Escénica en Movimiento: Interpelando narrativas y generando contenidos en torno a la danza contemporánea

Paulina Barrenechea Vergara / resumen.cl

El pasado 19 de abril, el Centro Cultural Escénica en Movimiento (CCEM) presentó a la comunidad penquista su plan de gestión para el presente año. Este hito en las artes escénicas locales no es fortuito, sino que tiene relación con toda una genealogía que ha marcado el trabajo presente de este núcleo de bailarines y bailarinas. Pero no sólo para ellos/ellas, pues las narrativas de la danza, sobre todo en nuestra ciudad, han logrado construir en el tiempo un locus de sentido y creación a través de las actuales compañías. Escénica en Movimiento, en ese sentido, actualiza en sus cuerpos, en y desde el presente, todos los relatos de quienes les preceden en el desarrollo de esta práctica artística cuya relevancia se vuelve cada vez más visible como espacio de conocimiento y construcción de procesos de transformación social.

Creada el año 2010, en un momento decisivo en términos corpopolíticos para la región del Bío Bío, producto de las fisuras e impactos que deja el terremoto del 27F, la compañía de danza contemporánea comienza a fortalecer su posicionamiento como Centro Cultural, a partir del año 2012. Sin embargo, gracias al financiamiento del Programa Otras Instituciones Colaboradoras (POIC), del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio – adjudicado el año pasado- pueden no sólo seguir desarrollando las áreas de formación y producción tradicionales de su quehacer, sino que, también, dotar de un sentido histórico y crítico a sus procesos creativos y búsqueda investigativa. Con ello, comienza, además, una nueva forma de trabajo colaborativo que, preservando su identidad horizontal, suma nuevas experiencias y modos de hacer a su equipo original.

En pleno proceso de ensayos para la temporada de su obra "Cuerpo Fronterizo", en el Teatro Bío Bío, a principios de julio, nos encontramos para esta entrevista en un café de Concepción. Como periodista, me interesa conocer y compartir la percepción que Camila Contreras, intérprete y directora del Centro Cultural, y Darwin Elso, intérprete y coordinador del POIC, tienen sobre la escena actual de las artes escénicas y la forma en que el CCEM tiene algo que decir en torno a la ruptura de esos paradigmas y relatos duros que aún definen un destino cifrado para la danza contemporánea. Quizás, también, en esta conversación, lograr relevar las pulsiones políticas detrás de un proyecto como éste, las derivas de su plan de gestión y porqué hoy es tan importante pensar, formar y mediar, desde y para los cuerpos.

Según sus propias percepciones de la historia del Centro Cultural Escénica en Movimiento, ¿En qué momento se encuentran? ¿Cómo definirían su presente?

Darwin: Si pensamos en el ciclo humano, diría que estamos en la adolescencia. Nacimos como centro cultural hace 6 años y ahora queremos ser adultos. Deseamos probar ciertas cosas tentativas que nos permitan llegar a una madurez profesional. Nos vemos tratando de hacer cosas que sean proyectables y viendo cómo queremos ser de adultos.

Camila: Para mí, hoy, es fundamental sabernos y pensarnos como centro cultural. Si bien habíamos sacado la personalidad jurídica hace tiempo, no nos pensábamos como centro cultural más que para las postulaciones. Ahora nos estamos reivindicando con eso, en sus distintos ejes y de manera mucho más amplia y con mayor proyección.

Fotografía de Luís Zamora

Claro, lo irrenunciable que parece ser tener un espacio físico pareciera incidir en eso, ¿verdad?

Camila: Nosotros funcionamos como al revés, pero también con el pie forzado de querer tener ese espacio.

¿Qué creen define a Escénica en Movimiento? ¿Qué creen intenta mover, impugnar y/o transformar con su labor?

Darwin: Precisamente, creo que una de las cosas más difíciles de entender en Escénica es esta figura de colectivo que se transformó en centro cultural. Rompimos un poco con el concepto del colectivo, pensando en el área de la danza. Pese a ello, existe una horizontalidad en nosotros, en la toma de decisiones, que hemos preservado. Creo que eso es algo que nos ha caracterizado hasta hoy y nos ha llevado a generar un funcionamiento a través del tiempo. Eso mucha gente no lo entiende, porque es más común usar una estructura jerárquica. Podríamos haber pasado fácilmente, como centro cultural, a tener un jefe o una jefa. Yo creo que por eso hemos insistido en ello, ya sea por tozudez y porque realmente creemos que es una figura que funciona y porque es un lugar de resistencia y oposición una una figura más jerárquica.

Camila: También creo que nos define el trabajo como un concepto importante. Cuando empezamos a formarnos como colectivo, sabíamos que esto no era solo bailar, que no era sólo el escenario, sino que significaba una serie de redes de trabajo, de áreas que potenciar. Es un punto que nos define, porque es una orgánica que excede al virtuosismo, y que entiende que la danza es una disciplina que puede transformar a nivel social y político. Eso es lo que queremos decir.

Darwin: Y es que hay una percepción de que la autogestión es trabajar en la precariedad absoluta.

Camila: Nosotros nos hemos adjudicado varios fondos y muchas veces escuchamos ese comentario de que "siempre" nos adjudicamos todo. Pero la verdad es que, primero, no es siempre y, segundo, hemos trabajado mucho para eso. No es que tengamos una bolita mágica para recibir un premio, sino que esto ha sido como un viaje largo, con mucho ensayo y error. Nosotros seguimos con la autogestión, que igual es buscar esos financiamientos, y pensar lo que implica el tenerlos y sus distintas posibilidades. Por eso creo que si hay algo que nos define es el trabajo, la disciplina y la idea de horizontalidad, todas funcionando. Pero, también, ese trabajo desde la amistad y el cariño. Siempre hemos tenido los pies en la tierra y, por eso, creo que hemos podido mantenernos en el tiempo.

Darwin: Una cosa importante es que el centro cultural ha generado fuentes de trabajo. De hecho, es nuestra fuente laboral. El grueso de los bailarines tienen su profesión, un trabajo formal y, aparte, practican danza. Para nosotros, nuestra jornada laboral completa es dedicada a la danza. En Escénica hay tres profesionales dedicados exclusivamente a la danza. Y es heavy, porque mucha gente se pregunta si uno puede vivir de esto y yo les digo ¡obvio! ¡Llevo cinco años viviendo así! Eso colapsa la utopía del bailarín muriéndose de hambre. Es un posicionamiento y un cambio de paradigma. Deseamos entregar esa visión, también, a todos los que vienen detrás de nosotros, a los bailarines y las bailarinas que se están formando en el programa EMFOCO, y a todos los que están trabajando ahora en Concepción. Yo creo que es una cosa importante.

Está sobrentendido que la práctica artística es un hobby y que no constituye un trabajo. Es un escenario adverso. En ese sentido, ¿Cómo perciben el desarrollo de las artes escénicas a nivel local y en términos creativos?

Darwin: Pienso que a nivel creativo siempre hay pulsiones que existen. Están súper presente siempre, pero las canalizaciones de esos pulsos creativos son los que faltan. Ahora bien, personas que son capaces de aunar a todas la demás personas creando, es decir, coreógrafos y directores, son escasos en la zona. Las condiciones en que se desarrollan esos impulsos creativos no son buenas. Falta infraestructura, espacios para ensayar, para poder mostrar y visibilizar. Desde otro lugar, y situándolo en la temporalidad de las artes, pienso que creativamente todavía estamos cuestionándonos cosas que en otros lugares ya se han cuestionado, sobre todo en términos de contenido y de lenguajes del arte contemporáneo.

Camila: Falta también ser más autocríticos. Creo que hay un lugar común al que vamos una y otra vez. Por ejemplo, en el teatro, hablar de lo local, de lo popular. Sin duda, eso tiene su momento, pero ahora hay que mirar más teatro, leer otros dramaturgos y otras dramaturgias. En el caso de la danza, lo mismo, estamos como muy tocando la misma tecla. Hay muy pocos estrenos también.

Darwin: En nuestra zona, la influencia de la danza moderna, articulada a la escuela alemana, como técnicas (Calaucán con el Espiral), ha sido fuerte. De a poco han estado entrando nuevas metodologías que tienen que ver con la improvisación, con otros lenguajes, como los acrobáticos, con nuevas maneras de moverse. Saliendo un poco más de la forma y los espacios que eran tan fuertes, pensando en la tradición de la danza moderna y el ballet. Estamos ahí en un flujo de mezclas y comenzando a tener nuevas posibilidades de la corporalidad. Siento que son pocos los procesos creativos y es súper difícil que hayan fondos u obras beneficiadas con Fondart, por ejemplo. No puede ser que haya siempre una o dos en toda la región. Esto se condice mucho con el tema de que no hay gente que se dedique a la danza 100%, porque su disponibilidad en el lugar creativo es, también, desde una funcionalidad y repetición de formas y patrones.

Camila: Una creación involucra tiempo y tiene un proceso profundo. O sea, una obra puede ir cambiando y en cada montaje se suman experiencias que le afectan, y eso es muy bueno. Recuerdo que han surgido algunas críticas a nuestro trabajo con otros coreográfos, diciendo que eso no es creativo. Nosotros trabajamos en diálogo y el coreógrafo o la coreógrafa que nosotros invitamos, porque nos interesa su mirada, no viene con todo armado para decirnos dónde estar y qué hacer, sino todo lo contrario. Como bailarines también somos creadores y co-autores de la obra. No es para nada unidireccional. Hoy hay nuevos formatos de hacer y, también, forman parte de un trabajo local. Ahora bien, ¿Qué es eso de lo local? ¿Qué definiría un trabajo local? ¿Que lo haces en Concepción? ¿Con gente de Concepción? ¿Que miras tu metro cuadrado?

Fotografía de Patagon.

Claro, son límites porosos, por eso es tan importante tener y construir un proyecto político detrás de lo que haces.

Camila: Hay compañías que estrenan y, seguido, tienen la otra función, entonces no hay un tiempo para un proceso profundo. Y está pasando mucho que en términos creativos, tengo un estreno, cumplo y, luego, chao.

Un poco el amarre de la lógicas neoliberales en el plano de la cultura.

Darwin: Claro, ¿cómo nos oponemos a esas lógicas?

Interesante, y enlazado a eso, creo que es fundamental pensar/nos desde las corporalidades, sobre todo hoy. ¿Qué tiene que decir la danza contemporánea en ese contexto?

Darwin: Lo primero tiene que ver directamente con el género, que es una de los grandes cuestionamientos actuales. Aquello que define a un hombre y una mujer, y pensar en sus porosidades. Eso que está tan codificado en la cultura chilena. La danza, en ese sentido, nos provoca pensar en las corporalidades y en ella tendría que haber un cuestionamiento. Tener lugares dónde acotar estas reflexiones. Por otro lado, en nuestra sociedad, el cuerpo ha sido súper olvidado y nace la inquietud de hacer notar al público común, al ciudadano y ciudadana, que su cuerpo existe y que es totalmente consecuente de sus propias acciones. Hacer a las personas más conscientes de su propio cuerpo y, en ese sentido, alejar un poco la idea de lo bello y percibir la danza como ese espacio donde ir a ver cuerpos bonitos. La idea es volvernos capaces de ver que nuestro tu cuerpo es como lo único que tienes y de cómo nos relacionamos con él de manera amigable.

Camila: O sea, es increíble como los niños, a los diez años ya tienen su corporalidad. Ruedan por el piso, suben, bajan. Después, no reconocemos nuestra espalda, dedos, una es completamente autómata. Con Thomas Bentin, trabajando con él, nos dimos cuenta de que la danza contemporánea tenía muchas posibilidades relacionadas a nivel social y cultural. Ver cómo podemos acercar a la gente a la danza, en tanto danza pero, también, pensando el cuerpo como posibilidad de discurso. Por eso hacemos el cruce con el teatro, porque entendemos también la danza desde ahí, desde lo híbrido y el contacto con otros lenguajes.

Darwin: Como Escénica ahora estamos reflexionando mucho más acerca de cuáles son los discursos que vamos a proponer y la importancia que tiene imprimir una opinión más política en lo que hacemos, en relación con nosotros y con nuestra sociedad penquista. Hasta ahora la investigación había sido como mucho más acotada en espacios creativos para la obra y, en ese sentido, muy regido por los tiempos.

En ese marco, ¿qué percepción o lectura crítica tienen de las acciones que ustedes realizan o que en general se realizan en términos de formación de audiencia?

Camila: En los programas de formación de audiencia, estamos buscando nuevas metodologías, porque creemos firmemente que no es llegar y ver solamente la obra y, al terminar, conversar. Estamos en un proceso de autocrítica y viendo cómo cambiar esos formatos que piensan solo en el evento. En el programa EMFOCO (programa de Formación Continua en Danza Contemporánea) siento que hemos hecho un trabajo más de audiencia, porque los y las estudiantes no solo toman la clase, sino que hemos hecho trabajo de apreciación en los festivales y con diferentes obras. El bailarín y la bailarina tienen que hacerse cargo y ser consciente de que no sólo serán vistos desde lo estético, sino que, también, generando un discurso.

Darwin: Claro, porque la formación de audiencia se basa en la posibilidad de que puedan ser bailarines, pero también que han tenido un desarrollo crítico con respecto a lo que hacen. Cuando era chico, fue la orquesta sinfónica de Concepción, después de una clase de castellano, al gimnasio de mi colegio. Y fue una cosa impactante. Quedamos fascinados por ver algo que no se da en el lugar donde vives, entonces, debemos ser capaces de generar esos despertares y generar un trabajo, en especial, con los niños y niñas.

Camila: Creo que hay que cambiar el paradigma de pensar que la gente no va a la danza porque no entiende. Si la verdad es que no hay nada que entender, si no que la danza debe provocar, cuestionarnos cosas y generar nuestras propias reflexiones. Nosotros somos autocríticos, porque sabemos que nos ven poco y que siempre va la misma gente. Pero van apareciendo nuevos espectadores y ese es un gran desafío para nosotros como equipo.

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Fotografía principal: Carla León

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