Elecciones municipales en Brasil y la victoria la derecha tradicional

Por Maíra Máximo Nascimento

Este domingo casi 60 ciudades brasileñas eligieron alcaldes y concejales en la segunda vuelta de las elecciones municipales. Siguiendo la tendencia revelada en la primera vuelta, realizada el 15 de noviembre, la derecha tradicional - que muchos medios nacionales e internacionales han insistido en llamar centroderecha - consolidó su victoria.

Con 29,5% de abstención, 5.569 de sus 5.570 municipios participaron del proceso. La excepción fue la ciudad de Macapá, capital del estado de Amapá, que sufre con un corte masivo de energía eléctrica desde los primeros días de noviembre tras un incendio en una subestación de Gemini Energy, empresa que asumió el suministro de electricidad en el estado tras un proceso de privatización iniciado el 2016, en el gobierno de Michel Temer.

De las 26 capitales federativas, solamente Belém, estado de Pará, eligió alcalde un candidato de izquierda: Edmilson Rodrigues, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Es la primera vez, desde 1985, que el Partido de los Trabajadores (PT) no sale victorioso en ninguna de las capitales del país.

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En esta segunda vuelta destacaron las campañas de Guilherme Boulos (PSOL), profesor y psicoanalista, miembro del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST), por la alcaldía de Sao Paulo y Manuela D'Ávila (Partido Comunista de Brasil - PcdoB), periodista, exdiputada y candidata a la vicepresidencia en las elecciones de 2018 al lado de Fernando Haddad (PT), por Porto Alegre. Traspasando los límites municipales, sus campañas en las últimas dos semanas se volvieron virales a nivel nacional, involucrando el apoyo público de figuras expresivas en el medio artístico, académico y político.

Boulos (40,6% de los votos) fue derrotado por Bruno Covas (59,4%), candidato a reelección por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y D´Ávila (45,4%) perdió contra Sebastião Melo (54,6%) del Movimiento Democrático Brasileño (MDB). Cabe resaltar que, en Porto Alegre, así como en muchos otros municipios, fue decisiva la distribución de "fake news" con tenor altamente anticomunista, misógino y de odio hacia la población LGBTIQ+.

En las demás capitales, la mayoría de los votos fueron para el PSDB, partido creado con hacia el final de la dictadura cívico-militar brasileña, que fue parte de la oposición al régimen, pero que ha sido uno de los símbolos de la derecha y tradicional rival del PT en las elecciones para el Ejecutivo; para el MDB, partido que asume el nombre del único partido de oposición permitido por la dictadura hasta 1980, se convierte en la principal fuerza partidaria del país, al que el PT se alía para sostener las candidaturas de Lula da Silva y Dilma Roussef, y que finalmente participa activamente en los acuerdos para lograr el impeachment de su presidenta; y, para el Demócratas (DEM), antiguo Partido del Frente Liberal, heredero de las tendencias liberales de la Alianza Renovadora Nacional (ARENA), el cual sostuvo la dictadura en el Congreso.

Aunque sean organizaciones mayoritariamente conservadoras en lo que concierne a lo ético-moral y liberalistas en lo económico, así como otros grupos de derecha - maquillados como centro por sus apoyadores y los medios hegemónicos de comunicación -, buscaron en estas elecciones desmarcarse del bolsonarismo. Grupos que, en gran medida, fueron fundamentales para la elección de Bolsonaro hace dos años, pero que debido al trágico manejo de la crisis sanitaria por el mandatario, el consecuente deterioro de su imagen y de su respaldo político, ya se proyectan como oposición y posible alternativa al Trump latinoamericano.

En cuanto a concejales, la mayoría de los candidatos electos fueron hombres (84%), auto declarados blancos (53,5%), con un promedio de edad de 44 años y también representantes de la "centroderecha". Llama la atención que, por otra parte, el concejal que recibió más votos haya sido Eduardo Suplicy, tradicional figura del Partido de los Trabajadores (PT) en Sao Paulo, y que, en la ciudad de Belo Horizonte, capital de la 3ª principal región metropolitana del país, la candidata más votada haya sido Duda Salabert, mujer trans, profesora y militante del Partido Democrático Laborista (PDT).

Una de las apuestas de la izquierda hegemónica - concentrada principalmente en el PT, PSOL y PCdoB - fueron las "candidaturas colectivas", modalidad no reconocida por las leyes brasileñas, que consiste, en algunos casos, en la formación de listas encabezadas por un o una candidata/e (quien firma como candidato/a/e oficial) y varias otros y otras co-concejales, y en otros, en que varias candidatas/es/os asuman como compromiso conformar gestiones colectivas. De las 257 que participaron del pleito, 17 fueron electas a lo largo de todo Brasil. Aunque de manera incipiente, es una novedad que podría apuntar hacia la construcción de alternativas de transformación de la democracia liberal y combatir el personalismo que marca la política brasileña.

Si bien 11 de los 13 candidatos a alcalde apoyados públicamente por Jair Bolsonaro fueron derrotados en la segunda vuelta, el resultado general de estas elecciones demuestra que pese a los 6,4 millones de contagios activos y las más de 173 mil muertes registradas producto del Covid-19, el presidente asociado a las milicias y a la muerte de la concejala Marielle Franco, Jair y sus hijos siguen lejos de perder expresividad en la política brasileña. Por su parte, la derecha tradicional, conservadora, convenientemente defensora de la institucionalidad, está muy bien articulada y empezando a levantar figuras populares con miras a las elecciones presidenciales (como el empresario y presentador de la Red Globo de televisión Luciano Huck, y el juez Sergio Moro, exministro de Justicia de Bolsonaro, famoso por liderar la operación Lava-Jato y la prisión de Lula).

Gran desafío sigue teniendo la izquierda, que en los últimos años ha perdido significativamente espacio en las cámaras municipales, estaduales y en el Congreso, dejando clara la dificultad para conectarse con la población en general. Tampoco ha logrado plantear todavía un proyecto alternativo a las políticas de privatización, precarización y muerte de Jair Bolsonaro, ni una estrategia articulada para frenar los desastres en lo sanitario, ambiental, económico, social y cultural que ha significado su gobierno. Menos aún, de sostener vías no-institucionales para combatir a la avanzada del fascismo y a la trágica profundización del neoliberalismo que parecen estar lejos de dejar a ese país-continente.

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