Dr. Franco Lotito C. - Investigador y Docente (UACh)
El cáncer, además de representar un grave problema de salud pública con carácter global que afecta a millones de personas en todo el mundo, es una enfermedad que está considerada -culturalmente- como un perfecto sinónimo de angustia mental, grave daño físico, mal pronóstico y muerte, razón por la cual, no resulta fácil para nadie recibir las siguientes tres palabras como diagnóstico: ¡USTED TIENE CÁNCER!
Para la mayoría de las personas que reciben este diagnóstico, estas palabras que resuenan, una y otra vez, intensamente en la mente del que las escucha, representan -literalmente- una sentencia de muerte, y en lo único que puede pensar el sujeto afectado es: "¿Cómo me libero y me deshago lo antes posible de esta maldita enfermedad?", estando la persona dispuesta a hacer todo lo que se le indica, por oneroso, peligroso y poco realista que ello sea.
El anuncio de una enfermedad como el cáncer es como una bomba de alto poder explosivo que hace trizas los cimientos y el entramado de la vida que, poco a poco, hemos estado construyendo en función de ciertas certezas que nos entrega la madre naturaleza acerca de cuánto tiempo viviremos, y que obliga ahora a las personas a entrar en un campo ignoto y lleno de incertidumbre acerca del futuro que espera al sujeto afectado.
Las emociones que experimentan las personas se desbordan y toman el control sobre la capacidad de razonar, anulando completamente a la zona prefrontal, responsable de las decisiones ejecutivas, de razonamiento lógico y de planificación, y lo único que aparece en el horizonte, es una mezcla caótica de mucha rabia, tristeza y miedo. Esto último, puede llevar al sujeto a distintas reacciones: (a) caer en una depresión y sentir lástima de sí mismo, (b) actuar como zombi y a permanecer como un sujeto estático en zona neutra, (c) convertirse en el centro de atención y dejarse querer y cuidar por la familia, o finalmente, (d) decidirse a enfrentar todo lo que venga a futuro con una actitud de lucha imbatible y una fe inquebrantable.
Muchas personas se enferman -y fallecen de cáncer- en función de una o más de las siguientes circunstancias:
1. La carga o constitución genética de las personas (que se transmite de padres a hijos).
2. Las condiciones ambientales en las cuales debe vivir la persona (en el norte de Chile tenemos verdaderas cloacas químicas pro cancerígenas).
3. El azar y la mala fortuna (o la casualidad).
De acuerdo con la información que entrega la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 70% de los enfermos oncológicos que residen en países en vías de desarrollo están destinados a morirse, lo cual representa una verdadera vergüenza en términos sanitarios y una verdadera muestra de incompetencia administrativa a nivel de gobierno. Y dando respuesta al título de este escrito, yo quiero destacar -y afirmar de manera enfática- que muchas de estas muertes ¡son muertes innecesarias!
La gente se está enfermando -y muriendo de cáncer- por desconocimiento, por no disponer de información adecuada y veraz, porque no existen suficientes programas preventivos de salud en el país, porque la gente no dispone de los recursos económicos para recibir una atención de salud como corresponde (y que se merece), porque no existen todos los centros de atención clínica y hospitalaria que los enfermos necesitan, porque hay cientos de empresas nacionales y multinacionales que producen y venden alimentos que contienen ingredientes cancerígenos, porque no existe una política de estado que sea coherente con la "salud" que se le promete a la ciudadanía cada vez que hay elecciones políticas, entre otras muchas razones.
Asimismo, la gente se muere por ignorancia, e incluso por desidia y descuido. ¿Por qué razón destaco esto último?
Muy simple. De acuerdo con la OMS, alrededor de un 30% de las muertes por cáncer se deben a cinco factores de riesgo de tipo conductuales y dietéticos que son perfectamente educables y evitables por parte de las personas, a saber:
1. Tener un Índice de Masa Corporal elevado: el sobrepeso y la obesidad afecta en Chile a siete de cada diez personas mayores de 15 años y a cuatro de cada diez niños (Chile es el quinto país con más obesidad en el mundo).
2. Un nivel de ingesta reducida de frutas, verduras y legumbres.
3. Falta de actividad física: el 70% de la población chilena reconoce no hacer ningún tipo de actividad física, en tanto que el 75% está tratando de bajar de peso en función de haber practicado un sedentarismo a ultranza.
4. Consumo de tabaco: este hábito representa la principal causa prevenible de enfermedad, discapacidad y muerte en el mundo actual y, según la OMS, Chile da cuenta del mayor consumo de tabaco en el continente.
5. Consumo de alcohol: de acuerdo con los datos de la OMS, Chile, una vez más, es el país de América Latina con el mayor nivel de consumo de alcohol con 9,6 litros per cápita, por sobre Argentina que consume 9,3 litros, donde nuestras mujeres se llevan las palmas con ¡5,5 litros! de consumo de alcohol por sobre Paraguay y Argentina, con 5,2 litros. (El consumo de solo una pequeña cantidad de alcohol aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de boca, mama e hígado). Todo lo anterior, representa una triste -y mortal- realidad.
¿Se entiende ahora, por qué razón el autor de este artículo ha señalado que en Chile demasiada gente se muere de manera absolutamente innecesaria?