Empecemos por la bandera. Pucha que me aburría yo cuando los lunes en el colegio teníamos que cantar el himno nacional mirando el trapito de colores. Nunca entendí ese patriotismo hueco. Cuando estaba en el colegio todavía no sabía que esos patriotas venden nuestras riquezas al mejor postor, nacional o extranjero. Simplemente me aburría.
En cambio que bien se ve esas banderas de las naciones invadidas, oprimidas, expoliadas. Ese patriotismo de combate. La bandera mapuche en nuestras marchas, la wiphala andina en las marchas peruanas. Si esas fueran nuestras banderas no habría corte de La Haya que pueda enemistarnos. Sabríamos clarito quien es el enemigo y que hay que pelear juntos.
La bandera palestina es de esas banderas. Y se metió al fútbol. Resulta que los palestinos decidieron ser palestinos. El club de fútbol Palestino decidió poner en su camiseta el antiguo mapa de Palestina. Y ahora resulta que ya no es solo un equipo chileno. Claro que sigue siendo nuestro. Pero ahora es de todos los hombres dignos que miramos ese mapa con respeto, más allá de donde nos toque haber nacido.
Ya era tiempo pues cumpa. Ya Kanoute, el delantero de la selección de Mali y goleador del Sevilla en la Liga Española, al celebrar uno de sus goles, se levantó la camiseta y mostró una de color negro en apoyo al pueblo palestino. Y el Palestino no hacía nada. Ya Ronaldo se negó a intercambiar su camiseta con un jugador de Israel. «Yo no intercambio mi camiseta con asesinos» dijo. Y el Palestino no hacía nada.
Hasta que por fin hizo. Y le fue muy bien. Ahora todo el mundo compra su camiseta. «Nos llegaron pedidos de varios países, como Marruecos, Turquía, Estados Unidos, Portugal, Alemania y España; de Sudamérica, sobre todo Brasil y Colombia; y del Medio Oriente, por supuesto», cuenta Roberto Felipe Abusada, encargado de ventas de Training Profesional, que confecciona la camiseta. Todos son hoy del Palestino.
Ojo que no pongo en la lista al jugador Anelka que en el partido del West Ham y West Bromwich el pasado 28 de diciembre, con un gesto nazi conocido como quenelle, popularizado en Francia por el cada vez menos cómico Dieudonné. Una cosa es ser antisionista y otra antisemita. No hay que confundir el antisionismo, entendido como una crítica política de los fundamentos, las estructuras y la política del Estado de Israel y el antisemitismo, entendido como el odio a los judíos. Una cosa es poner en cuestión la ocupación civil y militar de Palestina, la violencia del ejército israelí o, colmo de la abyección, la legitimidad del establecimiento y el mantenimiento, en el corazón del mundo árabe, de un "Estado de los judíos" fundado en una concepción racial de la historia y de las relaciones sociales y otra odiar a mi amigo José Miguel, que no tiene nada que ver en el asunto.
El izquierdista de salón anda diciendo que el fútbol es un distractor de las luchas sociales. Ya vemos que no. Si así fuera no le estaría prohibido en Turquía, a los jugadores, cualquier tipo de exhibición de mensajes políticos o eslóganes. Ya se sabe que no serán proclives al poder. Y ahora vemos al Palestino defendiendo a Palestina. Al pueblo brasileño en las calles porque quiere entrar gratis al mundial. A los obreros de Concepción vivando al Vial. A los negros de Lima con Alianza. Y el 87 al Colo Colo prestándole jugadores al equipo grone (veres de negro) ante una desgracia que provoco la muerte de sus jugadores ¿Quién nos dijo enemigos? Una cosa es ser pelotero y otra pelotudo.
Y dejo de escribir que tengo que ir a jugar.
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