Por Bosco González Jiménez, presidente del Colegio de Sociólogos y Sociólogas de Chile
La sociología no nació en el laboratorio higienizado de un solitario pensador. Nació de las pasiones de hombres y mujeres que con ahínco, y de manera colectiva, encontraron los principios genuinos de organización de la sociedad, subvirtiendo las creencias producidas por el discurso dominante sobre supuestas «leyes naturales» que guiaban el «desarrollo social».
En nuestro Norte Grande se pensó sociológicamente de manera temprana, al calor de los movimientos de los trabajadores de la pampa a comienzos del siglo XX, quienes no solo diagnosticaron la situación de inequidad social sino que también definieron posiciones políticas para el porvenir. Tal como lo realizó Zola con un pensamiento social genuino y profundamente enraizado en el movimiento social, quien advirtió anticipadamente la necesidad de «constituir una gran federación de obreros, una sociedad vasta y bien organizada » y también señaló que está Federación podría «convertirse en la República del Trabajo, la que se iniciaría con una fiesta roja que hiciera conmover los cimientos en que descansa la República burguesa".
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Los soportes iniciales del pensamiento social en la Pampa del Tamarugal fueron los panfletos, la literatura y también los tratados de la intelectualidad obrera e indígena que Mariategui -para los andes en general- supo interpretar con tanta presión y gesto estético.
Más de cinco décadas después, durante los gobiernos democráticos de Eduardo Frei y Salvador Allende, entre Antofagasta y Arica, se formaron cuadros profesionales al calor de las transformaciones sociales y políticas del momento, quienes asumirán posteriormente, en tiempos de autoritarismo, asumirán la continuidad de la disciplina.
En medio de la larga noche de los 17 años, pese a la tortura, el cierre de carreras y la desaparición forzada de colegas, surge nuevamente el pensamiento sociológico y no lo hace precisamente en las universidades, sino que emerge desde el movimiento de lo social, justamente al calor del desarrollo de las tareas democráticas y la recomposición del vínculo social entre chilenos.
Fue la organización barrial, la iglesia comprometida, los organismos no gubernamentales, las comunidades originarias las organizaciones que le dieron soporte para existir socialmente, en dicho contexto.
Específicamente el año 1982 se reorganiza el Colegio de Sociólogos y Sociólogas de Chile, el cual se planteó, entre muchas otras tareas «Estimular las investigaciones científicas de interés sociológico y organizar congresos nacionales e internacionales».
Pese a la barbarie, nuestra disciplina se revitalizó en los centros urbanos, los valles y altiplano de los Andes del Sur, su renacer es Intercultural y también popular, para luego – y en el contexto de la administración democrática del neoliberalismo- resurgir en el reconocimiento por parte del Estado a su Organización Gremial.
En dicho contexto, en la ciudad de Iquique, a comienzos de la década de los 90 un puñado de sociólogos fundaron la Carrera de Sociología, una expresión más de nuestra disciplina en el Norte de Chile.
Por el retorno de la sociología al espacio público, por la mancomunión entre la intelectualidad sensata y las organizaciones vivas del territorio, se hace urgente fortalecer nuestra disciplina en el Norte Grande; y desde la cordillera al mar, con las organizaciones vivas del territorio, los colegas desplegados en las instituciones del Estado y otras organizaciones, se hace imperioso visibilizar nuestra contribución, ocupar un lugar en la opinión pública y el porvenir de nuestro norte transfronterizo y multicultural.
*Imagen obtenida de gendasustentable.cl