El voto de Berlín a favor de expropiar viviendas a grandes propietarios se expande en Europa

[resumen.cl] Las repercusiones de las elecciones en Alemania se dejarán sentir durante bastante tiempo, pero no sólo por la formación de un nuevo gobierno o el cambio de giro político de éste, sino también por un referéndum local realizado en la ciudad de Berlín en el que sus ciudadanos y ciudadanas respaldaron con fuerza una iniciativa para expropiar viviendas de grandes empresas que concentran la propiedad.

Más de un millón de berlineses votaron a favor de la campaña expropiar a empresas (como Deutsche Wohnen), que posean más de 3.000 departamentos. En total son cerca de 240.000 propiedades, el 11% de todos los departamentos de Berlín, los que podrán ser socializados tras el 56,4% en el referéndum.

Si bien la votación reviste carácter vinculante, sí obliga al nuevo gobierno que se conforme en Berlín a discutir la propuesta y votarla en el parlamento local. La lucha por la vivienda no es nada nuevo en Berlín, ni tampoco en Alemania, cuna del movimiento okupa a fines de los 70.

Aunque menos radical, pero más amplia, la campaña de resocialización (Vergesellschaftung) fue lanzada en 2018, en respuesta al veloz traspaso de las viviendas a bancos y empresas financieras. En Berlín se invirtieron 42.000 millones de euros en proyectos inmobiliarios entre 2007 y 2020, más que en Londres y París juntas. Las viviendas comenzaron a convertirse en las grandes ciudades alemanas y europeas en medios para gestionar grandes fondos de inversión globales y junto con ellos la especulación.

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El común de los berlineses, donde el 80% de la población es arrendataria, vio cómo el costo de sus arriendos subía drásticamente año tras año, generando el desplazamiento forzado a la periferia o pequeños núcleos circundantes de aquellos que no podían pagar los arriendos, en un exilio forzado dentro de tu propia ciudad. Muchos barrios se "gentrificaron", esto significa que la población original del lugar, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor.

La Constitución Alemana (1949) establece que «la propiedad conlleva obligaciones» y «su uso también debe servir al bien público», de hecho permite la socialización de bienes privados «mediante una ley que determine la naturaleza y el alcance de la compensación», así fue que muchos buscaron la vida legal para revertir este proceso de bancarización y gentrificación de la ciudad de Berlín.

En este contexto surge la idea de este referéndum, el que se logró luego de reunir 350 mil firmas que lo hicieron posible, todo un desafío en época de pandemia, por lo que grupos de trabajo repartidos por barrios de toda la ciudad se abocaron a la tarea.

Tras el triunfo ahora se busca la promulgación de una ley para que la vivienda vuelva a ser una propiedad social.

Sólo el partido de izquierda Die Linke ha expresado apoyo a la socialización de las viviendas. La futura alcaldesa de la ciudad, Franziska Giffey, del Partido Socialdemócrata (SPD), nunca fue partidaria de la idea, pero le resultará difícil obviar la victoria del referéndum y ha asegurado que respetará el resultado.

A algunos les preocupa que la ciudad se vea obligada a comprar propiedades a los precios de mercado y señalan que es más rentable un programa de construcción de viviendas sociales, sin embargo, el tema ya está instalado con la construcción de viviendas «de orientación social», incluyendo el apoyo a una política inmobiliaria sin fines de lucro.

 

El Ejemplo de Berlín Traspasa fronteras

El triunfo del referéndum de Berlín traspasa las fronteras alemanas y se extiende por toda Europa, el papel de los arrendatarios organizados en movimientos municipales, organización comunitaria de base por diversos países, se ha visto potenciado, especialmente en Reino Unido y Francia.

La crisis de la vivienda es un drama en todas las capitales europeas y no puede resolverse con pequeños parches, pues nadie quiere seguir siendo expulsado de sus barrios ni de sus ciudades en un exilio económico interno, como muy bien lo señalaba la demanda de los arrendatarios de Berlín: «Esta es nuestra ciudad, este es nuestro hogar».

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