Por Juan Carlos Flores
En los últimos años y de forma sostenida, diferentes sectores mundiales, en especial vinculados a las grandes trasnacionales o sectores progresistas que han tratado de edulcorar la explotación, expoliación, dominación, violencia y destrucción del capitalismo patriarcal nos han señalado que las grandes transformaciones sólo pueden darse dentro de los márgenes del sistema-mundo hegemónico y vigente.
El capitalismo verde, el que nos promete explotación con sustentabilidad, en especial ligado a los megaproyectos, es el que cumplirá con estándares que las propias trasnacionales se establecieron a escalas planetarias. Ahora último toda la institucionalidad, en especial la local, se come el discurso del hidrógeno verde como la manera de construir energías limpias sin cuestionar el funcionamiento general del proceso de acumulación de riquezas en base a éstas. O el tranquilo capitalismo azul, vinculado a los océanos y en general a todos los cuerpos de agua, más aun cuando se comienza a cotizar en el mercado especulativo en Wall Street como parte del abanico de bienes comunes tranzados como commodities.
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O el tan esperado-impuesto capitalismo con rostro humano o ese Estado de derechos (anterior o futuro) que busca darle un cariz de repartición más equitativa a las miserias que el modelo mismo genera, lo que degeneró en la profundización del extractivismo o mercantilización del trabajo humano ante las trasnacionales para tener mayores arcas fiscales y así aumentar el precio de venta de la fuerza de trabajo formalizada.
Dicho de otra forma desde la perspectiva de América Latina, región dependiente y colonizada, golpeada sistemáticamente por los procesos de despojo a escalas globales, aumentó la precarización de la vida, la cual no fue distinta en los diferentes países en los últimos 20 años bajo distintas tonalidades.
Esto nos obliga nuevamente a pensarnos de forma distinta fuera de todo margen sistémico impuesto. A traer a la mente las rebeliones, levantamientos y revoluciones populares, juveniles, de mujeres, de los pueblos originarios, de los sectores precarizados y los Pueblos de Nuestra América.
Vivimos tiempos revolucionarios no sólo por la crisis aguda a nivel mundial (ecológica, de cuidados, los procesos reproductivos, de guerras y un largo etc.) sino que los bloques interimperialistas no son capaces de instalar como antaño a sangre y fuego una salida posneoliberal clara. Pero mientras desde abajo, desde el Sur global y los sectores populares del mundo nuevamente se retoman los caminos que apuestan a dar pasos históricos, superando no sólo el neoliberalismo, sino sobre todo el capitalismo patriarcal en clave antipatriarcal, anticapistalista, decolonial e internacionalista.
Nuestros mundos superaran la miseria del que nos han obligado a transitar, construyendo lazos basados en la vida y los ecosistemas.