Por Juan José Muñoz Calderón
Durante los últimos días la cobertura de los distintos medios de comunicación sobre la situación de inmigrantes haitianos contagiados por coronavirus en un cité de Quilicura ha suscitado críticas y debate. La polémica gira en torno a la forma en que este hecho noticioso ha sido tratado, teniendo una cobertura excesiva, exponiendo a los habitantes y fomentando prejuicios hacia la población haitiana. Desde esta controversia revisaremos cómo la xenofobia y el discurso anti-inmigrantes ha estado presente durante la pandemia del COVID-19 desde mucho antes que los acontecimientos en Quilicura, siendo necesario frenar su expansión.
La discriminación anclada y normalizada
El virus no discrimina, pero nosotros y nosotras sí. Esto está claro respecto a condiciones materiales: no todo el mundo vive bajo las mismas condiciones de aislamiento, no todo el mundo puede quedarse en casa y no todo el mundo tiene el mismo acceso a la salud. Pero también está claro en otros aspectos de la vida social. Nos encontramos ante un virus cuyo tratamiento en términos comunicacionales se ha enfocado en dos perspectivas: sanitaria y económica; la dimensión social parece invisible, pero nos golpea día a día. Lo que se ha hablado al respecto se ha hecho principalmente desde la positividad, desde el repetido "la pandemia saca lo mejor de nosotros", como si no sacara a relucir, también, lo peor de nuestra sociedad. Corresponde analizar esto en base a continuidades: el aumento explosivo en los casos de violencia contra la mujer es una de ellas. No se trata que producto del encierro y el aislamiento han surgido espontáneamente casos de violencia, se trata que vivimos en una sociedad profundamente patriarcal en la cual la violencia sistemática contra la mujer se ve agudizada en circunstancias como las actuales. Situación similar se da en cuanto a otros tipos de discriminación, como la xenofobia. En un artículo publicado durante el mes de marzo, titulado "El capitalismo tiene sus límites", la filósofa norteamericana, Judith Butler advertía de la «rapidez con la que la desigualdad radical, que incluye el nacionalismo, la supremacía blanca, la violencia contra las mujeres, las personas queer y trans, y la explotación capitalista encuentran formas de reproducir y fortalecer su poder dentro de las zonas pandémicas».
El discurso contra las minorías se ve acentuado en contextos de desesperación social y de búsqueda de culpabilidades. El virus no puede ser visto como lo que es: un microorganismo biológico que se expande y genera enfermedades, un acompañante de la humanidad desde sus primeros días. Al contrario, el humano contemporáneo opta por buscar responsables, por apuntar con el dedo a quien no tiene más culpa que existir y ser discriminado. De la peste bubónica se acusó a los judíos, del VIH a los homosexuales y ahora, del coronavirus parece acusarse al extranjero. En un comienzo, durante los primeros meses del brote en China, se pensó que el contagio se reduciría únicamente a Asia y su llegada a Europa causó tanto desconcierto como tragedia. La reacción ante la expansión ha sido la contracción, cerrar las fronteras, no colaborar. Ahora, con el virus expandido a casi todo el mundo, desde la comodidad de la ignorancia y la intencionalidad política hay quienes acusan a China de la pandemia "por comer murciélagos", "por no advertir" e incluso de "crear el virus". Cualquiera de esas afirmaciones no debiese tener mayor eco, pero los discursos de odio siempre tienen público en sociedades cimentadas en la exclusión.
Discriminación y pandemia: el caso chileno
En el caso particular de Chile, como sabemos, la llegada del virus no fue principalmente por ciudadanos asiáticos. Por el contrario, se dio por chilenos con pasaportes timbrados en Europa. No hay forma de culpar a alguien por viajar, aunque la irresponsabilidad de no seguir las indicaciones de la autoridad sanitaria -también sumamente criticable- sí resulta condenable. El virus llegó por chilenos y se expandió entre chilenos. No se culpa a nadie. Pero cuando no se culpa a nadie, pues se busca a quién culpar, o al menos, a quien sindicar como potencial amenaza. Y esa amenaza está siempre en los grupos más vulnerables de la sociedad, sin importar que los hechos digan que el virus se haya expandido originariamente en comunas como Las Condes o Vitacura. Entre esos grupos vulnerables están los inmigrantes pobres en nuestro país, principalmente haitianos y peruanos; se les culpa por sus costumbres, por su precariedad, por su sospecha de irregularidad legal. Si bien no podemos señalar que esto se ha dado de forma tan marcada, explícita o generalizada, si existen atisbos de intencionalidad por señalar a los inmigrantes como una amenaza de contagio, además de un trato marcadamente desigual en comparación con otros grupos sociales.
El martes 7 de abril, el diario La Segunda publicó en su portada una foto de una mujer afrodescendiente con mascarilla sosteniendo a su hijo en brazos, esto acompañado del titular «Se estabilizan contagios y se relajarán cuarentenas». ¿Cuál es la intencionalidad de dicha portada? Tal como declaró un comunicado de la Coordinadora Nacional de Inmigrantes y de la Red de Periodistas y Comunicadores Migrantes: «Esta imagen no tiene relación precisa con la información que se quiere difundir, promueve un discurso racista, asociando la pandemia con las personas afrodescendientes», agregando que el medio de prensa «promueve el odio, manipula la información y alimenta la discriminación», basando dicha afirmación en situaciones anteriores en las que el medio había publicado titulares tendenciosos contra la población inmigrante.
Este tipo de discursos no se han restringido a los medios de comunicación, sino que el mismo gobierno ha colaborado en fomentar esta estigmatización. En una conferencia de prensa realizada el pasado 10 de abril, el presidente Sebastián Piñera declaró que «el rol de las Fuerzas Armadas ha sido muy importante y en áreas muy distintas [...] han colaborado en proteger mejor nuestras fronteras terrestres, marítimas y aéreas para evitar que a través de la inmigración ilegal podamos estar trayendo a nuestro país la contaminación o infección del virus que nos está atacando». Un discurso lejano a la realidad: primero, porque la fuente de contagio en nuestro país jamás fue por inmigración ilegal -llegó en aerolíneas y con papeles al día- y, segundo, porque el virus ya se encuentra altamente expandido en territorio nacional y los esfuerzos deben estar destinados a frenarlo en esos límites. La probabilidad de que se generen focos de contagio a partir de inmigración ilegal desde Perú, Bolivia o Argentina parece mínima -sobre todo considerando que en estos países fronterizos se ha decretado cuarentena total-, pero aun así estando dicha probabilidad, no parece algo que sea necesario destacar en conferencia de prensa como anuncio de la labor de las Fuerzas Armadas. Los controles fronterizos que ya se realizan rutinariamente debiesen bastar para detener esa amenaza, que parece mucho más ficticia que real.
El 15 de abril diversos medios de comunicación dieron a conocer que una mujer peruana portadora de COVID-19 había sido detenida en la Plaza de Armas de Santiago. Esta noticia fue ampliamente cubierta por televisión y llevó a la aparición y condena pública de autoridades como el alcalde de la comuna y el Intendente regional. La desobediencia ante la imposición de un régimen de cuarentena obligatoria es una irresponsabilidad y se encuentra contemplada como un delito para aquellas personas que han sido confirmadas como contagiadas. Sin embargo, ¿era necesario insistir en la nacionalidad de la mujer? Una de las materias en que el Ministerio de Salud ha insistido es en la privacidad de los datos de las personas contagiadas. ¿Acaso el dar a conocer la nacionalidad de una persona es un dato indispensable para anunciar dicha noticia? Parece innecesario e irresponsable, en cuanto lleva a formar prejuicios contra la población migrante. La enorme cantidad de personas que incumplieron cuarentena, llegando incluso a organizar fiestas, en comunas del Barrio Alto no tuvieron la misma cobertura en los mismos medios.
Un día después, un ciudadano haitiano fue detenido en una sucursal de la Administradora de los Fondos de Cesantía. La razón de la detención se debía a que el hombre estaría incumpliendo una cuarentena preventiva por ser contacto de un contagiado. Al ser detenido por Carabineros, el sujeto fue pateado por la espalda por un guardia de seguridad del recinto. Esto no implicó reacción alguna de los uniformados. Finalmente, se corroboró que el inmigrante no sólo había cumplido correspondientemente con los 14 días de cuarentena, sino que además había pasado más días en aislamiento como precaución por decisión personal. El 8 de abril se le había hecho un examen, el cual resultó negativo. La agresión del guardia nos demuestra cómo los discursos de odio contra migrantes tienen repercusiones en sus vidas cotidianas, siendo injustamente víctimas de agresiones y humillaciones en su diario vivir.
Finalmente, nos encontramos con los acontecimientos de esta semana en un cité de Quilicura. Se confirmó un número de 33 personas contagiadas en el lugar, que superaba el centenar de habitantes. Todos inmigrantes, todos haitianos. La situación llevó a un despliegue significativo de contingente policial, municipal, sanitario y de prensa. La noticia fue cubierta por todos los medios, mostrando los rostros de los habitantes, señalando que desobedecían a la autoridad, que vivían muchos inmigrantes ilegales y que no creían en los resultados de las pruebas PCR. Los medios apelaban a que con los inmigrantes había diferencias culturales que dificultaban el dialogo. Fueron agredidos por vecinos, que supieron que ahí vivían personas contagiadas.
Nuevamente nos encontramos con la violación de la privacidad. Todos los medios transmitiendo la noticia diciendo que eran haitianos, en el mismo lugar de los hechos. No es sólo una imprudencia, es una irresponsabilidad tomando en cuenta los lamentables casos de discriminación que han vivido personas contagiadas a lo largo del país. Todo por tener la noticia, por el titular tendencioso, porque eran haitianos, porque eran pobres. Quizás el único elemento rescatable de toda la cobertura noticiosa sea la visibilización de las pésimas condiciones de vida de los inmigrantes, que las autoridades trataban frente a las cámaras como si se tratara de una absoluta novedad, impactados por el hacinamiento, que seguro tampoco tendrá solución a corto plazo. El resto solo estigmatización, solo daño a gente que vive en una terrible precariedad y que lo que menos necesita es que se les apunte con el dedo, que se haga espectáculo de su miseria.
Los hechos descritos anteriormente muestran una curva ascendente en este tipo de casos. Es el virus de la xenofobia, virus social altamente contagioso que ha mostrado su potencial epidémico y que es necesario advertir, antes que escale en gravedad y se siga expandiendo.
Fuentes consultadas
-Portada Diario La Segunda: https://digital.lasegunda.com/2020/04/07/A
-Conferencia de Prensa S. Piñera junto a FFAA: https://www.youtube.com/watch?v=DSjO82DnIfM
-Detención mujer peruana: https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/region-metropolitana/2020/04/15/realizan-operativo-en-plaza-de-armas-capitalina-por-persona-contagiada-con-coronavirus.shtml
-Agresión a ciudadano haitiano: https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/region-metropolitana/2020/04/16/afc-chile-lamento-agresion-de-guardia-a-ciudadano-haitiano-trabajador-se-sintio-vulnerado.shtml
-Polémica cobertura cité Quilicura: https://www.eldesconcierto.cl/2020/04/23/redes-hay-discriminacion-en-los-matinales-indignacion-por-cobertura-a-cite-de-haitianos-en-quilicura/
-Artículo Judith Butler en recopilación Sopa de Wuhan: https://drive.google.com/file/d/1tShaH2j5A_9n9cWl6mhxtaHiGsJSBo5k/view?fbclid=IwAR0mS3g-baDze6woiYWMG0pn0UgSrZM1VY0D4N47FiBV0_JktSLJ21evAQM