Por S.O. Maureira
Abro Chrome, busco en Google "bicicletas usadas concepción". Luego, durante todo ese día en otras páginas (Instagram, YouTube, Facebook, etc.) veo anuncios sobre bicicletas nuevas, bicicletas usadas, taller de bicicletas, etc.
Parecía algo tan cotidiano que pasaba desapercibido, quizás pensé que era extraño, pero de todas formas no le prestaba atención. Y es que en general, durante mi vida y sobre todo desde la revuelta de octubre, he identificado problemas en varios ámbitos de la realidad chilena: un modelo social-económico inhumano, un sistema patriarcal que nos mata; y luego sus derivados como zonas de sacrificio, pensiones indignas, femicidios, crímenes LGBTIQ+, mal sistema de salud, etc. Aquellas son crisis de primer orden, porque amenazan nuestra integridad física, psicológica, social y espiritual.
Lamentablemente, existe otra crisis que nace de la era digital en la que vivimos, profundizada en la pandemia y sus cuarentenas que nos hacen ir todavía más a este mundo digital: se trata de nuestros datos en internet. El problema de la privacidad gira en torno a varias empresas, pero primero destacaré Google y luego Facebook por ser las más avasalladoras. Su buscador es la puerta de entrada al internet para miles de millones de personas. Su navegador Chrome, tiene un 70% de cuota de mercado (le siguen Safari de Apple y Firefox de Mozilla). Asimismo, Gmail, YouTube y Google Maps acaparan sus respectivos segmentos. Que una empresa se apropie del Internet a este nivel es una vulneración severa del derecho humano a la privacidad, porque Chrome espía todo lo que hacemos (desde lo que escribimos en la barra de direcciones hasta nuestro historial web) y por supuesto, Google se apropia y vende toda esa información para "entregarnos mejores anuncios" (y para ganar dinero a costa de dicha información).
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Esto no es una teoría conspirativa, es la realidad a la que nos enfrentamos cada vez que usamos un computador con conexión a internet. Y la información de una, o cien mil personas no sería tan dañino. Pero estas empresas tienen los datos de millones, de miles de millones de personas. Google ofrece todos sus servicios gratis porque somos el producto. Se apodera del Internet, decide qué se muestra y que no; y peor, decide qué existe y qué no. Y el problema no es sólo Google, otras empresas también están intentando monopolizar el Internet.
Facebook es otro de los grandes monopolios. Esta empresa es dueña de la red social del mismo nombre, y también de Instagram y WhatsApp. Como ya te habrás dado cuenta, los monopolios de Google y Facebook abarcan la mayoría de las cosas que hacemos en internet. Lo que quiero decir en concreto, es que eso puede cambiar el mundo.
Por ejemplo, Facebook recopila nuestro género, estudios, posturas políticas, estado civil, e incluso cuánto tiempo estamos en línea. En su conjunto, esos datos revelan una enorme cantidad de información sobre nosotras. Con dicha información, una empresa llamada Cambridge Analytica del Reino Unido ligada a grupos conservadores creó anuncios ultrapersonalizados, entregando mensajes políticos y noticias focalizadas durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016. Esa brutal manipulación de nuestros datos dirigió votos hacia Trump, con las consecuencias desastrosas que conocemos. Además, es importante que te diga que toda esa manipulación de datos sigue sucediendo a pesar de los escándalos, y de hecho existe un mercado de datos personales al margen de cualquier marco regulatorio legal.
Y tal vez te parezca que estas reflexiones no son urgentes, o que no son importantes; pero justamente ése es el mundo que están creando los monopolios digitales como Google y Facebook. Un mundo donde es normal ceder todos tus datos, patrones de uso del internet, imágenes y ubicaciones a cambio de recibir un producto gratis, un video de gatos y/o aprobación social. Un mundo donde dichas empresas proveen esa información a Estados y compañías privadas. Porque hablamos de empresas y, por ende, no tienen ética: el uso que se le dé a esa información no es relevante. La barrera entre lo digital y lo real se rompió.
Por el contrario, si estas reflexiones te parecen importantes, hay opciones: puedes usar Firefox como reemplazo de Chrome, ProtonMail como reemplazo de Gmail, DuckDuckGo como reemplazo de Google. Son pequeñísimas acciones que pueden aportar para defendernos del asalto de las empresas que nos transformaron en productos para vendernos al mejor postor. Sólo son sugerencias básicas, podemos explorar más alternativas en otro momento. Lo que quiero destacar es que la humanidad cambió gracias al internet, y que finalmente existe una enorme brecha entre lo que sabemos de las empresas del internet, y lo que ellas saben de nosotras.