Los actores de la nueva economía entendieron muy bien los preceptos de la antigua: los siguieron al pie de la letra, los adaptaron, los profundizaron y terminaron creando una casta feudal y numérica que se ha lanzado en una expoliación planetaria de la vida íntima de los usuarios de Internet. A la sombra de la ignorancia de los Estados, de su complicidad con los grupos de poder, de su histórica inclinación a dejar sin protección a los ciudadanos y crear espacios de impunidad para beneficiar a las grandes industrias, se fue gestando un sector juvenil y «progresista» que acabó en un fiasco estrafalario.