En la sala del Tribunal Primero de Alto Riesgo de Guatemala se pronunció la condena: el expresidente de facto fue encontrado culpable de los delitos de genocidio y falta de deberes contra la humanidad y era condenado a 80 años de cárcel.
En la sala del Tribunal Primero de Alto Riesgo de Guatemala se había pronunciado la sentencia de la jueza Jazmín Barrios: el expresidente de facto, general en retiro José Efraín Ríos Montt fue encontrado culpable de los delitos de genocidio y falta de deberes contra la humanidad y era condenado -a los 86 años, casi 87-- a cumplir una sentencia de 80 años. La jueza había reconocido lo excesivo de la pena para un hombre tan mayor, pero explicó que había antepuesto el derecho de las víctimas a la justicia. Y había absuelto al exjefe de inteligencia militar José Mauricio Rodríguez, dándole permiso de retirarse de la sala en su silla de ruedas.
Eran las 5:10 de la tarde, hora local. La sentencia fue emitida: «Los juzgadores consideramos que la conducta del acusado José Efraín Ríos Montt encuadra en el delito de genocidio en calidad de autor, por lo que debe imponerse la pena correspondiente». Y agregó: «Se ordena la inmediata detención por la naturaleza de los delitos y se ordena el ingreso directamente a prisión".
Y se soltó el pandemónium en la sala que había sido abarrotada desde primeras horas de la mañana por indígenas de todas las étnias, activistas de la sociedad civil, prensa, cineastas, políticos, diplomáticos. Las primeras fotografías que empezaron a circular de la escena muestran a un Ríos Montt que se quita los audífonos, por primera vez sin la máscara de la sonrisa que exhibió a lo largo del juicio que empezó el pasado 19 de marzo, con una mirada de desconcierto.
"¡Cordura, cordura!", pedía la jueza. Una nube de periodistas le bloqueaban la vista del acusado que acababa de ser sentenciado en un proceso judicial de dimensiones históricas. Ríos Montt es el primer exjefe de Estado sentenciado por genocidio en un tribunal de su propio país en Latinoamérica. Quizá en el mundo.
En la sala, entre el público que se movía agitado, que gritaba de júbilo o, en el caso del sector que ocupaban los familiares y simpatizantes de Ríos Montt, proferían amenazas por lo bajo, se escucharon gritos de advertencia: "¡Se va, se fue!".
La jueza Barrios ordenaba: "El señor acusado no puede abandonar la sala, sus abogados no pueden llevarse al imputado, sus escoltas no lo pueden sacar de la sala porque la sentencia es en firme".
Acto seguido, la jueza pidió que se llamara "de inmediato" a la comisaría de la policía más cercana para que se trasladaran de inmediato a la torre de tribunales para detener al general imputado de genocidio. Y ante la insistencia de la defensa de desacatar la orden judicial y sacar del lugar al atarantado militar, la jueza tuvo que recurrir a una advertencia: "Señores abogados, no obstruyan la acción de la justicia".
El caos siguió y entonces Barrios dio la orden a los agentes de seguridad del organismo judicial de formar una valla. "Hay que hacer una valla para evitar una posible fuga del imputado", dijo.
Poco a poco, desde el presídium y sola, con un micrófono, la jueza logró controlar la escena. Primero fueron desalojados los familiares y simpatizantes de Ríos Montt, del general Rodríguez y el propio José Mauricio Rodríguez, es G2, empujado en su silla de ruedas. Luego salieron los asistentes que acudieron en apoyo al Ministerio Público y a la parte querellante. Pero antes de que los indígenas salieran de la sala, mirando hacia la tribuna, sin gritos, pronunciaron al unísono: "¡Tantixh! (gracias, en ixil).
A las 5.50 -diez minutos antes de que se cumplieran las dos horas del capítulo final de este truculento juicio--ingresaron elementos de la Policía Nacional y retiraron de la sala al ex dictador Efraín Ríos Montt. Preso.
Video:
{youtube}30urksqF8aY{/youtube}
{youtube}KC6rIvsW8lI{/youtube}