El 12 de enero del año pasado fue el terremoto de Haití, donde perecieron cerca de 300 mil personas y un millón de casas y edificios se derrumbaron.
El cataclismo impactó al mundo entero por su ferocidad, y de inmediato Estados Unidos se hizo presente con algo de ayuda verdadera, abundantes tropas verdaderas, y muchísimas promesas que hasta ahora no valen casi de nada.
Al dí subsiguiente de la catástrofe, desembarcaban ya miles de soldados norteamericanos, que dieron la impresión de que Estados Unidos tomaba posesión de la pequeña república. Ante eso, las naciones de UNASUR se apresuraron a señalar en la OEA su deseo y disposición de participar y colaborar en restaurar el orden, evitar la violencia, y ayudar en las tareas de despeje de ruinas, distribución de la ayuda y conducción de trabajos de restauración de los servicios básicos para la población.
La intervención de UNASUR se tradujo en la formación de una fuerza militar-policial latinoamericana, en la que participaron fuerzas armadas de Chile, bajo la conducción de un general brasilero.
Sin embargo era escaso lo que se podía hacer. A comienzos de octubre, 9 meses después del terremoto, los médicos voluntarios de la ONG Médicos Sin Fronteras, denunciaban que la ayuda recibida era por completo insuficiente. Que los efectos de las tormentas y huracanes habían reventado las escasas instalaciones de agua potable y alcantarillado que aún estaban en funcionamiento, y que campamentos enteros estaban sumidos en el barro. En su denuncia, Médicos Sin Fronteras advirtieron que existía un peligro inminente de epidemias, sobre todo por el derrame de aguas sucias de las alcantarillas.
Y el 21 de octubre de octubre, dos semanas después de la denuncia, se detectaba el primer grupo de casos de cólera, una veintena de contagiados en comunidades a 95 kilómetros al norte de la capital. En noviembre, los contagiados eran más de 75 mil. Según informa la red periodística de la iglesia Testigos de Jehová, a fines de diciembre el número de muertos era de 3.881 y los contagiados llegaban a 193.273 casos.
El análisis de la cepa del bacilo "vibrión cholera" determinó que correspondía a la variedad bacteriana propia de las vegas y pantanos de Nepal, por lo que se dedujo que posiblemente la epidemia comenzó al reventar las alcantarillas de la zona norte, donde estaba desplegada la fuerza de solados nepalíes integradas a los cascos azules de las Naciones Unidas. Por otra parte, en Haití la presencia del vibrión cholera había desaparecido desde hace más de 50 años.
Sin embargo, a fin de no lanzar acusaciones contra las tropas de Nepal, las autoridades señalaron que más bien que a las tropas nepalíes, había que apuntar al cambio climático y las inundaciones como causas de la epidemia.
Lo que quedó más claro fue que los bienintencionados europeos y estadounidenses en realidad habían puesto poca plata, pocos recursos, y muchísimas buenas intenciones. Como dice el refrán, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. De hecho, a diciembre de 2010, sólo había 29 millones de dólares para la reconstrucción y para enfrentar la mortífera epidemia.
Elecciones de Opereta, al estilo Honduras
No había plata para enfrentar la catástrofe ni la miseria que flagelaba especialmente a los niños. Hubo imágenes elocuentes, como una difundida por la agencia Reuters, que muestra un anciano muerto, tirado en la calle frente a las ruinas del Palacio de Gobierno. Había muerto del cólera, sin recibir atención médica.
Sin embargo, se gastaron 25 millones de dólares en improvisar una elección presidencial y parlamentaria entre gallos y medianoche, a fin de producir una imagen de democracia recobrada. Según observadores internacionales, no se trataría de la elección de presidente, sino de una "selección" de presidente de acuerdo al gusto de Estados Unidos. Reporteros europeos, estadounidenses y latinoamericanos testimoniaron la inverosímil corrupción y torpeza con que se había improvisado el proceso electoral. Hubo distritos completos a los que no llegaron papeletas de votos. Un 80 por ciento de los ciudadanos carecían de documentos de identidad, y los registros electoras simplemente no existían.
En esas condiciones, y en medio de la terrible epidemia, las autoridades haitianas manejadas por Estados Unidos y la OEA, empujaron aquella farsa electoral el 28 de noviembre. De los 18 candidatos inscritos, 12 reclamaron anulación el acto electoral por las gruesas deficiencias y acciones de corrupción detectadas. Entre los cabdidatos que exigían la anulación se contaba la demócrata cristiana Mirlande Manigat, que aparecía como la primera mayoría.
Washington pone condiciones
Sin embargo, por presión de Estados Unidos, la OEA finalmente impuso el reconocimiento de los resultados electoras, incluso reconociendo la gravedad de las fallas. Pero según la OEA, los resultados había que "afinarlos", y con ello lograron eliminar a la segunda mayoría, apoyada por el actual presidente Preval y que tiene simpatías por el exiliado presidente Bertrand Aristide, derrocado por tropas estadounidenses el 2004 y enviado al destierro en Sudáfrica.
La segunda vuelta había sido programada para enero de este año, pero tuvieron que postergarla hasta el 20 de marzo, dando tiempo para organizar un proceso que parezca más presentable, en una elección en que se da por descontado que resultará elegida la DC Mirlande Manigat, que cuenta con las simpatías de Estados Unidos y los gobiernos de derecha europeos.
En tanto, como un acto de unidad y reconciliación, Estados Unidos estimuló el retorno a Haití del ex dictador Jean Claude Diuvalier, hijo del sangrientamente célebre tirano "Papá doc" Duvalier, quien no corre peligro real de ser enjuiciado criminalmente, ya que sus crímenes han quedado prescritos. En camnio, Washington expresó su enérgica reprobación a la posibilidad de retorno a su patria del ex presidente Aristide, quien, no obstante, ha asegurado que estará presente en Haití antes de que se realice la Segunda Vuelta.
El futuro de Haití sigue viéndose bajo oscuros horizontes de tormenta. Al resentimiento por el abandono del país en medio de la tragedia, por parte de las naciones ricas, se agrega una más que legítima aspiración de alcanzar un gobierno democrático. En las propias palabras de Abraham Lincoln, democrático es el "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".
Creo que podemos estar seguros de que el pueblo haitiano va a seguir luchando contra los grupos espurios que tratan de imponer una democracia falsificada, adulterada y corrompida, sin más aspiración que la de crear un espacio de inerte tranquilidad en el patio trasero de Estados Unidos.
Ruperto Concha para Resumen, Concepción.
Foto: Medico penquista en Hospital Cubano en Haití
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