La "modernidad" comenzó con un acto migratorio. Colón y sus hombres viajaron a tierras que ni siquiera conocían. La "modernidad" comenzó con un acto racista, Colón y sus hombres se llevaron como piezas de museo una pareja de indígenas, dos hombres y dos mujeres. El racismo no acabó nunca. Sara Baartman fue exhibida en el Museo del Hombre de París hasta 1974.
Por Daniel Mathews / resumen.cl
Las primeras migraciones vinieron del Norte al Sur. Y revistieron formas bárbaras. Vinieron soldados que invadían nuestros pueblos. Sacerdotes que destruían nuestras culturas. Y fueron ellos los que crearon nuestra pobreza. Ahora la migración va del Sur hacia el Norte. Son miles de personas que huyen de la pobreza. Pero no es sólo por un tema económico que van al Norte, escapan también de las dictaduras, las guerras, la muerte que la "civilización occidental y cristiana" ha sembrado en nuestros países. Son cientos de miles. Este año más de 300.000 inmigrantes han cruzado ya el Mediterráneo para escapar de sus países en guerra con la esperanza de hallar una vida mejor en Europa, según datos de la agencia de refugiados de Naciones Unidas (ACNUR).
En medio de la actual crisis migratoria, lo que más preocupa a la comunidad internacional es la incapacidad de las autoridades de los países afectados para encontrar una solución al drama humano. Lo único que se les ocurre, después de producir catástrofes por más de 523 años, es amurallar el mundo. Un muro en Israel para que los palestinos no puedan llegar a la que fue su tierra. Un muro en Estados Unidos para que los mexicanos no puedan llegar a la que fue su tierra. Muros en Europa para que los africanos y del Medio Oriente no puedan huir de países devastados por conflictos que Europa propició.
Nos imponen Tratados de Libre Comercio para que circulen libremente capitales y mercancías. Es la nueva forma de invadirnos. Pero a cambio de que no circulen personas. Europa contempla incluso usar las fuerzas armadas contra la llegada masiva de inmigrantes mientras se suceden a diario las noticias sobre la muerte de migrantes. Esto ya ha producido reacciones en la propia Europa. La coordinadora de la red euroafricana Migreurop, Brigitte Espuche considera «condenable e ineficaz» el empleo de medidas militares para impedir la llegada de inmigrantes. Asimismo, acusa a Europa de tratar el asunto con un «cinismo terrible».
Melissa Fleming, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, recuerda a su vez que la mayoría de los inmigrantes que intentan entrar en Europa, no escapan de sus países por decisión propia, sino que son desplazados que tienen derecho a solicitar asilo. En su mayoría refugiados de la guerra de Siria o de Irak, pero también migrantes económicos procedentes de Pakistán o Bangladesh-- atraviesan la frontera terrestre entre Grecia y Turquía, viajan a Salónica y, por último, recorren en taxi colectivo o furgonetas atestadas los 65 kilómetros que separan la segunda ciudad de Grecia del pequeño apeadero de Idomeni. Ahí se agarraran a la parte baja de los vagones para tratar de ir a algún sitio que sea más prospero dentro de la propia Europa.
Junto a la ruta por Macedonia y Serbia, hay otra algo menos transitada por la frontera de Grecia con Albania, que se ha convertido en la vía alternativa al hipervigilado servicio de ferris entre el puerto griego de Patras e Italia, el trayecto habitual de irregulares de los últimos lustros. El viaje hacia el corazón de Europa por los Balcanes occidentales cuesta poco más de la mitad que el marítimo: unos 1.800 euros por persona frente a los 3.000 de un polizón en barco.
Este domingo el papa Francisco calificó las muertes de inmigrantes de «crímenes que ofenden a toda la familia humana» y elevó una oración por los 71 inmigrantes que se asfixiaron en un camión en Austria esta semana. Sin embargo el número de muertes no parece proclive a disminuir. Las Naciones Unidas nos hablan de cifras que van de los 200 a 300 muertos por lanchas que no llegan a puerto, camiones con asfixiados y otras formas de morir aún más atroces.