Durante la dictadura cívico militar instaurada en Argentina el año 1976, se puso en marcha un plan sistemático de robo y apropiación de menores que contemplaba el secuestro y sustitución de la identidad de niños y niñas, hijas de detenidos desaparecidos. Victoria Montenegro, compartió su historia y relató la incansable lucha que permanece detrás de la reconstrucción de la identidad.
Antonia Acuña
Este jueves, en un encuentro convocado por la Corporación José Martí de Concepción, se llevó a cabo la presentación del libro "Hasta ser Victoria", el relato de Victoria Montenegro, una de las 133 niñas secuestradas durante la dictadura argentina que fueron recuperadas por Las Abuelas de Plaza de Mayo. En el transcurso de la sesión, Victoria narró cómo vivió el proceso de restitución de su identidad y cuál fue el rol que tuvieron las Abuelas durante el proceso.
Durante la última dictadura cívico-militar de Argentina, que tuvo lugar entre 1976 y 1983, se puso a disposición el aparato estatal para perseguir, torturar y asesinar a personas opositoras al régimen liderado por Jorge Videla. Este hecho, que fue catalogado por la junta como un "Proceso de Reorganización Nacional", se caracterizó por la institucionalización de la violencia, la violación a los Derechos Humanos y por la implementación de un plan sistemático de apropiación de menores que resultó en la apropiación ilegal, la privación de los derechos y la sustitución de la identidad de unos 500 niños/as que eran hijos/as de detenidos, muchas de las cuales nacían en cautiverio.
De Victoria a María Sol
Victoria Montenegro fue una de cientos de niños y niñas robadas a manos de las Fuerzas Armadas argentinas. El 13 de febrero de 1976, a 13 días de su nacimiento, un grupo del ejército argentino llegó hasta la casa en la cual se encontraba junto a sus padres, Roque Montenegro e Hilda Torres, para ejecutar una operación encabezada por el coronel Herman Tetzlaff que contemplaba la desaparición forzosa de sus progenitores -opositores al régimen- y la posterior apropiación de la recién nacida. Aquel coronel, que desapareció y mató a sus padres, fue quien se encargó de sustituir la identidad de Victoria y otorgarle una nueva vida. En esta, ella era María Sol y él era su padre.
De esta manera, fue como con la complicidad de los jueces y la Iglesia, entregaron a Victoria en los brazos de sus apropiadores, Herman Tetzlaff y María Carmen Eduartes, quienes el 28 de mayo de 1976 la "hacen nacer" bautizándola en el Campo de Mayo bajo la premisa de "exorcizar su genética subversiva". Así, con el paso de los años consiguieron sembrar en ella el odio hacia la subversión y todo aquello que se opusiera a su ideología. "Herman decía que a los subversivos había que desaparecerlos porque contagiaban".
Es en este periodo, cuando un grupo de mujeres, madres y abuelas, se ponen al frente con denuncias buscando localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños desaparecidos. Las integrantes de este grupo, denominado Abuelas de la Plaza de Mayo, se organizaron, se movilizaron y dieron una extensa lucha para buscar a sus nietos y resistir ante una justicia inexistente implantada por el terrorismo de Estado.
En 1984, llega a las Abuelas de Plaza de mayo una denuncia anónima, que dice que el coronel Herman Tetzlaff tiene dos bebés: María Sol como su hija y César como el hijo de la señora que trabajaba en casa. Con estos antecedentes, es que las abuelas presentaron la denuncia que pasó por muchos jueces, hasta que el año 92 es tomada en cuenta.
"Tenía 25 años cuando me enteré de la verdad, para mí era toda una gran mentira. Amar tanto a un papá y enterarte de repente que no es tu papá, y que además mató a tus papás. Que todo lo que habías odiado en tu vida, que era la subversión, lo tenías en la sangre...Tardé muchísimos años en aceptar mi historia", señaló Victoria en torno al momento en que se enteró de su verdadera identidad.
La autora del libro menciona lo difícil que fue enterarse de la verdad y presenciar cómo su normalidad se desmoronaba mientras asimilaba que quienes la vieron crecer le habían arrebatado su libertad y su historia. Pese a que fueron años de mucho dolor, subraya el acompañamiento que le brindaron las abuelas durante este proceso y la generosa labor que han realizado a lo largo de los años, "es como si fueran mis abuelas genéticas", expresó.
Este libro, surge como "la excusa para que nos encontremos, porque que los nietos que recuperamos nuestra identidad sabemos que todavía hay otros hermanos que viven con una identidad que no es propia y el libro muchas veces nos puede servir primero para repensar lo que fue la dictadura en Argentina y también los desafíos que tenemos en este momento en la búsqueda de la verdad y la justicia", aseveró la autora.
Memoria y Justicia
Resulta importante mencionar que, a propósito de la conmemoración de los 50 años del derrocamiento del gobierno popular de Salvador Allende, la lucha que dieron las Abuelas de la Plaza de Mayo resuena con mayor fuerza nuestro país cuando recordamos a todos aquellos hombres y mujeres detenidos por agentes del Estado y que permanecen desaparecidos hasta hoy.
María Eliana Vega, periodista de DD.HH. y presidenta regional del Colegio de Periodistas, también presente durante la actividad, se refirió a esto y señaló que "en Chile tuvimos un proceso de adopción ilegal de niños que aún está en revisión. El relato que ella nos hace permite entender un contexto más amplio de lo que vivimos en nuestro país, pero también que esta fue una política que se impuso en distintos países de Latinoamérica y que había un interés detrás, que era el control económico. La dictadura militar que presidió Pinochet permitió la instalación de un modelo económico, social y político neoliberal en Chile. Del cual, no hemos podido zafarnos y que no se habría podido instalar si no hubiéramos tenido una dictadura".
En esta línea, para Victoria "es muy importante que en estos tiempos -los 50 años del golpe en Chile y 47 en la Argentina- nos encontremos, que repensemos nuestras historias, que nos demos fuerza y que sigamos luchando. Hacemos memoria porque hay un deseo decidido de construir un futuro distinto, de que lo que me hicieron a mí no se lo hagan a nadie", concluyó.
Las Abuelas hicieron de lo imposible posible, y este relato nos sirve como un recordatorio de la necesidad de mantener viva la memoria para garantizar que nunca se vuelvan a repetir actos como estos. El pueblo chileno, al igual que Argentina, continúa resistiendo y luchando por la verdad, para que algún día podamos hablar de justicia y reparación para las familias de todos los y las detenidos desaparecidos que dejó la dictadura de Pinochet.
Fotografía principal extraída de Asociación José Martí