzas represivas a seguir atentando contra la población civil. Esta escalada ha llegado al extremo espantoso de que durante las horas de toque de queda las fuerzas represivas en Santiago centro han estado utilizando la Estación Baquedano del Metro (la misma empresa que colmó el vaso con su avaricia y genera todas estas consecuencias) como cárcel de detenidos y centro de tortura. El colmo de la ignominia; la Estación Baquedano queda en plena Plaza Italia, la misma que ha sido centro de multitudinarias manifestaciones en Santiago, la misma de las celebraciones históricas, la misma que los cursis llaman Plaza General Baquedano y para el pueblo es y seguirá siendo Plaza Italia. El día de hoy se constituyó en el mencionado lugar un fiscal judicial, el director del Instituto Nacional de Derechos Humanos y la Brigada de Derechos Humanos de la PDI, para investigar las denuncias recibidas por parte de detenidos que han sido vejados en ese lugar. Es demasiado el desparpajo y la inmunidad con que actúan estos agentes represivos; y en ese desparpajo e inmunidad desde luego que viene del respaldo, protección y azuzamiento que reciben desde La Moneda. Accionar represivo que con toda certeza recrudecerá esta noche como represalia a la contundente respuesta social expresada en millones movilizados en todo el país, en respuesta a la burla de anuncios efectuados anoche por el presidente Piñera.
Aparte de mostrar total ineptitud e inoperancia para resolver los problemas sociales cuya solución denuncia y reclama esta multitudinaria y persistente movilización social, que se prolonga ya por sexto día consecutivo, el gobierno ha sido totalmente ineficiente para impedir que se produzcan más calamidades y más tragedias. También es hora de decir ¡ya basta!
El señor ministro del Interior y Seguridad Pública, Andrés Chadwick Piñera, responsable del orden interno del país y de la seguridad de los ciudadanos debe asumir su responsabilidad política y renunciar al cargo que mal ostenta. El señor Chadwick es culpable de las muertes que se han producido en estos días de manifestaciones y muy en particular de los asesinatos y heridos provocados por las desbocadas fuerzas represivas.
El señor ministro de Defensa, Alberto Espina Otero, responsable de las fuerzas armadas, debe renunciar por su total incapacidad para controlar el accionar de las tropas militares y policiales que han mandado a las calles
El señor ministro de Justicia y Derechos Humanos, Hernán Larraín Fernández, debe renunciar a su cargo pues su gobierno está transgrediendo normas elementales de derechos humanos y él no ha levantado un dedo para impedir tales atropellos, que están cometiéndose ante y bajo sus narices.
La señora ministra de Transporte, Gloria Hutt Hesse, debe renunciar a su cargo porque su inoperancia y arrogancia negó toda posible solución a un problema de alza de pasajes que, como está visto y comprobado, era perfectamente posible y fácil de resolver sin que la tierra dejase de girar. Es decir, bastaba que tuviese un poco de sentido de la común responsabilidad para que ya se hubiese ido, ni que hablar de la responsabilidad política.
El Alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, tiene que renunciar. Este mediocre y patético funcionario de la derecha más conservadora, es responsable de haber tratado con métodos arbitrarios y estúpidos las demandas de los estudiantes de Santiago y de haber adoptado medidas imbéciles para reprimir los reclamos de los alumnos de Instituto Nacional, en particular; en un hecho inaudito, utilizó la represión policial como respuesta a los estudiantes del IN al extremo de llevarla hasta el interior del emblemático colegio santiaguino; forzó a los estudiantes a acciones y medidas radicales y no tuvo un mínimo de sensibilidad social para afrontar soluciones de aquellos problemas. Como sabemos, son los estudiantes del IN los que comenzaron con la estrategia de Evasión Masiva para oponerse al pago obligatorio de pasaje estudiantil y oponerse al alza de 30 pesos del pasaje en general. En pocas palabras, el alcalde de Santiago, es el responsable primario de la actual movilización y sus trágicas consecuencias. Y el mentado señor alcalde ahí sigue en el sillón municipal como si lloviera, como si todo lo ocurrido fuese producto de las berenjenas.
Esta cultura de que se puede hacer cualquier cosa, que se puede causar cualquier daño, que se puede de todo utilizando de todo, y que no te pasará nada en contra, que nadie te sancionará, que nada te cuestionará, es la cultura de la impunidad con que se abanica el poder y la clase política. Impunidad que viene sustentada en el apoyo que les brindan los poderosos empresarios dueños del país para quienes estos políticos trabajan y a quienes estos políticos sirven desde el aparato del estado. Viene, además, de la impunidad que ambos -políticos y empresarios- le han brindado a los grandes crímenes cometidos por las fuerzas armadas (también a su servicio) durante todas nuestra historia. Pero llegó también la hora de comenzar a poner término a esta sucia cultura de los impunes.
¡Renuncia Piñera! La demanda expresada en pancartas de la población movilizada toma cada vez más sentido.
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