[resumen.cl] Para nadie es un misterio que la transición política española, fue modelo para varios gobiernos post dictatoriales en América Latina. Durante los primeros años de transición chilena, transnacionales españolas se adueñaron de muchas de las empresas estatales de servicios, tales como eléctricas, telefónicas y sanitarias. Por otra parte, la por entonces naciente Concertación tomó del Estado español su modelo policial, represivo y de persecución a la disidencia política, así como ciertos métodos de inteligencia para el manejo y control de los conflictos sociales. De hecho, la ex "Oficina" de Seguridad (actual ANI), no solo fue hija de la CNI de Pinochet, sino también imitación del CESID español.
La bancarrota democrática de las transiciones post-dictadura: Wallmapu-Cataluña
A pesar de las evidentes diferencias de las demandas de fondo, de los fundamentos históricos y de los postulados políticos, entre los problemas que afectan a Cataluña con el Estado español y al Wallmapu con el Estado chileno, lo cierto es que aparecen hermanados por las circunstancias. En días recientes hemos sido testigos de cómo los maestros del Estado español aplican sus tácticas contra las movilizaciones independentistas de los catalanes. En tanto, los alumnos adelantados del Estado chileno se esmeran en replicar las mismas tácticas contra las movilizaciones y luchas de los mapuches. Ambos tienen en común la aplicación de macro estrategias con métodos políticos, judiciales, policiales y comunicacionales tras un solo objetivo: someter la oposición interna, doblegar al adversario que enarbole la libertad o la independencia como bandera de lucha. Llámense éstos Cataluña o Wallmapu, los Estados represivos y, en este caso, coloniales solo tienen la represión como respuesta, la destrucción física del libertario como fin.
En España, el gobierno español emprendió una enorme ofensiva política-judicial-policial-comunicacional contra el referéndum independentista de los catalanes. No por casualidad la operación se llamó "Anubis", en referencia al dios egipcio de la muerte, cuidador de las tumbas funerarias. El nombre lleva implícito el mensaje y el objetivo: destrucción y muerte. En Chile, el gobierno emprendió una idéntica ofensiva contra los mapuche movilizados, presos y libres, con el claro propósito de aplastar la voluntad de lucha y resistencia de un pueblo nación que se niega a ser arrasado por la voracidad empresarial. No por casualidad la operación la llamaron "Huracán", en referencia clara a la destrucción y muerte que dejan a su paso estos fenómenos en otras latitudes.
La incapacidad de los Estados y de las pretendidas democracias (por no decir democracias de raigambre dictatorial) de dar soluciones políticas a problemas político-sociales, los lleva a usar mecanismos autoritarios, represivos, cuando no propios del terrorismo de Estado, en lugar del diálogo y la negociación que debiesen ser las herramientas democráticas de solución.
Sin embargo, es preciso señalar que estas prácticas antidemocráticas no son exclusivas de los Estados y gobiernos español y chileno, sino que son reflejo de una tendencia derechizante de la política en diversas "democracias" del mundo occidental y cristiano. Si bien es de las más recientes, esta tendencia de dominación política de las derechas y extremas derechas nacionales está dominada en la actualidad por la presencia y actuación de Donald Trump a la cabeza del imperio yanqui, cuya implicancia ideológica se explica por los hechos que causa y comentarios que emite. Pero a este peligroso títere yanqui le preceden los procesos derechizantes en Colombia, en México, en Brasil, en Argentina, por solo citar algunos ejemplos latinoamericanos.
Todos estos procesos se caracterizan por su esencia neoliberal en lo económico y autoritaria y represiva en lo político. Aunque conciten un natural repudio de la población, los Estados siguen aplicando estrategias de destrucción de la oposición social interna que cuestione alguno de los pilares o fundamentos en que se sostienen los modelos de dominación política y económica.
Wallmapu en la mirilla
En el caso chileno, este método autoritario y represivo ya ha sido aplicado antes en numerosas movilizaciones sociales de los últimos años; las demandas por educación, salud, previsión, vivienda, trabajo y condiciones salariales, condiciones de vida y de defensa del territorio de la depredación ambiental, entre otras, han sido objeto de estas prácticas macro represivas con elementos de política-judicial-represiva-comunicacional. Pero, sin duda, donde más evidente ha sido el desarrollo de esta práctica es en el conflicto del Estado chileno con el pueblo mapuche. Aquí se ha reprimido como forma predominante, luego se ha criminalizado a las comunidades y pueblos afectados por el conflicto, para continuar con la judicialización y negación de derechos de los comuneros víctimas de estos atropellos. La militarización de las zonas en conflicto ha ido aparejada de una grosera campaña comunicacional que encubre y justifica la represión, por una parte, y protege y encubre al mundo empresarial implicado en el despojo de las tierras mapuche y en el atropello permanente de los derechos de los pueblos originarios. El pueblo mapuche vive en carne propia la estrategia de guerra de baja intensidad.
Frente a esta campaña de destrucción por parte de la colusión múltiple entre los poderes implicados contra un oponente indefenso, como el pueblo mapuche, no ha sido suficiente el repudio de organismos internacionales de las prácticas discriminatorias y autoritarias por parte del Estado chileno; tampoco ha surtido mayor efecto las exigencias realizadas al Estado y la Justicia chilena por diversos dictámenes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Las poderosas clases dominantes y gobernantes se arropan en sus discursos reaccionarios, facistoides, derechizantes, discriminatorios, segregacionistas, en suma, arbitrarios y dictatoriales para continuar con sus estrategias de negación y sus métodos de destrucción de los oponentes.
Fotografía: Detenciones de dirigentes mapuche en Temuco el 23 de septiembre de 2017. Por Camilo Tapia