EDITORIAL| ¿Somos o no somos?

Ante la crisis desatada por el anunciado cierre de Huachipato cabe hacerse tantas preguntas que, el acumulado de dudas, lo único que ha logrado es la intranquilidad de los trabajadores de la usina y de todo el Gran Concepción que se ve, directa o indirectamente, involucrado y afectado.

La semana pasada surgió, entre otros muchos actores, la posición de los gremios empresariales del Biobío, entre ellos los muy influyentes Instituto Regional de Administración de Empresas (IRADE), Corporación Chilena de la Madera (CORMA), Cámara de la Producción y el Comercio (CPC) Biobío, Cámara Chilena de la Construcción (CChC) y los Pescadores industriales. Pues bien, en declaración común dijeron que "el cierre de la usina es una señal de alerta, viene a acentuar la crisis que están viviendo las áreas productivas más relevantes del Bío Bío. Son esas industrias más tradicionales la viga madre de la economía de la región, y debemos cuidarlas y apoyarlas con políticas públicas oportunas y correctas".

Así las cosas, la contradicción de estos grupos que, habiendo bebido del neoliberalismo apoyado por el Estado durante cinco décadas, hoy reconocen el carácter estratégico de empresas como la acerera Huachipato, reconocen la virtuosidad del encadenamiento productivo que esta empresa creada por el Estado desarrollista logró construir, beneficiando a la región desde hace caso un siglo.

Pero, por otra parte, apuntando al ministro de Economía Nicolás Grau, le solicitan hacerse cargo del problema por el bien de la región, acusando de indolencia al gobierno, bregan por salvatajes y ayudas para mantener el statu quo de Huachipato, pero ¿Hasta cuándo? Hasta que la próxima crisis haga insostenible a la empresa y vuelta al llanto empresarial.

Si reconocen que el modelo de gestión neoliberal fracasa en estos casos de compleja administración, y reconocen que mantenerla es vital para la región, también reconocen que la cesantía será brutal, ¿Por qué no nacionalizamos la empresa? Así, el Estado se obligaría a mejorar la gestión, invertir en modernizaciones y proyectar la producción a nuevos sectores de interés, por ejemplo.

Claro, por aquí no pasan, su ideologismo los restringe y demuestran que su objetivo no es mejorar la economía de la región, sino esquilmar lo público para beneficiar al empresariado, tal como en los ochenta, repitiendo la receta de los Chicago Boys que destruyó buena parte de la industria del Biobío. Entonces, entre la muchas preguntas, nos planteamos otra para los empresarios: ¿Somos o no somos?

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