El Patrimonio no le pertenece a quién tortura y asesina: la historia represiva del Grupo de Instrucción de Carabineros de Antofagasta

El Día de los Patrimonios en Antofagasta, celebrado a fines de mayo de 2024, volvió a transformar la ciudad en un escenario de reencuentro con la historia y la identidad local, movilizando a miles de personas en recorridos y actividades que abren las puertas de edificios emblemáticos y espacios habitualmente cerrados al público. Una de las sorpresas más llamativas fue la apertura del Grupo de Instrucción de Carabineros ubicado en Matta con avenida Rendic, un recinto que, por primera vez, invitó a la comunidad a conocer sus instalaciones y compartir con el personal.

Por Héctor Maturana Bañados| Vicepresidente e Investigador Agrupación Por la Memoria Histórica Providencia- Antofagasta

Para los antofagastinos, la ubicación de este cuartel resulta especialmente significativa: se encuentra en diagonal al Sitio de Memoria Providencia, un ex centro de detención y tortura operado por el Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR), DINA y CNI durante la dictadura militar, donde se perpetraron graves violaciones a los derechos humanos durante casi todo el periodo dictatorial. La decisión del alto mando de Carabineros de destacar la escuela de formación policial como "lugar emblemático" parece buscar resignificar el espacio, quizás apoyándose en la imagen apacible de sus caballerizas y la atracción que ejercen sobre las infancias, en un esfuerzo por mostrar un rostro amable y familiar en una mañana soleada, que se sentía como un abrazo tranquilo, invitando a la calma y la contemplación.

Sin embargo, la memoria de la ciudad es más profunda y compleja. Diversas Agrupaciones de derechos humanos han denunciado el rol del SICAR en la represión política en ese lugar, documentando testimonios de mujeres y hombres detenidos/as y torturados/as en estos recintos policiales. Las prácticas incluyeron colgamientos, aplicación de electricidad, golpes, simulacros de fusilamiento y vejámenes sexuales, entre otros métodos de tortura sistemática. Estas acciones, cuidadosamente silenciadas durante la dictadura y los primeros años de la transición democrática, solo comenzaron a salir a la luz tras décadas de lucha por la verdad y la justicia. Un momento significativo lo constituyó la visita del ministro de la Corte de Apelaciones de la Serena Vicente Hormazabal a raíz de la muerte de Gumercindo Alvarez en el lugar.

Pronto la ciudad se apresta nuevamente a abrir sus puertas a la comunidad, persiste la tensión entre la memoria oficial y la memoria subterránea: la que resiste el olvido y exige reconocimiento para quienes se vieron afectados y afectadas en la oscuridad de esos mismos muros. El Día de los Patrimonios, entonces, no solo convoca a la contemplación y el asombro de nuestra historia local, sino también a la reflexión crítica sobre los silencios y las ausencias de críticas y autocríticas que aún atraviesan nuestra historia reciente. Como si decir la verdad fuese un problema y es preferible ocultarlo. Se escucha decir : Son "hechos que quedaron en el pasado, Es menos doloroso para la unidad nacional seguir hablando de eso". Estamos hablando de una institución que hace poco cumplió 98 años. Que oculta información relevante para esclarecer crímenes y desapariciones.

Esta apertura del Grupo de Instrucción de Carabineros en Antofagasta, celebrada en el marco del Día de los Patrimonios, reavivó en la memoria colectiva historias silenciadas por décadas. Para quienes han luchado por rescatar la verdad de esos muros, la invitación a cruzar sus puertas no solo es un gesto patrimonial: es también un recordatorio de las heridas abiertas en la ciudad.

En un recorrido anterior, junto a la compañera Sandra Gahona, un pequeño grupo escuchó su testimonio frente a ese mismo recinto de calle Matta y Avda. Rendic.

Sandra, detenida a comienzos de 1974 siendo apenas una joven, relató cómo fue víctima de violaciones sistemáticas por parte de un integrante del SICAR, Héctor Ovando, conocido como "el cacharpa". "Les causaba mucha rabia que no me quejara ni gritara. Me insultaban por eso y me torturaban más aún".

Su historia, como la de tantos otros, da cuenta de que la tortura en Chile no buscaba solo extraer información: era un método brutal para quebrar la voluntad, despojar a las víctimas de su identidad y someterlas al castigo como escarmiento político.

El Grupo de Instrucción, con sus caballerizas y su fachada apacible, fue también escenario de otros secuestros y torturas. Carlos Peña Brunes, trabajador de Michilla, fue arrancado de su lugar de trabajo junto a su hermano y otros compañeros y llevados al recinto. Vendado, reconoció el sitio por el inconfundible ajetreo de los caballos. Amarrado a un árbol, fue interrogado sobre operaciones mineras que sus captores ni siquiera comprendían ante sus respuestas, fue sometido a descargas eléctricas en la boca, lo que le costó la pérdida total de su dentadura. "Me dicen en un momento que tengo una llamada telefónica y me pasan un teléfono… Cuando digo aló me introducen algo metálico en la boca y de inmediato recibo una descarga eléctrica en los dientes y lengua. Esta descarga me hace perder el conocimiento. Producto de esto, es que al poco tiempo, perdí toda mi dentadura. No me quedó nada".

Los casos de Sandra y Carlos son apenas un fragmento de una historia mayor, marcada por el horror y la resistencia. Los testimonios recogidos en procesos judiciales y archivos de derechos humanos revelan que el Grupo de Instrucción de Carabineros fue uno de los epicentros de la represión en Antofagasta durante el año 1974, donde el SICAR operó con métodos sistemáticos de tortura, humillación y violencia sexual, dejando una huella imborrable en la memoria local.

En una declaración jurada, el ex agente del SICAR José Luis Zeballos reconstruye con precisión la vida cotidiana y la estructura interna que operaba al interior del Grupo de Instrucción de Carabineros de Antofagasta en 1974. "Funcionábamos como SICAR en el grupo de instrucción de Carabineros, quedándome en ese lugar como instructor", relata Zeballos, quien enumera a los principales integrantes de la unidad: el cabo Héctor Ovando ( "el cacharpa"), el teniente Ricardo Lillo Morandé, el capitán Eduardo Aguilar Valdés quien se autodenominada "el trosko", Juan León Hernández ("el cachorro"), Juan Ramírez Cruz, Sargento Ismael Riveros ("el cachuta" o el "Neruda" ), Orlando del Río, entre otros. El testimonio da cuenta de una organización jerarquizada, donde los roles estaban bien definidos: "nosotros deteníamos y transportábamos a la gente. Quienes interrogaban eran Valdés, Lillo y Ovando, que era el brazo derecho de ellos, andaba metido en las oficinas, en sus conversaciones, sabía todo referente a las causas de los detenidos".

El relato de Zeballos describe la geografía del terror: varios patios, la oficina del jefe, la sala de partes, la guardia, un patio similar a una cancha de básquetbol, un muro divisorio y las caballerizas. Los calabozos, de madera de pino obregón, estaban a unos 30 o 40 metros de la entrada, justo frente a la guardia. "Me parece que eran dos calabozos", recuerda, detallando la disposición de los espacios donde se mantenía incomunicados a los detenidos, algunos de ellos trasladados por militares y personal de la Fuerza Aérea tras el toque de queda.

Este testimonio se inscribe en el contexto de la brutal represión desatada tras el golpe de Estado de 1973, cuando Carabineros de Chile, subordinados rápidamente al mando militar, crearon el Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR) como brazo ejecutor de la contrainsurgencia. La conformación del SICAR está basado en los funcionarios de más confianza, la mayoría de ellos eran integrantes de la comisión civil hasta antes del golpe de estado. El SICAR operó en coordinación con otros organismos represivos, como la DINA , la CNI y el CIRE, desplegando una red de detenciones, interrogatorios y torturas sistemáticas en recintos como el Grupo de Instrucción y, conjuntamente, en el ex internado de la Iglesia Divina Providencia, hoy Sitio de Memoria.

Los expedientes judiciales y los testimonios de sobrevivientes han permitido reconstruir parte de la trayectoria de este organismo, revelando la magnitud de los crímenes cometidos: detenciones masivas, torturas físicas y psicológicas, asesinatos y desapariciones forzadas. El Grupo de Instrucción, en apariencia un espacio de formación policial, fue en realidad durante 1974 uno de los epicentros de la represión en el norte de Chile, donde la vida cotidiana de los agentes coexistía con el horror infligido a los y las opositores/as políticos y políticas.

En la causa Rol 3-2011, una ex funcionaria de la Universidad del Norte relató su detención en 1974 con detalles que estremecen. Trabajaba en un área donde manejaba información sensible de estudiantes cuando, alrededor de las 8 de la noche, un grupo de ocho personas irrumpió en su casa. "Pasen bala", ordenaron al entrar. A su cuñado le aseguraron que solo me harían preguntas. Tres de ellos ingresaron a su pieza; vestían uniforme verde oscuro, y aunque al principio pensé que eran gendarmes, luego supe que pertenecían SICAR y me llevaban al Grupo de Instrucción de Carabineros.

Antes de que le pusieran venda y capucha, alcanzó a vestirse con ropa de abrigo. En el trayecto, detuvieron a otras personas vinculadas a la Universidad. Una de ellas la reconoció, le apretó la mano y dijo: "Soy la Gato", un apodo que ella misma le había puesto a una compañera por sus ojos verdes. Ese gesto le dio un alivio momentáneo: no estaba sola en la oscuridad que se avecinaba. Al llegar, escuchaba el sonido de pasos de caballos y los gritos de quienes eran torturados. En el interrogatorio, sufrió una violencia psicológica intensa. Los captores, el capitán Aguilar y un cabo llamado Ovando, la presionaban insistentemente por información sobre María Inés Cajiao, otra trabajadora universitaria. Quien fue detenida posteriormente en varias oportunidades.

Este testimonio revela la atmósfera de terror que se vivía en el Grupo de Instrucción de Carabineros en Antofagasta, un lugar donde la represión se combinaba con la rutina policial y donde la violencia psicológica era un arma tan letal como la física. La presencia de caballos, los gritos, las interrogaciones implacables y la incertidumbre formaban parte de un sistema diseñado para quebrar la voluntad y anular la identidad de quienes, como ella, fueron detenidas por su vínculo con la universidad y sus ideas.

En 1974, el Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR) desplegaba una red de infiltración y vigilancia en centros de trabajo y estudio, utilizando informantes y coimas para obtener información. A fines de Agosto de ese año, un comentario en voz alta contra la junta militar, lanzado por Gumercindo Álvarez Pizarro mientras se vestía en las instalaciones del Mineral Mantos Blancos, desencadenó su detención al día siguiente por un grupo del SICAR liderado por el cabo Ovando. Lo arrestaron en su domicilio, vendado y bajo amenazas de muerte.

La investigación judicial detalla que Gumercindo fue llevado primero al frontis de la Intendencia de Antofagasta en una camioneta blanca propiedad de Soquimich, empresa que colaboraba con el organismo represivo. En la Intendencia funcionaba momentáneamente la jefatura de la DINA, desde donde se ordenó su traslado al Grupo de Instrucción. Allí, durante cuatro días, Gumercindo fue torturado hasta morir. Para encubrir el crimen, agentes y personal médico acordaron presentar su muerte como un suicidio al ingreso al hospital, una versión que se mantuvo hasta que la causa se reabrió en 2011.

El proceso judicial confirmó el asesinato y condenó a los principales responsables del SICAR: El Capitán Eduardo Aguilar Valdés ,el Teniente Ricardo Lillo Morandé y el agente Juan León Hernández. El caso de Gumercindo Álvarez no fue un hecho aislado; otros crímenes similares fueron cometidos por el SICAR. Próximamente habrá condena definitiva por la muerte y desaparición de René Vallejos y de otras 3 personas que habían sido puestas en libertad en la cárcel de Calama, siendo a las pocas horas nuevamente detenidas por este grupo criminal en la localidad de Baquedano cuando se trasladaban por sus propios medios a Antofagasta.

En Abril pasado, cuando el viento comienza a juguetear con el otoño, el poeta Germán Rojas presentó su libro en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Hace algunos años atrás se acercó a la entrada del Grupo de Instrucción de Carabineros en Antofagasta con un propósito personal y profundo: solicitar permiso para ingresar al recinto donde estuvo detenido en 2 oportunidades por el SICAR a fines de 1973 y en el transcurso de 1974, buscando reconocer el lugar bajo otras condiciones personales y décadas después. Rojas estaba dolido porque, el grupo de instrucción no figuraba con claridad en el informe de prisión política y tortura emitido en el año 2004. Su nombramiento aparece disfrazado. Sin claridad y sin dirección.

Al explicar su historia a la guardia, Rojas se sorprendió. La respuesta oficial fue tajante y repetida: "No señor, usted está equivocado. Este lugar nunca ha sido sitio de detención y tortura. El sitio que usted busca es el que está al frente, en la Providencia". Pese a su insistencia, Germán comprendió que la versión oficial invisibiliza el oscuro pasado de ese recinto. Sin embargo, los testimonios y procesos judiciales han demostrado que el Grupo de Instrucción fue escenario de un sometimiento extremo. Como señala Héctor Vera en su libro Huellas de un enemigo Interno,"La tortura allí y en otros lugares no solo tenía un fin estratégico para obtener información, sino que buscaba quebrantar la conciencia del opositor/a, hacerlo/a reconocer que era un/a delincuente, que se merece el castigo, que es una amenaza para la sociedad. Que sus ideas de sociedad son una mentira, que debe renunciar a su identidad política si quiere seguir con vida".

Este silenciamiento oficial hasta el día de hoy (sin placa recordatorias ni reparaciones en virtud del NUNCA MÁS tortura y muerte en Chile) , contrasta con los relatos de presos políticos y presas políticas que sufrieron en sus calabozos la impotencia y el dolor en defensa de sus ideas y dignidad. Hoy estas personas al buscar, reconocimiento y reparación se les niega su paso por el lugar. La negación institucional no puede borrar la memoria ni la verdad que resiste en cada testimonio, en cada denuncia y en cada lucha por justicia que aún continúa vigente en Antofagasta y en todo Chile.

El grupo de instrucción de Carabineros de Antofagasta no es patrimonio. El patrimonio no le pertenece a quién tortura y asesina.

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