Pese a los esfuerzos de la derecha para construir una imagen «progresista» de su candidato Henrique Capriles, las encuestas augura que el actual presidente, Hugo Chávez, renovará mandato, aunque con una diferencia menor de la estimada. El diseño de la campaña y los discursos de uno y otro difieren notablemente, solo comparten en esfuerzo para llegar a todos los rincones del país.
El próximo 7 de octubre se celebrarán elecciones presidenciales en Venezuela, en las que se enfrentarán dos candidatos con opciones reales de acceder al poder ejecutivo: el actual presidente, Hugo Chávez Frías, liderando el bloque nacional-popular denominado Gran Polo Patriótico y el candidato oficial de la derecha unificada, Henrique Capriles Radonski, que cuenta con el aval del imperialismo estadounidense. El resto de candidaturas, tanto por la izquierda como por la derecha, es casi improbable que superen la simbólica barrera del 1%.
Encuestas. Efectivamente, las encuestas que se han realizado en los últimos meses muestran una polarización del voto muy sólida que se viene manifestando desde que Chávez ganara las elecciones en diciembre de 1998. La lucha político-electoral en Venezuela se circunscribe desde hace casi tres lustros al enfrentamiento entre dos bloques antagónicos: por un lado, el frente popular que hegemoniza el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV); por otro lado, el proyecto dirigido por la burguesía histórica que en la actualidad, se autodenomina eufemísticamente: Mesa de la Unidad «Democrática» (MUD).
En el último medio año han proliferado las encuestas electorales con resultados dispares, aunque las empresas del ramo más referenciales y respetadas coinciden en otorgar la victoria a Chávez por una diferencia que fluctúa entre el 10% y el 20% de los sufragios, dependiendo de la firma encuestadora. Para inicios de setiembre, a un mes escaso para las elecciones, los estudios de Datanalisis y del Instituto Venezolano de Análisis de datos (IVAD) -dos empresas a las que se ubica cerca de la oposición-, reflejaban un triunfo de Chávez por 15 y 18 puntos, respectivamente. Hinterlaces y Consultores 30-11, por su parte, corroboraban esta tendencia, ya que la primera le concedía un 18% más de sufragios al actual presidente, mientras que la segunda lo incrementaba hasta el 22%. Finalmente, la firma cercana al Gobierno GIS XXI, identificaba tres escenarios posibles, en los que la victoria del Gran Polo Patriótico oscilaba entre un 10% y un 20%.
La única encuestadora, con cierto renombre, que presentaba una intención de voto radicalmente distinta era Consultores 21, que concedía a Capriles una ventaja de casi 2 puntos. Junto a ella, otras firmas absolutamente desconocidas y poco fiables situaban al candidato derechista como ganador, en algún caso incluso por encima de los 5 puntos.
Atendiendo a estos datos, lo más probable es que el actual mandatario se vuelva a imponer, aunque quizás con un porcentaje menor al que apuntan las encuestadoras más respetadas, debido a la existencia de un por- centaje de «voto oculto opositor» que no se manifiesta en las encuestas, desde hace aproximadamente 6 años. Esta es una variable muy importante, ya que en los últimos comicios celebrados en el país -desde el referéndum para la reforma constitucional de 2007 hasta las parla- mentarias de 2010- el porcentaje de voto de la derecha ha estado siempre unos pocos puntos por encima de lo que les otorgaban los diferentes sondeos.
En estrecha relación con esto hay que tener en cuenta un porcentaje nada desdeñable de personas encuestadas -entre el 18 y el 23%- que no contestan o que representan a las y los indecisos. Los últimos sondeos indican que cerca de un 60% de estos se inclina más por Chávez que por Capriles, pero de cualquier manera, es un voto sumamente volátil que agrega un grado mayor de incertidumbre. En definitiva, parece que el histórico 62,8% vs 36,9% que Chávez obtuvo en 2006 está lejos y que la diferencia será más reducida.
Capriles: estrategia de campaña. El diseño de campaña y los ejes discursivos de uno y otro candidato difieren notablemente, a excepción del intenso esfuerzo que ambos están desarrollando para recorrer el país y llegar a los rincones más empobrecidos. La oposición, por su parte, tomó una decisión política estratégica cuando apostó hace unos meses por construir una imagen -difícilmente creíble- de Capriles como «candidato progresista», ocultando deliberadamente el sustrato radical- mente liberal de su proyecto. La derecha más inteligente, demostraba así que era consciente del cambio de cultura política que al calor de la Revolución Bolivariana se está produciendo en Venezuela y que se traduce en una nueva ecuación hegemónica que combina «Estado social», «soberanía nacional» y «participación popular».
Por esta razón, Capriles ha repetido incesantemente que no suprimirá las «misiones sociales», uno de los emblemas de la Revolución Bolivariana. En la misma línea, está haciendo un esfuerzo evidente por alejarse de la vieja derecha corrupta de la IV República, evitando en la medida de lo posible espacios compartidos con adecos y copeyanos. Desde otro flanco, el candidato derechista está explotando con fuerza la promesa de solucionar dos de los grandes problemas que arrastra el Gobierno bolivariano: la ineficiencia de la administración pública y el alto grado de inseguridad.
En el último tramo de la campaña, la distancia en las encuestas ha obligado a la MUD a apostar a una nueva carta: la apela- ción expresa al voto femenino. Consciente del papel central que están jugando las mujeres en las nuevas organizaciones sociales que han surgido en esta década y media de Revolución y de la preferencia electoral de estas por Chávez en los sectores populares, Capriles ha centrado parte de su discurso en «reivindicar la centralidad de la mujer venezolana». Sin embargo, no se prevé que tenga mucho éxito teniendo en cuenta la retórica torpe y recargada que está utilizando. El «muchacho de barrio alto caraqueño» genera poca credibilidad en la mayoría de las mujeres de los barrios más humildes.
Chávez: debilidades y fortalezas. El chavismo, por su parte, sigue apostando en términos de estrategia y de comunicación política, por explotar el discurso de los «dos modelos de país antagónicos y enfrentados», es decir, de la pugna descarnada entre el «socialismo patriótico» y el neoliberalismo de la «caduca burguesía». Resulta muy significativo que en estos días el comando de campaña de Chávez haya «destapado» el «programa oculto» de Capriles, asegurando que el verdadero proyecto de la MUD es aplicar un «paquetazo» de corte neoliberal, de los del estilo que se imponían en la década de los noventa.
Independientemente del efecto mediático que el equipo de Chávez buscaba con esto, sería una ingenuidad pensar que la vuelta de la derecha no va a traer una restauración de un modelo orientado a concentrar la riqueza nacional en manos de una minoría privilegiada. De hecho, Judith Valencia, economista y profesora de la Universidad Central de Venezuela, advirtió de que el programa real de la MUD propone medidas de choque como el «adelgazamiento» del Estado, que no es otra cosa que la despedida masiva de trabajadores públicos, y la privatización de sectores estratégicos, fundamentalmente de la palanca económica del país: el petróleo.
Por otro lado, el chavismo afronta estas elecciones con mayores debilidades que en los comicios de 2006. En primer lugar, el desgaste temporal es indiscutible, ya que Chávez lleva gobernando de manera ininterrumpida desde principios del año 1999, lo que supone casi 14 años conduciendo el poder ejecutivo del país. En segunda instancia, la ineficiencia en la gestión es una de las grandes losas de este Gobierno, con especial énfasis desde el año 2007 en adelante. Una buena parte de las emblemáticas misiones de salud, educación y alimentación que fueron surgiendo desde 2003 en adelante, se han ido deteriorando con el tiempo, en gran medida por la pésima gestión estatal, lo cual ha traído como consecuencia el retroceso electoral.
A su vez, el sempiterno e irresoluble problema de la inseguridad sigue siendo el talón de Aquiles del Ejecutivo, que no ha podido reducir de manera sustancial sus altos índices en todos estos años. La voluntad del Gobierno para enfrentarlo ha quedado clara en los numerosos programas que ha impulsado (actividades deportivas y culturales, escuelas de música en los barrios pobres, nueva policía comunal…), pero los resultados han sido extremadamente moderados.
La inflación es otra de las lacras que han acompañado a este Gobierno de manera casi constante, pero con particular intensidad desde el 2007, con cifras rondando el 30% anual. La estructura económica dominante sustentada en una burguesía parasitaria todavía muy poderosa, que se dedica al negocio de la importación barata y la venta a precios astronómicos en el mercado nacional, es uno de los desafíos más apremiantes para el Ejecutivo bolivariano. Esta dinámica perversa no solo ha permitido una transferencia indirecta de parte de la renta petrolera hacia estos sectores privilegiados, sino que además se ha convertido paradójicamente en un arma arrojadiza de la oposición contra el Gobierno, al que acusa de «ineptitud». Obviamente, esta variable también ha incidido electoralmente, sobre todo en los estratos medios.
En cuanto a las fortalezas del bloque actualmente gobernante, destaca por una parte, la figura carismática y arrolladora del presidente Chávez, que todavía sigue manteniendo unos altos niveles de popularidad y una gran capacidad para seducir a los sectores populares. Por otra parte, el fantasma del posible regreso de la IV República con sus recortes sociales sigue generando miedo y fuerte rechazo en amplias franjas de los estratos más humildes. Además, ahora no está un juego una alcaldía o una gobernación, sino la Presidencia de la República.
Una de las fortalezas más recientes del Gobierno ha sido la puesta en marcha de nuevas misiones sociales, en áreas donde no se habían producido avances importantes. La Gran Misión Vivienda Venezuela es el ejemplo más paradigmático, ya que en menos de año y medio se han entregado alrededor de 250.000 unidades habitacionales, principalmente a los sectores más desfavorecidos.
En el terreno económico, la recuperación del crecimiento del PIB ha sido otro elemento relevante, tras la caída de éste en los años 2009 (-3,2%) y 2010 (-1,5%). El aumento del 4,5% en 2011, ha sido mejorado en el primer semestre de 2012 con un crecimiento del 5,4%, según datos del Banco Central. A esto hay que agregar la aprobación -tras larga postergación- de la Ley Orgánica del Trabajo, que se sitúa como una de las más garantistas del mundo. Por otro lado, el rol de facilitador que el Gobierno venezolano acaba de asumir en las negociaciones de paz en Colombia constituye otra fortaleza de cara a las elecciones, teniendo en cuenta que un millón y medio de colombianos residen y votan en Venezuela.
A falta de dos semanas para las elecciones, algunos analistas políticos como Miguel Pérez Pirela han alertado del riesgo de que la oposición active su «Plan B», que consistiría en desconocer los resultados y en generar desestabilización y actos violentos. La campaña, por lo tanto, está al «rojo vivo».
Luismi UHARTE Parte Hartuz Ikerketa Taldea