El movimiento 26 de julio cambió Cuba y América Latina

En Cuba, una generación, la del centenario del nacimiento de José Martí, tomó las riendas. En medio de gobiernos corruptos, promesas incumplidas, represión y asesinato de líderes campesinos, sindicalistas y estudiantes universitarios, decidió emprender la lucha armada contra la tiranía. La vía electoral se truncaba. La reivindicación democrática no cabía en un régimen político acostumbrado al amaño de elecciones. Sus dos últimos gobiernos, nacidos al amparo de la constitución de 1940, daban al traste con los deseos de cambio social.

Por Marcos Roitman Rosenmann (*)

El presidente Ramón Grau San Martín (1944-1948) había decepcionado. Su credibilidad ganada durante la presidencia de los 100 días en 1934, a expensas de Antonio Guiteras Holmes, asesinado por el ejército el 8 de mayo de 1935, se agotó rápidamente. Antiguos compañeros habían denunciado la corrupción de Grau, entre ellos, el fundador del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo), Eduardo Chibás. Su ejemplo de dignidad, lucha antimperialista y amor a Cuba, le hacen fuente de inspiración para los futuros asaltantes del cuartel Moncada y Bayamo.

Momentos antes de suicidarse, en 1951, señala: ¡Compañeros de la ortodoxia, adelante!, ¡Por la independencia económica, la libertad política y la justicia social!, ¡A barrer a los ladrones del gobierno!, ¡Pueblo de Cuba, levántate y anda!, ¡Pueblo cubano, despierta! ¡Este es mi último aldabonazo!

El sucesor de Grau, Carlos Prío Socarrás (1948-1952), hombre de Estados Unidos y sus multinacionales, sobre todo la Electric Bond and Share y las mineras del níquel, sigue los pasos de su antecesor. La guerra fría se ha instalado en el mundo. El anticomunismo sirve de excusa para desarticular gobiernos democráticos, reformistas y antimperialistas en América Latina y el Caribe.

En este contexto, en Cuba se convocan elecciones presidenciales el 1º de junio de 1952. El Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo) fundado por Chibás y su candidato, Roberto Agramonte, se perfila como ganador. Fulgencio Batista, hombre fuerte del ejército, viejo aliado de Estados Unidos, dictador entre 1934 y 1940, presenta su candidatura. Sintiéndose perdedor, no esperará el resultado de las urnas. El 10 de marzo lleva a cabo el golpe militar. La tiranía se instaura.

El régimen de Batista suspende la constitución. Se ilegalizan los partidos opositores. La protesta se organiza bajo una fuerte represión. Comienza a barajarse la vía insurreccional. Militantes del Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo, sobre todo su juventud, sectores medios, las clases explotadas, dominadas y oprimidas, reivindican la guerra justa contra la tiranía.

Bajo el paraguas de José Martí, el ejemplo de Chibás y los militantes asesinados durante los gobiernos de Grau y Prío, se teje la resistencia. Un joven abogado, Fidel Castro, escribe a cuatro días del golpe: "Yo invito a los cubanos de valor, a los bravos militantes del partido glorioso de Chibás; la hora es de sacrificios y de lucha, si se pierde la vida nada se pierde. Vivir en cadenas, es vivir en afrenta y oprobio sumisos. Morir por la patria es vivir".

Un año más tarde, el plan para desencadenar la insurrección popular consiste en tomar por asalto los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo y Moncada en Santiago de Cuba. Su objetivo: los arsenales. El 26 de julio de 1953 es la fecha acordada. Distintas razones lo hacen fracasar. (Para una visión extensa véase el reciente libro de Germán Sánchez Otero: El Moncada: Preludio de una nueva era en Nuestra América. RUTH, Casa Editorial, La Habana Cuba 2025; y Cuba en rebeldía: del Moncada a Girón, de Salvador Morales Pérez. Universidad Michoacana, La Jornada de Michoacán 2009).

Fue una derrota sufrida. Dos mujeres, Haydée Santamaría y Melba Hernández, cuyo papel posterior fue determinante para el triunfo de la revolución en 1959, están en el operativo. Otros caerán ese día, como Abel Santamaría, Laureano Canejo, Ricardo Agüero o José Luis Tasende. Entre los detenidos, Fidel Castro Ruz y un sinnúmero de compañeros. La acción armada provoca una grieta en la tiranía, sorprende por su audacia. En la cárcel, Fidel Castro escribe su alegato La historia me absolverá.

Una reivindicación de la dignidad a la par que una denuncia a los gobiernos cipayos y un llamado a seguir luchando. En poco tiempo será conocida por el pueblo cubano. Condenados a 15 años de cárcel, en 1955, gracias a las protestas populares y la presión popular, Fidel y otros líderes del asalto al Moncada serán liberados. La persecución y amenazas les obligan a expatriarse en México.

Nace el movimiento 26 de julio. Comienza la organización que acabará llevando de regreso a Cuba, en el yate Granma un 25 de noviembre de 1956, a 82 expedicionarios. El 2 de diciembre tocan tierra en la costa oriental de Cuba. La revolución es imparable. El 1º de enero de 1959 entran a La Habana. La experiencia cubana cambiará la historia. Derrocar a una tiranía por la vía insurreccional y un ejército profesional se mostraba viable y por esas fechas es la única manera de conseguirlo.

Algunos ejemplos: en Guatemala, el gobierno reformista de Jacobo Arbenz sería derrocado por un golpe de Estado en 1954, encabezado por el general Castillo Armas con intervención de la CIA. En 1957 el gobierno reformista de Villeda Morales es destituido en Honduras. En Nicaragua, gobiernan los Somoza y en República Dominicana el dictador Rafael Trujillo, hasta su ajusticiamiento en 1961. Todos anticomunistas y aliados del imperialismo.

En América Latina, el influjo de la revolución cubana muestra un camino de dignidad. Su influencia perdura en el tiempo. Ha logrado sobrevivir entre errores, aciertos y reveses. Enfrentada a un bloqueo que dura seis décadas, conoce el significado del imperialismo, la guerra química y biológica, el sabotaje industrial, la invasión de mercenarios y el financiamiento de opositores, cuyo propósito es hacer de Cuba una república neocolonial. Pero el pueblo cubano, consciente de sus debilidades y fortalezas, no se rinde.

Nada puede parar una revolución cuando sus dirigentes y las organizaciones populares dan muestra de altos niveles de compromiso, honestidad, respeto y amor por quienes han dado la vida para construir una Cuba digna, soberana, socialista y antimperialista.

Fuente: La Jornada

 

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