[resumen.cl] ¿Cómo se podía escribir una biografía-crónica distinta a una hagiografía o a una caricatura adorativa? Que por ello pueda augurar un resultado diferente, porque lo público se atreve a entremezclarse con el ámbito de lo privado, y eso permite prefigurar visiones más complejas que el presente pareciera demandar. ¿Cómo relacionar las vidas de esa juventud con la de una organización revolucionaria de los 60 configurando una estrecha simbiosis?
Entre sus motivaciones, Ignacio Vidaurrázaga, autor de El MIR de Miguel, ha explicitado que su investigación ha tenido encima la marcha de un inexorable reloj biológico. Sólo un antecedente: hasta el momento, en esta investigación de más de un centenar, han fallecido ocho de sus entrevistados. Las clandestinidades, las persecuciones, la tortura, la prisión, los abusos de todo tipo, el exilio, la disgregación, las secuelas personales y familiares, el peso de la derrota, el quedar fuera del juego de la transición como generación política, todo eso ha ido poco a poco mermando a esas generaciones.
La mayoría de los y las entrevistadas son sobrevivientes de experiencias límites. El azar e insondables factores de los perpetradores, explica por qué no se transformaron ni en detenidos desaparecidos ni en ejecutados, después del secuestro, la tortura y la prisión. Sobrevivieron.
Este periodista-escritor el 2013 había publicado en el área de la investigación una obra que optó por asumir el día del golpe en Santiago desde la singularidad de los derrotados: o sea, la actitud de enfrentarse con armas frente a las mayoritarias fuerzas golpistas. Era el libro Martes once, la primera resistencia (2013, Lom). Al igual que en esta nueva entrega, mucho tiempo de investigación y la crónica convertida en una secuencia fílmica plagada de detalles. Un montaje de voces para reconstruir ambientes y escenas históricas e inexistentes.
Puntualiza su autor e investigador periodístico: "En medio del tiempo de revuelta parece que la fractura de toda esa juventud militante martirizada en dictadura e ignorada e inhibida en transición se había tomado su tiempo y reaparecía en forma de barras deportivas, movimientos feministas y territoriales y de defensa del agua y un sinnúmero de temas. Que esas fotos en blanco/negro de esos otros jóvenes detenidos desaparecidos y ejecutados recobraban vida en muchachos con aros, tatuajes, bicicletas y pañuelos verdes, que se declaraban no binarios y diversos".
Pero las generaciones miristas y las experiencias límite vividas son un corolario de "costos" que se reproducen como eco en las nuevas generaciones de hijes y nietes, las que también a partir de sus propias herramientas y percepciones reflexionan y cuestionan sobre esos actos de origen.
Esta extensa obra es la historia de una juventud de hace 50 o 60 años en formato de crónica y testimonio. Miguel Enríquez es uno más de ellos, pero ciertamente el más simbólico, aunque resulte demasiado similar a tantos.
La obra cimentada esencialmente sobre cientos de horas de entrevistas, cruzadas con otras fuentes públicas y testimoniales van configurando la cotidianeidad de esos años de militancia y dibujando un tipo particular de organización sesentista y rebelde. La obra revisita el ser joven en los 60 y 70 y desde ahí construye un MIR en lo común de sus rutinas y subjetividades.
Ignacio Vidaurrázaga afirma: "Me decidí por asumir un autor-narrador que oficiara como un montajista de esas muchas voces, incluso contradictorias y disonantes. La reconstrucción supone que no existe una historia única, que cada uno cuenta su relato, desde la condición que le correspondió en ese circunstancial momento: ser parte de un nivel de dirección o un sencillo y anónimo militante; su experiencia situada en la capital o en alguna provincia; pertenecer a las tareas públicas y de 'masas' como se denominaba, o 'especiales' según esa nomenclatura de secretismo y compartimentación".
Esta extensa investigación iniciada a fines del 2013 y escrita en pandemia entre el 2020 y 2021 no tenía ninguna posibilidad de prever la revuelta popular del 18/0. Ese movimiento de audacia y voluntad que a partir de un grupo de jóvenes secundarios tensionando el transporte del Metro de Santiago fue capaz en menos de una semana de cristalizar la imantación de otros miles a nivel nacional y luego de millones de rabiosos ciudadanos que perdían el miedo y pasaban todas las cuentas acumuladas de la dictadura… y de la transición.
¿Qué tenía que ver el MIR y Miguel Enríquez en la revuelta? ¿Qué tenía que ver el Venceremos? ¿Qué tenía que ver el Bella Ciao hecho actual por una serie sobre expropiadores de Netflix? ¿Cómo explicar el lienzo de Deportes Concepción con el rostro de Miguel? ¿O las obras El día en que nací o Yo no conocí a Miguel de Lo Hermida? ¿O los documentales existentes e incluso los inexistentes cómics? ¿O las decenas de tesis y libros respecto a una organización aniquilada y más tarde implosionada desde sus contradicciones y balances?
El trabajo de estas crónicas de memoria es ambicioso porque está desplegado en 40 capítulos. Temáticamente busca simultáneamente reconstruir una panorámica que incluya desde las tareas secretas de la infiltración en las fuerzas armadas hasta contar los 62 días de épica existencia de la radio Nacional mirista. La crónica reconstruye a Miguel en sus sentimientos y amores, en sus paternidades, en sus más significativos duelos y en las desconocidas cartas de su tiempo de expropiador de bancos y enamorado.
Según el autor de El MIR de Miguel: "rememorar esas experiencias es necesario porque ese traspaso con la implosión del MIR ha quedado trunco y porque que tras toda esa historia no solo estaba el dolor y los errores, sino también muchas experiencias que hoy son objeto del ojo investigador y crítico. En no poca medida épica y dignidad".
La relación entre Miguel Enríquez y Salvador Allende, las complicidades existentes entremedio son un vector presente y significativo de este inusual trabajo. Los plazos que se ha tomado y la extensión de las fuentes de entrevistas tampoco son las habituales en nuestro medio, mucho menos en esta época de publicaciones instantáneas.
Vidaurrázaga sobre la cantidad de sus entrevistados manifiesta: "Siempre estuvimos convencidos de que tenía que ser una historia de extensas y diversas voces. Para eso tenía que ser un número significativo constituyendo una masa crítica. Que la generación a buscar tenía que ser esencialmente la fundadora, pero tampoco podía ser la única: junto a la del 44 estaba otra intermedia de los 50 y luego la nuestra de los 55. Nadie recuerda todo y lo que se recuerda es generalmente una selección pulida de lo que se puede y quiere recordar. Aceptar esa condición es esencial".
El autor precisa: "Miguel Enríquez Espinosa, ese jovencito que podría hoy ser el hijo de la inmensa mayoría de los entrevistados, aquí cobra vida. Tiene humor y va madurando a la par de la organización que lidera. Es parte de una afiatada patota. Un enamorado, irónico y locuaz. Un fumador pertinaz. Un polemista de temer. Pero, sin ninguna duda, aquí ha bajado del pedestal del héroe de calle Santa Fe."
Su publicación en el complejo contexto de la pandemia está prevista para inicios del próximo mes de septiembre. Augura no posibilitar la indiferencia respecto de esas historias de jóvenes rebeldes de los 60 y los 70, en esta época en que irrumpen nuevas generaciones y rebeldías.
Los acontecimientos de los últimos meses y las expectativas abiertas del futuro de Chile y de sus posibilidades para el próximo tiempo auguran significativas y atentas recepciones para una obra de estas características.
Que una juventud de otro tiempo expectante y promisorio cuente en este presente donde emergen movimientos, rebeldías y nuevos liderazgos parece ser significativo como traspaso histórico y por cierto también como mirada crítica.
Estas son historias, donde cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia: es ella misma desde los inicios de los 60 hasta el día del golpe.
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El MIR de Miguel .