La intervención pública que realizó anoche el presidente Piñera fue un nuevo exabrupto del mandatario y su gobierno que continúan embebidos en su soberbia sin abrirse a reales soluciones a la crisis social y política.
Desde que el mandatario arribó anoche al palacio de La Moneda la tensión fue en aumento pues el previsible anuncio se prolongaba y se hacía esperar más allá de lo razonable. Durante algunas horas las especulaciones sobre los anuncios que haría el mandatario daban para todos los gustos y abarcaban los más diversos escenarios.
Todo parecía indicar que Piñera volvería a instalar el estado de emergencia o pretendía recurrir a la instalación del estado de sitio. Eso hacía presumir la presencia del ministro de Defensa entre los personeros de gobierno que intempestivamente fueron convocados a Palacio. Pero las versiones también daban como posible la adopción de una salida política a la crisis, en especial luego de la declaración del conjunto de partidos de la oposición que le exigían la convocatoria a una asamblea constituyente, y con ello le cerraban la puerta a la opción del estado de sitio que Piñera había estado "negociando" durante la tarde.
Luego de una larga espera, el mandatario no aportó ni una luz, ni una respuesta, ni una esperanza de soluciones a las demandas que la población formula en las calles desde hace casi un mes. Los anuncios gubernamentales solo apuntan a aumentar la represión, a criminalizar aún más la protesta social, a tratar de dividir y sembrar la desconfianza entre los ciudadanos, a amenazar con castigos y penas a quienes no se sometan a su lógica de orden y Estado de derecho. Sembrar el miedo, regar desconfianza, infundir temor, amenazar, es el reiterado oráculo que repite sin cesar, en una retórica obsesiva y caótica que hace recordar su abusivo uso del papelito de los 33 mineros y su periplo repartiendo piedras por el mundo.
El señor Piñera sigue creyendo que maneja un negocio, sigue actuando como si estuviese en una negociación por aumento salarial de empleados de alguna de sus empresas, y no parece entender o darse cuenta que el cargo de presidente supone la gestión de gobernar un país. Gobernar, no gerenciar. Pero no es solo el presidente el obcecado sino el conjunto de su gobierno, en particular los aliados de la UDI con quienes Piñera parece tener una "sociedad anónima" más que una alianza política. Sus socios de gobierno, los herederos ideológicos, políticos y materiales de la constitución dictatorial y de las plagas que dejó instalada la dictadura, son los principales obstáculos para resolver los problemas del país. Se niegan a cualquier posible solución que implique terminar con los arbitrios de su constitución y los flagelos de su modelo económico; en las decisiones de La Moneda el fundamentalismo de derecha es más decisivo que el clamor y movilización ciudadanas. Lo único que disciernen como respuesta son soluciones represivas.
La ceguera de Piñera y su gobierno, la obsesiva negación para avenirse a soluciones, no solo se basa en posiciones ideológicas y políticas, sino sobre todo en la certeza que pueden disponer a su antojo de las Fuerzas Armadas y policiales para aplastar por la vía de las balas la revuelta social cuando ellos lo consideren oportuno. Ayer, anoche, fue el primer momento que el gobierno había determinado como oportuno para que los militares salieran a repeler al pueblo al amparo de un estado de emergencia, ya que el estado de sitio no podían disponerlo por no contar con la aprobación del congreso. Pero, como era de presumir luego de la experiencia de la primera incursión de hace unas semanas, los cuerpos uniformados exigieron impunidad para actuar sin restricciones en la represión a los ciudadanos, disparar y matar sin el riesgo de ser procesados y castigados por ello. Pese a sus esfuerzos previos (consultas con ex presidentes, con dirigentes de partidos opositores), los habitantes de palacio no tuvieron el apoyo necesario para otorgar carta blanca a los uniformados y estos, a su vez, se negaron a salir a la calle a cumplir funciones policiales. El ministro de Defensa no salió ni en la foto del anuncio presidencial.
No conforme con su ceguera, los gobernantes y los medios de comunicación afines, en su afán por criminalizar las luchas sociales, han exacerbado y alentado a individuos y grupos de civiles de derecha que se sienten con la inmunidad necesaria para amenazar con armas de fuego a ciudadanos movilizados, o directamente disparar sobre manifestantes (como el estadounidense supremacista blanco que atacó una manifestación en Viña del Mar), o agredir a personas movilizadas con palos y objetos contundentes.
Esta ola de acciones ciegas contra los manifestantes es alentada desde La Moneda, por la obtusa actitud del gobernante y la arrogancia de sus aliados. Esa imprudencia gobernante es lo que le permite al General Director de Carabineros sentirse con el derecho de otorgarle inmunidad a sus huestes, como lo devela su alocución ante cierta tropa. Éstas actúan con total desenfreno criminal disparando balines, perdigones, lacrimógenas, agrediendo a golpes, torturando, abusando, usando con una falta de humanidad extrema los recursos bélicos de gaseo y agresión química. Y todavía el señor Piñera tiene la desvergüenza de decir que su gobierno respeta los Derechos Humanos. El Gobierno es y ha sido el principal responsable del actuar irracional e inhumano con que se comportan las fuerzas represivas policiales ante las movilizaciones ciudadanas, sin hacer distinción alguna entre las características y componentes de las manifestaciones: la orden es dispersarlas y lo hacen agrediendo a mansalva. Pero, además, la actitud gobernante le permite a las hordas de civiles investidos del discurso fascista sentirse protegidos para actuar contra personas del pueblo a su antojo, generando condiciones de una espiral de violencia que solo favorece a los poderosos.
El displicente actuar del Gobierno, su falta de voluntad política y humana para avenirse a buscar una solución pronta, una salida a esta crisis, es lo que está llevando al país al despeñadero. Es el Gobierno el llamado a poner fin a esta espiral de represión y violencia desde el Estado, que solo genera más violencia como defensa desde el pueblo. El señor Piñera debiese bajar alguna vez de su burbuja inflada de ego y dinero para entender que el país reclama soluciones reales, no represión; que los ciudadanos exigen respuesta a sus demandas, y no amenazas; que los ciudadanos exigen una asamblea constituyente para empezar a trazar la solución definitiva, y no chanchullos de negociantes y políticos decadentes.
En su patética intervención pública, el señor presidente no tuvo ninguna palabra que aludiera a las razones de la protesta ciudadana; no se refirió a los problemas que el país de verdad (ese del 99%) le reclama resolver. La solución política de la crisis social reclama una nueva constitución, no simples reformas o arreglines superficiales sin tocar la esencia del engendro dictatorial que tan buenos beneficios les ha reportado a los poderosos y sus sirvientes. La solución política exige una asamblea constituyente, pero no cualquier mamarracho de relleno sino una que trasunte una efectiva y directa participación de las organizaciones sociales movilizadas y representativas de la ciudadanía.
El gobierno actúa como si efectivamente, esta crisis fuese provocada por el actuar de algunos delincuentes malvados y vándalos exaltados; ignora, sigue ignorando, que el pueblo se hartó del abuso, de todos los abusos. De modo que basta de hacerse como si esta muchedumbre de millones de chilenos y chilenas movilizadas solo estuviera manifestando un berrinche.