Desde ayer en la noche, conocemos los primeros resultados de la elección presidencial francesa. Esperando tener un conteo detallado y exhaustivo para un análisis más fino de esta primera vuelta electoral en el país galo, en este momento nos contentaremos de entregar las primeras tendencias generales (1), así como algunas reflexiones políticas.
Diez candidatos se presentaron en la contienda y el nivel de participación ha sido relativamente alto: cerca del 80% de los 41 millones de electores fueren a votar. Sin embargo, el 20% de abstención, como múltiples encuestas de opinión, confirman que amplios sectores de las clases populares no se sienten representados por la clase política, en un momento en que toda Europa está al borde el abismo y vive una crisis estructural del capitalismo del viejo mundo.
Después de 5 años de un gobierno neoconservador, agresivo y regresivo, del presidente saliente Nicolás Sarkozy, el socialista François Hollande alcanza el primer puesto con un poco más de 28% de los votos. El ex-secretario general del Partido socialista (1997-2008) logró aparecer para parte de los ciudadanos con su eslogan « el cambio es ahora », como el candidato del « voto útil » para sacar a Sarkozy y a la derecha del poder, sin que se pueda -de ninguna manera- considerar este voto con un gesto de adhesión o apoyo pleno al diputado socialista. A pesar de un programa claramente social-liberal y afín a los intereses de las clases dominantes, el PS capitalizó el descontento social creciente presente en el país, cuando la crisis que afecta al conjunto de la zona euro amenaza con barrer con las diversas conquistas sociales del sistema colectivo francés. Cada vez más situado en el centro y reafirmando su orientación pro-liberal, el PS dejó, en consecuencia, un espacio vacío para la recomposición parcial de las izquierdas. Un espacio ampliamente polarizado en torno a una figura pujante del sistema político hexagonal: Jean-Luc Melenchon (quien concentra 11% de los votos). El líder del Frente de izquierda, 60 años, ex-ministro y dirigente socialista, senador, dinamizó la campaña electoral con sus mítines gigantes (con decenas de miles de personas), su gran capacidad de tribuno y su orientación anti-neoliberal, llamando a una « revolución de las urnas ». Con él, el Frente de izquierda dio nuevos colores al Partido comunista (Marie-Georges Buffet, la candidata comunista sacó solamente 1,93 % de los votos en 2007), logrando cohesionar en este conglomerado a ex-socialistas, muchos sindicalistas y algunas pequeñas organizaciones y personalidades de la izquierda radical, mezclando discurso unitario con un verbo patriótico-republicano, criticando la dominación de la finanza sobre la democracia y levantando el entusiasmo popular al llamar a la « resistencia ».
En estas condiciones, Lucha obrera (trotskista) y su candidata, Nathalie Artaud como el Nuevo partido anticapitalista (NPA) con Philippe Poutou, tuvieron dificultad para existir y reivindicar su especificad y orientación radical, en particular en los grandes medios de comunicación. No lograron presentarse como una alternativa real a una escala nacional, contando respectivamente con 0,70% y 1,2% de los votos. El candidato del NPA, único candidato obrero y sindicalista, a pesar de la profunda crisis interna de su partido (2), defendió valientemente una candidatura anticapitalista de un « no profesional de la política », independiente del PS y de las instituciones e insistiendo en la necesidad de las luchas desde abajo para « que los capitalistas paguen la crisis y no los trabajadores ».
François Bayrou (centro-derecha), eterno candidato, no alcanzó (con 10%) su sueño de un gran movimiento centrista demócrata-cristiano en Francia. En cuanto a la candidata ecologista Eva Joly, con a penas 3%, no supo convencer, las manos atadas por sus preacuerdos con el PS y con una visión de la ecología que vacila entre el antiproductivismo y el capitalismo verde. Los dos últimos candidatos, el « soberanista » derechista Nicolás Dupont-Aignan y el alucinado Jacques Cheminade (quiere colonizar el planeta Marte y multiplicar las centrales nucleares), obtuvieron 1,9% y 0,2%.
Con todo, los resultados expresan de manera indirecta el rechazo popular a la política de Nicolás Sarkozy (quien capta 26% de los votos). Esta elección traduce un claro rechazo del « presidente de los ricos » (3), de su orientación xenófoba y ultraliberal, un cansancio de un gobierno arrogante al servicio de la oligarquía y represivo de los movimientos sociales, un « no » a su voluntad de seguir destruyendo los servicios públicos y a una Europa liberal en crisis, construida de la mano con la conservadora primer ministro alemana Merkel. Pero, esta reacción digna y progresista de amplios sectores no puede borrar otro fenómeno fundamental de esta elección: la ascensión de la candidatura del Frente nacional y de Marine Le Pen, representante de la extrema-derecha racista. Con un poco más de 6 millones de electores (y 18,5%), el partido fundado por Jean Marie Le Pen, obtiene una cifra muy preocupante. Confirmando el estado de descomposición política de la Unión Europea y el progreso en todos los países de las derechas extremas, Marine Le Pen puede festejar con su padre el éxito: alcanza un nivel nunca visto en las historia de las elecciones presidenciales en Francia, gracias a un discurso que, paralelamente a sus tradicionales palabras de odio hacia los migrantes, supo renovar la imagen del FN, dirigirse a las más precarios y a los trabajadores desconcertados por la amplitud de la crisis, diciéndose la candida idónea para luchar contra « las elites », el « mundialismo » y las « multinacionales ».
Lo más probable es que pierda Sarkozy durante la segunda vuelta electoral, el 6 mayo. Este acontecimiento será un gran alivio para las grandes mayorías que sufrieron durante estos 5 años de híperpresidencialismo omnipotente. Todas las fuerzas de izquierda llamaron, en su diversidad, a oponerse a Sarkozy y derrotarlo en las urnas. Pero la victoria de Hollande y su proyecto de seguir la orientación desastrosa de los partidos socialistas europeos y de dar « sentido a la austeridad » (sic) no será una solución, y menos aun una alternativa radical a la deuda publica, las privatizaciones, a la precariedad del trabajo creciente, la crisis ecológica, etc. En este contexto sombrío, para las « izquierdas de izquierda », los anticapitalistas, los ecologistas consecuentes, la urgencia es indudablemente contribuir a sacar a Sarkozy del paisaje político, pero preparándose a combatir también el veneno del Frente nacional y, a la par, construir un frente social y político unitario « anticrisis », independiente del PS, para seguir luchando y defenderse frente a las embistes de la Europa del capital. El próximo primer de mayo se anuncian para el pueblo francés como un momento clave para comenzar a reorganizarse frente a la extrema-derecha, a las políticas neoliberales (social-liberal o de la derecha) y organizar una tercera vuelta: la del movimiento social.
Notas:
(1) Para acceder a los resultados actualizados: www.lemonde.fr/election-presidentielle-2012/
(2) Parte de la dirección del NPA criticó la campaña de Poutou e incluso algunos de sus miembros llamaron a votar Melenchon
(3) Leer: Monique Pinçon-Charlot, Michel Pinçon, Le président des riches : Enquête sur l’oligarchie dans la France de Nicolas Sarkozy, La Découverte, 2011.