Gobiernos de todo el mundo han comenzado casi en silencio una ofensiva letal contra los gatos. Es una guerra secreta en la que vale casi todo: trampas, perros adiestrados para matar, pescado envenenado, ratas emponzoñadas, liberación de virus felinos e incluso disparos. Las autoridades ya han conseguido erradicar a los gatos en 83 islas, que suman unas 115.000 hectáreas, según acaba de estimar un equipo internacional de científicos.
Estos islotes libres de gatos están por todo el planeta, desde Baja California (México) a Nueva Zelanda, pasando por Australia y las islas Galápagos. También hay dos islotes españoles, los canarios Lobos y Alegranza. Unas 35 islas se han limpiado en los últimos ocho años. Y al menos otras cinco campañas están ahora mismo en marcha. En España, el plan de conservación del cormorán moñudo en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas propone la erradicación de los gatos en estos islotes gallegos. La guerra, en un planeta con unas 179.000 islas, no ha hecho más que empezar.
«Los gatos asilvestrados son una importante amenaza para la fauna autóctona y endémica de las islas», justifica Karl Campbell, experto de la ONG estadounidense Island Conservation y principal autor de esta recopilación de islas sin gatos, publicada en una monografía de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Hace tres meses, Campbell,en un equipo coordinado por el español Manuel Nogales, puso cifras a esa amenaza. Los gatos ponen en peligro al 8% de las especies de aves, mamíferos y reptiles catalogados en peligro crítico de extinción. Y ya han contribuido a la desaparición para siempre del 14% de los vertebrados insulares extintos.
Los gatos empezaron a llegar a todas las islas del mundo en el siglo XV, a bordo de los barcos de los colonizadores europeos, que los criaban para que las plagas de ratas no arruinaran sus cosechas. En seguida se asilvestraron y, rodeados por presas acostumbradas a vivir sin depredadores voraces, actuaron como lo haría un tigre suelto en una guardería. Según algunas estimaciones, los felinos devoran más de un millón de aves cada año en la isla de Kerguelen, en el océano Índico meridional. Otro estudio, de la Universidad de Georgia, calculó que los gatos asilvestrados en EEUU, una población de entre 120 y 160 millones, matan al menos mil millones de aves cada año.
El biólogo canario Félix Medina, uno de los mayores expertos españoles en las extinciones disparadas por los gatos, recuerda que no hay que irse muy lejos para observar los zarpazos de los felinos a la fauna autóctona. «En algunos casos, detrás de las extinciones hay otros factores, como la destrucción del hábitat, y el gato sólo da la puntilla. En otros casos, como ha ocurrido con el lagarto gigante de La Gomera, el gato es el principal culpable», señala.
Esta especie de reptil vivió tranquilamente en la isla durante millones de años, hasta que hace unos 2.300 años llegaron los gatos con los primero pobladores. En el siglo XX, la especie se dio por extinta, hasta que se redescubrió la década pasada en la localidad de Valle Gran Rey. Apenas quedan 50 individuos en libertad. Cuando salen del área protegida, donde la captura de gatos es habitual, suelen caer en las fauces de los felinos. Así ocurrió el 25 de abril de 2006, cuando una mujer se encontró en la playa del Inglés a un gato callejero masticando el cadáver de un macho de lagarto gigante de La Gomera. Es una de las especies más amenazadas del mundo.
Para evitar carnicerías como esta, un equipo de la Universidad tinerfeña de La Laguna acabó hace diez años con la decena de gatos que pululaban por Alegranza, un islote de diez kilómetros cuadrados al norte de Lanzarote que funciona como un refugio para aves marinas como la pardela cenicienta y el águila pescadora. En Lobos, otro islote al norte de Fuerteventura, los investigadores se enfrentaron a sólo un gato. No lo indultaron. A finales del siglo XIX, un sólo gato, el del responsable del faro, llevó a la extinción a toda una especie, al matar a los 13 chochines (un ave incapaz de volar) que vivían en la isla de Stephens, en Nueva Zelanda.
El caso del lagarto gigante de La Gomera no es único, ni mucho menos. El Gobierno canario cree que el gato está detrás de la desaparición de algunas especies de aves de vuelo torpe, como la codorniz gomera y la calandria de patas largas. También apuntillaron a la rata gigante de Tenerife, que vivió en terrenos volcánicos en torno al Teide, y a la rata gigante de Gran Canaria. El lagarto gigante de La Palma también desapareció de la faz de la Tierra por la voracidad de los gatos. Y sus primos de La Gomera, El Hierro y Tenerife estánacorralados en acantiladosinaccesibles para los felinos.
El biólogo Manuel Nogales, del Grupo de Ecología y Evolución en Islas del CSIC, propone «la erradicación total de gatos asilvestrados en islas de menos de 200 kilómetros cuadrados», donde los felinos campan a sus anchas. Nogales, junto a Medina y Campbell,está ultimando un plan de choque que identifica una decena de islas donde es «muy urgente» erradicar a los gatos. Están situadas en el mar Caribe, el archipiélago de Galápagos, Nueva Zelanda y Baja California. Nogales asesora a las autoridades de la isla de Corvo, en el archipiélago portugués de las Azores, en la guerra contra los gatos asilvestrados y es consciente de la «gran oposición social» que generan las campañas de erradicación. Por eso, a menudo, se llevan a cabo casi en secreto. En Corvo, 17 kilómetros cuadrados con apenas 400 habitantes, el plan para eliminar a los felinos está encallado por las críticas de la población. «Yo no soy enemigo de los gatos, pero hay que elegir entre ellos y la supervivencia de especies autóctonas», defiende.
Los programas de erradicación, no obstante, no son la panacea para salvar a las especies amenazadas. En 15 islas, estas estrategias han fracasado, por falta de apoyo institucional o por recurrir a métodos inapropiados. En la isla francesa de Ámsterdam, en el océano Índico a medio camino entre África y Australia, la campaña se abandonó en la década de 1950 al constatar una explosión demográfica de la población de ratas y ratones, desatados tras la desaparición de sus depredadores. Otro fiasco, denunciado en 2009 por ecólogos de la Universidad de Tasmania, es el de la isla de Macquarie,un territorio australiano en el océano Glacial Antártico. Allí, la eliminación de los felinos en el año 2000 desencadenó un aumento inesperado de la población de conejos, pasando de 10.000 a unos 100.000. Los conejos, sin enemigos, acabaron devastando la vegetación de la isla.
Olivier Langrand, portavoz de Island Conservation, recuerda que el 64% de las extinciones ha ocurrido en islas y que ya se han completado con éxito 700 erradicaciones de animales invasores. «Los gobiernos deben tomar medidas para evitar que desaparez-ca su biodiversidad», exige.
Extraido de http://www.publico.es/ciencias/419533/guerra-mundial-contra-los-gatos