Por Alejandro Baeza
Una especie de matonaje propiamente patronal fue lo que ocurrió hace unos días por parte de algunas personalidades en relación a INTEFERENCIA.
Todo comenzó este jueves, cuando el medio de comunicación dio a conocer que el candidato presidencial de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, había presentado sus primeros síntomas de Covid-19 el domingo 31 de octubre, siguiendo con sus actividades de campaña de manera normal, haciéndose recién un PCR el día martes y confirmar su diagnóstico positivo el miércoles.
Si se cometió un error, fue hablar de ficha médica cuando en realidad era información de Epivigila, el organismo del Minsal encargado de monitorear los contagios de coronavirus. La información fue corroborada y publicada al día siguiente por el mismo INTERFERENCIA en un artículo titulado Esta es la ficha de Covid que Gabriel Boric tildó de "fake" y que confirma que estaba con síntomas desde el domingo, donde se precisa este asunto con mayor detalle, aunque obviamente, con menor impacto, pues la bomba ya estaba lanzada.
No es mi intención detenerme en este tema en sí, ni la eventual irresponsabilidad en el comportamiento de un aspirante a la presidencia a ya más de un año y medio de pandemia, sino a la reacción de su sector, dirigencias y adherentes.
Tal vez por el entendible miedo a que pueda ganar la ultraderecha pinochetista representada en Kast, o simple seguimiento obsecuente, una parte importante de sus seguidores y seguidoras, azuzados por las dirigencias y principales figuras del Frente Amplio, hicieron una campaña contra el mensajero, atacando directamente al medio, con llamados a dejar de seguirlo en redes sociales, o incluso más grave, cancelar las subscripciones, es decir, desfinanciamiento.
Una bravuconería propia de la elite socio-económica que ha gobernado este país durante siglos, tal como lo hizo Juan Sutil con CNN Chile o Carozzi con La Red.
Tanto así que la asesora del candidato, Lucía Dammert, señaló en un infantil juego de palabras, que la intención del medio no era informar «ni entregar seriedad», sino «interferir», intentando despacharse años de trabajo sólo porque tocaron a su jefe.
Más allá del pretender dejar gente sin trabajo, a este insoportable llanterío progresista les parece más importante un «ataque» a su candidato que el papel que ha jugado el medio en otros episodios, como el crimen de Manuel Rebolledo, donde en una investigación en conjunto entre RESUMEN e INTERFERENCIA logramos publicar un video en que se muestra claramente cómo el infante Leonardo Caamaño Medina lo atropella adrede con su patrulla militar, registro que está siendo utilizado como evidencia en un juicio por crímenes de lesa humanidad ¿Ése es el medio que quieren «cancelar»?
De hecho, es evidente que cuestionar a Boric les parece más importante que cualquier otra cosa, porque el episodio se mantuvo como tendencia en Twitter en medio de un brutal crimen de Estado, como lo fue el asesinato de Yordan Llempi a manos de infantes de marina en la provincia de Arauco.
No obstante, esta misma camarilla de personajes se pelea por salir en los grandes conglomerados de la prensa escrita que tanto critican o luchan por poder estar en un matinal, sin embargo, se hacen inaccesibles para cualquier medio de comunicación independiente o comunitario, a los que supuestamente dicen estar más cercanos.
Finalmente, a las personas ligadas al Frente Amplio les molesta (quizás no tanto ahora) que les llamen la «Nueva Concertación», pero precisamente estos llamados son profundamente neoconcertacionistas, pues la cancelación de medios de comunicación críticos y puntudos, que jugaron un papel fundamental en los oscuros años de la dictadura, como las revistas Análisis, APSI o el periódico Fortín Mapocho, fue una de primeras obras de la Concertación cuando llegó la democracia, porque ya tomando el poder no les parecieron necesarios y por el contrario, les resultaban incómodos para imponer sus acuerdos y la nueva paz pactada con la dictadura, dejándole el campo de la información en su totalidad al duopolio de Copesa y El Mercurio (medios que, paradójicamente, no hicieron más que criticarles durante 30 años).
Eso sí, por lo menos la Concertación esperó a estar sentada en La Moneda para comenzar con su política de desfinanciar medios.