Por Emilio Piedrasanta, Ciudad de Guatemala
Ventanas, puertas y oficinas en llamas en el Congreso Nacional de Guatemala como acción de sabotaje en medio de una protesta. ¿Cómo fue posible esto? De la situación política en Centroamérica casi no se dice nada. Los medios de comunicación empresariales latinoamericanos, los canales internacionales (DW, BBC, RTE, TV5, etc.) o las tres grandes corporaciones de agencias de noticias (EFE, Reuters y AF) de lo que hablan es de desastres, de caravanas de migrantes o, claro, de Nicaragua. Y eso tiene una respuesta simple, los países han vivido bajo la férrea tutela de EEUU y también un poco de la Unión Europea.
El contexto que crispó y que resultó en la movilización de este sábado 21, inició de convocatorias a protestar desde varios colectivos populares y un punto de reunión habitual, el parque central (La Plaza). Una de ellas era una marcha organizada por estudiantes de la única universidad pública del país, la cual recorrió el centro buscando pasar frente al Congreso. Y tal como pasó en Chile, los y las jóvenes decididas y hartas de un sistema que explota y saquea sin tregua, deciden subirse a las ventanas y tirar ese símbolo, tal como estatuas de Pedro de Valdivia y los colonizadores en las plazas de Chile. Romper y quemar. Es la violencia hacia la propiedad y hacia el sistema como expresión y forma de lucha para cambiar lo tangible y lo subjetivo.
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¿Pero de dónde salió este impulso?
Las convocatorias a protesta se extendieron hace algunos días a partir de la aprobación del presupuesto de 2021, ante un proceso que reiteraba los pactos mafiosos entre el bloque de partidos del orden. La población vio a la mañana siguiente los videos de una sesión realizada durante la noche del 17 a 18 de octubre, que terminó a las 5.30 am con 115 votos a favor (y 32 ausencias), de 160. Diputados que sin ningún interés conversaban, comían o dormían con el murmullo del micrófono de alguien que leía el texto de la ley sin que se entendiera nada, pero nada. Alguien lo calificó más como un asalto, que una discusión y aprobación del presupuesto.
Lo aprobado supone un gasto financiado en una tercera parte a partir de préstamos y un endeudamiento con el FMI y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (parte del BM). Por otro parte, su fórmula facilita mecanismos para la malversación, da prioridad en áreas e instituciones donde han existido casos de corrupción, y quita presupuesto en DDHH, infancia, desnutrición, educación superior, entre otros.
Del actuar del congreso, vino después una justificación del presidente sobre la aprobación del presupuesto. Y aunque esto fue el punto fundamental de la protesta, hay también un hartazgo y un descrédito total hacia el legislativo por ser, en general, una institución totalmente mafiosa. Es un símil de lo que ocurre con el parlamento de Brasil. Casi todos los partidos son operadores de los intereses de las élites. Además, la dirección del nuevo gobierno (tiene 10 meses de haber asumido) tiene ya un fuerte desgaste por el nepotismo, lo autoritario y arrogante, y por la malversación de fondos (la mayoría venido de préstamos) para la atención del Covid-19 -es decir, para garantizar la salud.
Pero si ya había malestar, el viernes la situación significó una crisis política, cuando el vicepresidente propuso la renuncia del presidente y de él mismo, si no había un cambio en la gestión del Gobierno. Estas palabras significan una tensión interna en el Ejecutivo, y la visibilización del desastre en el ejecutivo, y la continuidad de su funcionamiento respecto al interés de la élite política y económica.
Pero el contexto social y la reacción de la población movilizada, no obstante, tiene raíces con un proceso que ya tiene algún tiempo. Los ánimos que desembocan en las llamas, vienen de varios años antes. La sociedad guatemalteca, tuvo ya una crisis en el 2015 que significó la salida del presidente y vicepresidente ante la crisis del sistema político-económico. Sin embargo, sólo involucró una restauración de las élites, por las trampas que involucra los estados-nación. Este es el tercer presidente después de esa crisis y la lógica se mantiene. Un estado entrampado, con instituciones con una credibilidad bajísima. Guatemala es parte de la configuración de élites económicas y gobiernos conservadores, autoritarios y capitalistas que predominan en Latinoamérica. Esto desde hace muchos gobiernos, lo cual involucra que este en los primeros países en el mundo de asesinatos a defensoras(es) de DDHH y lideres sociales en los últimos años, un numero apabullante de feminicidios y violaciónes sexuales (es de recordar el caso de las niñas del Hogar Virgen de la Asunción en el 2017), niveles absurdos de desnutrición (como el casi el 50% de niños desnutridos), el impacto desproporcionado de los desastre por fenómenos naturales (el caso del Huracán Eta y Iota fue el último dolor en esta historia), y así más y más temas. Esto es el incendio bajo la tierra. Guatemala arde bajo el suelo, y la lucha en la que resiste los pueblos de un país indígena que busca otro rumbo. De ello sale la candidatura presidencial de Thelma Cabrera, una campesina del pueblo maya-mam que junto con Marichuy en México, son símbolos de esperanza y de un momento de cambio.
Y esta realidad no era posible de otra manera, porque el problema de fondo fue construido durante las dictaduras militares, que se estructuraron para defender los capitales de la élite, destruir el tejido social, y exterminar toda posibilidad de subversión en la población mestiza, o de emancipación de los pueblos originarios. Todo con el apoyo y supervisión del eeuu, quien enviaba personeros para apoyar el entrenamiento, enviaba a militares para el adiestramiento a la Escuela de la Américas, apoyaba la definición de estrategias antisubversivas, y enviaba armamento y equipo -todo esto de manera permanente, también con los gobiernos del partido Demócrata.
Con estas sensaciones recorriendo, ayer fueron 7 ciudades que se movilizaron pidiendo la renuncia del presidente y de los diputados que aprobaron el presupuesto. En la capital, hubo una concentración muy numerosa en la Plaza y protestas en los alrededores del Congreso. La respuesta del presidente fue sacar a los antimotines. Durante el día, esto significó algunos choques con la manifestación y ataques con gases, en los cuales la policía disparó lacrimógenas al cuerpo de las y los manifestantes, no obedeciendo los protocolos. Hubo también detenciones arbitrarias y, ya en la noche, esto fue barrer a golpes con toda persona que encuentren en la calle. La oscuridad utilizada para asegurar la impunidad.
El panorama no parece tener muchas posibilidades todavía, porque la renuncia del presidente y vicepresidente, significaría la elección de sustitutos(as) por parte del Congreso. Habrá que esperar cual es el resultado político de lo ocurrido el sábado, y también cuáles son las sensaciones y reacciones del pueblo movilizado.
De cualquier modo, en este panorama, es importante ver que los pueblos se levantan y resisten, en estos años que, con Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia, Brasil, Argentina, parecieran se volvió un 68 latinoamericano.
La Abya Yala está telúrica, y como no dar todo por el newen y piwke de estos pueblos que somos.