Nació en la primavera de 2013 cuando Abu Bakr al-Bagdadi decidió, de manera unilateral y sin consultas previas, unificar el Estado Islámico de Iraq (EII) con el Frente al-Nusra, una organización satélite creada un año antes con el propósito de combatir en la guerra siria. Aunque los integrantes de este frente procedían originariamente del EII, lo cierto es que fueron ganando autonomía y se hicieron con el control de vastas zonas del país, sobre todo en las provincias de Alepo, Raqqa y Deir Zor. De ahí que este grupo rechazase la unificación y jurase lealtad a Al-Qaeda. En realidad ambos grupos guardan múltiples similitudes, ya que consideran que libran una yihad contra un régimen apóstata y persiguen la instauración de un califato islámico regido por la sharia. Sus diferencias, por lo tanto, no son ideológicas ni doctrinales, sino más bien basadas en las rivalidades personales. De hecho muchos de los militantes de al-Nusra no han tenido inconveniente en abandonar sus filas para incorporarse al Estado Islámico (EI) a medida que extendía su autoridad por nuevos territorios tanto en Siria como en Iraq. En ambos casos, al menos la mitad de sus combatientes son extranjeros provenientes en su mayoría del mundo islámico, pero también de los países occidentales (incluida España).
Por supuesto. Abu Bakr al-Bagdadi, que ahora se hace llamar el califa Ibrahim, fue lugarteniente de Abu Musab al-Zarqawi, líder de Al-Qaeda en Mesopotamia. Por lo tanto, el EI está directamente emparentado con Al-Qaeda, aunque en los últimos meses ambas organizaciones han marcado distancias, sobre todo tras la proclamación del califato islámico el 29 de junio pasado. Hoy en día, el EI y Al Qaeda se han convertido en rivales, ya que ambas compiten por dirigir el movimiento yihadista internacional. Está claro que Al-Qaeda es una organización en franco retroceso con una capacidad de maniobra muy limitada debido a los continuos golpes que ha sufrido y que cada vez es más dependiente de sus satélites o franquicias locales, que en realidad son las que le mantienen con vida. Por el contrario, el EI es un actor en ascenso que cada vez controla más territorios y dispone de mayores recursos. Quizás la principal diferencia entre ambas es que el EI limita por ahora sus acciones al mundo árabe y Al-Qaeda buscaba también 'golpear al enemigo lejano': es decir perpetrar atentados en el mundo occidental.
Ésta es una de las mayores incógnitas. En un principio contó con la ayuda de varios países del golfo Pérsico y de algunos de sus hombres más acaudalados, que les respaldaron con un doble objetivo. Por una parte, para tratar de derrocar al régimen sirio dirigido por Bashar al-Asad. Por otra parte, para promover un movimiento de credenciales salafistas en un país claramente secular, sobre todo si lo comparamos con otros vecinos de la región. Más adelante, a medida que se fue haciendo con vastos territorios en el cauce del río Éufrates, mejoró sus vías de financiación gracias al control de importantes campos petrolíferos. Otras fuentes de financiación son la extorsión a los hombres de negocios o la recaudación de impuestos. Tras la caída de Mosul se apoderaron de 400 millones de dólares depositados en el Banco Central. Por último, debe tenerse en cuenta que también cuenta con importantes arsenales de armas que fueron abandonadas por el Ejército iraquí en su precipitada huida. En Siria también ha asaltado los arsenales de otros grupos que combaten al régimen, como el Ejército Libre Sirio, con el que además mantiene una enconada lucha.
Durante el último año y medio, el EI ha encontrado en Siria un verdadero santuario y se ha aprovechado del vacío de poner para ganar una base territorial. El régimen sirio intenta convencer a la comunidad internacional de que el único rival al que se enfrenta es a los movimientos yihadistas próximos a Al-Qaeda, como el Frente al-Nusra o el EI. En la práctica, la situación es mucho más compleja, ya que estos grupos no tienen propiamente una agenda siria, sino panislamista. Su objetivo es hacerse con una base territorial desde la cual proclamar un Estado islámico y, por lo tanto, no comparten los anhelos de libertad de la población siria ni los llamamientos al establecimiento de un Estado secular formulados por la Coalición Nacional Siria, el principal grupo de la oposición radicado en el extranjero. En realidad, el EI es el enemigo ideal de Bashar al-Asad, que ha permitido que este grupo ganase terreno y se asentase en la provincia de Raqqa para tratar de dividir a las filas opositoras. De hecho, los únicos que han combatido al EI han sido los rebeldes. En las últimas semanas, al-Asad pretende ser reconocido como un interlocutor válido por EE UU y el resto de la comunidad internacional en el combate contra el EI, para así propiciar su progresiva rehabilitación y tratar de lavar sus manos, manchadas de sangre por una guerra que ha provocado al menos 200.000 muertes hasta el momento.
Los dos mandatos presidenciales de Maliki han agudizado las tensiones sectarias resucitando la posibilidad de una guerra civil como la que devastó el país entre 2006 y 2007. Para entender la situación de Iraq hay que hacer referencia a EE UU y a su invasión de 2003, que tuvo efectos demoledores, puesto que, además de provocar decenas de miles de víctimas, desarticuló el Estado-nación iraquí desmovilizando al Ejército y desbaazificando la Administración. La política norteamericana exacerbó las tensiones tribales, étnicas y sectarias provocando un recelo generalizado contra la población sunní. Esta situación creó el caldo de cultivo para la irrupción de Al-Qaeda en Mesopotamia y para la creación de milicias armadas chiíes y kurdas que impusieron su ley y desarrollaron operaciones de limpieza étnica en varias ciudades y regiones del país. Uno de los principales damnificados fue la población cristiana, ya que el 60% se vio obligada a abandonar el país. Además de tolerar y, en algunos casos, alentar esta violencia, Maliki fue incapaz de reconstruir el Estado iraquí y de garantizar una serie de servicios básicos para la población. En salud, educación, agua o infraestructuras seguimos estando muy lejos de los estándares previos a la invasión. Además, Irak es uno de los países más corruptos del mundo.
A cada una de las comunidades le afecta de una manera completamente diferente. Pese a las lecturas etnocéntricas que resaltan que nos encontramos ante un choque de civilizaciones, lo cierto es que los principales afectados por la irrupción del Estado Islámico son precisamente las poblaciones locales. El 99,9% de sus víctimas son sirios e iraquíes y no sólo se limitan a las sectas que ellos consideran heréticas, sino también a los propios musulmanes que tachan de descarriados o rechazan reconocer la autoridad de Abu Bakr al-Bagdadi. Éste fue el caso de las máximas autoridades religiosas sunníes de Mosul, que fueron ejecutadas sumariamente por no reconocerle como nuevo califa. La opinión pública internacional parece haber descubierto a este grupo tras la decapitación de Foley, pero el EI ya gobernaba Raqqa y otras ciudades desde mucho tiempo atrás. En estas ciudades se ha instaurado la sharia y la justicia es administrada por tribunales religiosos. Se obliga a las mujeres a que se cubran con el niqab y permanezcan recluidas en sus casas. Se ha instaurado, como en Arabia Saudí, una policía de la moral que vela por el mantenimiento de las costumbres islámicas. Además de castigos corporales a los vendedores de drogas, ladrones o adúlteros se han llevado a cabo lapidaciones, crucifixiones y decapitaciones de soldados o personas acusadas de traición. A los cristianos se les obliga a pagar un impuesto de capitación o a convertirse al islam. Los que no abandonaron previamente sus hogares se ven obligados a huir y el EI se apodera de todas sus posesiones. Debemos tener en cuenta que el EI es el hijo descarriado del salafismo saudí; por eso persigue con especial saña a los musulmanes chiíes, que son tachados de apóstatas. También algunas sectas sincréticas como la yazidí, extendida por el Kurdistán, está siendo exterminada por medio de un genocidio. Por último se considera que los kurdos seculares también deben ser perseguidos y eliminados. Por todo ello, el EI se ha convertido en una amenaza no sólo para la seguridad internacional, sino, y sobre todo, para la población local, que lleva padeciendo sus arbitrariedades desde hace ya casi dos años.
Ante el avance del EI, el Kurdistán iraquí se encuentra amenazado. Debe tenerse en cuenta que Iraq es un Estado federal y que el Kurdistán cuenta con una amplia autonomía, lo que les permite controlar todo lo referido a la seguridad, la educación, la sanidad, las infraestructuras y, parcialmente, sus fuentes petrolíferas. Es, por lo tanto, un Estado dentro de otro Estado. La caída del Kurdistán sería una hecatombe por varias razones. En primer lugar colocaría en una situación delicada a la población kurda, en segundo lugar amenazaría directamente al único aliado real que le queda a EEUU en Irak y, por último, expondría al peligro a la propia Irán, que pasaría a compartir fronteras con el EI. Por todo ello se ha establecido una alianza entre los dos archienemigos de la región -EEUU e Irán- para aprovisionar de armas al Kurdistán iraquí y evitar el avance del EI. También varios países europeos, entre ellos Alemania, Francia y Reino Unido, han enviado material bélico a los kurdos para frenar al EI. En lo que respecta a Israel, debemos señalar que es partidaria de la creación de un Estado kurdo, probablemente porque considera que así dejaría de ser una excepción en la zona y, también, porque es consciente que esta decisión debilitaría a dos de sus tradicionales rivales: Siria e Iraq.
El Iraq de Sadam Husein ejercía como un Estado tapón entre los dos grandes rivales regionales: Arabia Saudí e Irán. Con su caída, esta función desapareció. Sin duda, el principal beneficiado por la ocupación norteamericana de Iraq fue Irán, entre otras cosas porque se instauró un Estado sectario y la política se confesionalizó. Los chiíes, que representan el 60% de la población, pasaron de ser unos parias a controlar lo que quedaba de aparato estatal. Irán aprovechó la situación para reforzar su presencia en el país árabe provocando el temor de Arabia Saudí y del resto de las petromonarquías árabes del Golfo, que tienen importantes bolsas de población chií (no sólo en el caso de Bahréin). Todo ello motivó que estos países intentaran hacer descarriar al nuevo Iraq apoyando no sólo a las facciones armadas sunníes, sino también a los grupos yihadistas que empezaron a operar en las provincias sunníes iraquíes. Soy de la opinión de que debemos hablar de un conflicto por la hegemonía regional, pero es obvio que también existe una dimensión religiosa. Arabia Saudí e Irán son países antitéticos. El primero es aliado de EE UU, defensor a ultranza del conservadurismo y pone sus petrodólares al servicio de la expansión del ultraortodoxo salafismo wahabí por todos los confines del universo. El segundo es la punta de lanza del Eje de la Resistencia frente a EE UU e Israel, es el patrón de Hezbollah y del régimen sirio y pretende exportar un islam revolucionario. Ambos países libran una Guerra Fría por el control de la zona, lo que ha intensificado el sectarismo en todo Oriente Medio.
Han sido tantos que cuesta pensar que muchos de ellos no hayan sido intencionados con el objetivo de crear un caos controlado que hiciera inevitable su presencia en la región durante una larga temporada. Tradicionalmente, la política exterior norteamericana se ha basado en tres ejes: defensa a ultranza de Israel, alianza con Arabia Saudí (y el resto de petromonarquías del Golfo) y freno al comunismo. Tras el desmoronamiento de la URSS y los atentados del 11-S, este último objetivo fue reemplazado por la lucha contra Al-Qaeda. No obstante, el mundo de 2014 guarda poca relación con el existente tras la Segunda Guerra Mundial y las alianzas de entonces no sirven hoy en día. Hoy tanto Israel como Arabia Saudí pueden ser considerados Estados canallas, países que ponen en peligro la estabilidad de la región y violan sistemáticamente los derechos humanos más elementales, tal y como hemos tenido oportunidad de ver en la reciente agresión contra Gaza. En la práctica, su alianza acrítica con estos dos países se ha convertido en una carga estratégica que ha condicionado sus políticas regionales y deteriorado su imagen entre la población local. Obviamente, EE UU no puede modificar de la noche a la mañana su política exterior, pero lo cierto es que las posibilidades reales de hacerlo son extraordinariamente limitadas, puesto que Israel dispone de un poderoso lobby en Washington que elimina de raíz cualquier eventual crítica y Arabia Saudí se ha cubierto las espaldas comprando una parte significativa de la deuda externa norteamericana y subvencionando generosamente su industria armamentística mediante la compra de armamento sofisticado que sabe que nunca necesitará, ya que su propia seguridad nacional ha sido subcontratada a EE UU. A esta alianza con Israel y Arabia Saudí debemos añadir los errores de la Administración de Obama, particularmente evidentes en Siria e Iraq, donde ha apostado inequívocamente por el mantenimiento del statu quo, aunque ello implicase la conservación del régimen asesino de Bashar al-Asad y del sectarismo de Nuri al-Maliki.
Una vez que se ha constatado el peligro que representa el Estado Islámico, parece que los principales actores regionales han llegado a la conclusión de que es necesario golpearle antes de que sea demasiado tarde. Arabia Saudí y el resto de las petromonarquías del Golfo, principales responsables de la creación de este monstruo, consideran ahora que podría volverse en su contra y dejar de representar el papel que le habían encomendado: desestabilizar Siria e Iraq. A su vez, Irán ha presionado activamente al régimen sirio para que empiece a combatirlo, ya que en el pasado lo toleró con el objeto de dividir a la oposición y fortalecer al yihadismo: un enemigo ideal que le permitía presentarse como una trinchera frente a Al-Qaeda. También EE UU, tras el asesinato de dos periodistas estadounidenses, parece haber llegado a la conclusión de que su estrategia de contención basada en esperar y ver lo que ocurría en Siria no ha dado los resultados esperados, ya que ninguno de los bandos parece capaz de imponerse sobre su rival y los elementos yihadistas son los grandes beneficiados, puesto que han aprovechado el vacío de poder para conseguir una base territorial desde la que actuar. Esta tormenta perfecta podría crear un clima de entendimiento entre todos estos países anteriormente enfrentados para unirse en una alianza coyuntural contra el EI.
Desde su origen, el Estado Islámico ha dado una gran importancia a la difusión de sus mensajes vía redes sociales, tanto Facebook como Twitter, a través de las cuales difunde fotografías y vídeos de alta definición y editados de sus acciones, incluidos fusilamientos y decapitaciones, además de campañas de propaganda. Su revista Dabiq, que va a cumplir ya su tercer número, va dirigida a un público anglófono y tiene como objetivo, entre otras cosas, reclutar milicianos a lo largo del mundo. Aunque otras dos revistas han hecho aparición en los últimos meses. Además, disponen de una plataforma multimedia llamada Al Hayat Media Center.
El 14 de septiembre, los representantes de 26 países y tres organizaciones se comprometieron a formar una coalición para luchar contra el Estado Islámico "por todos los medios necesarios". Cinco días después, Francia, con aviones que despegaron desde una base en Abu Dhabi, lanzaba su primer bombardeo contra supuestas posiciones del Estado Islámico (EI) en Iraq. Seguía así los pasos de Estados Unidos, que el 8 de agosto iniciaba una serie de ataques aéreos contra el EI en ese país. El 22 de septiembre, Estados Unidos empezaba, con el apoyo de Bahréin, Jordania, Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, los ataques contra supuestas posiciones del EI en Siria. El 23 de septiembre ya se tenía constancia de varios civiles muertos en uno de los bombardeos en Siria.
A 23 de septiembre, en sólo cuatro días unos 130.000 kurdos de Siria habían huido del país y se habían refugiado en Turquía, después de que el Estado Islámico tomara decenas de pueblos en la frontera. La ONU se prepara para la posibilidad de que cientos de miles de personas busquen refugio en Turquía en los próximos días. A finales de agosto, unos 16.000 yazidíes provenientes de Iraq se refugiaban también en Turquía, y se espera que el número siga creciendo. Todas estas personas se suman a los 1,2 millones de personas que ya se encontraban refugiadas en Turquía huyendo de la guerra en Siria.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/24019-estado-islamico-es-hijo-descarriado-del-salafismo-saudi.html