La historiadora María Angélica Illanes, recientemente galardonada con el Premio Atenea 2020 por la Universidad de Concepción por su obra "Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947" habla con Resumen respecto a esta, su más reciente publicación. Precisamente, en esta entrevista, repasamos los contenidos fundamentales de la investigación dedicada a analizar las luchas sociales y políticas en el mundo campesino, intensos conflictos que tenemos fijados solo en los sesenta y setenta, con la Reforma Agraria, pero que con este interesante relato se devela una historia más larga del campesinado por su liberación, enraizada en los años del Frente Popular y que nos interpela para comprender, tal vez, el gran problema de Chile desde su origen: la posesión, uso y proyecto de la tierra.
Robinson Silva Hidalgo / resumen.cl
A la hora de la comprensión de procesos y de sujetos particularmente, partamos por los tipos de campesinado que se reconocen en el libro y si bien la historiografía los reconoce y algo ha dicho acerca de esos tipos de campesinado, a la luz del siglo XX, aparecen con una historicidad más potente, con un desarrollo particular ¿Cómo fue encontrarse con esos sujetos campesinos consolidados en ese siglo?
Claro, yo me encontré con estos sujetos, como dices tú, en múltiples rostros, era difícil poder identificar uno, dos o tres, había múltiples formaciones campesinas -podríamos decir- y por lo mismo múltiples sujetos campesinos, que aparecen con distintas relaciones con la propiedad privada de la tierra patronal o propia, o con distintas relaciones que tenían con el régimen apatronado. También me encontré con sujetos campesinos como otras figuras que venían desarrollándose desde la República, como los colonos por ejemplo, en sus distintas figuras; los mapuches, también en sus distintas modalidades y formaciones después de la conquista de la Araucanía, entonces había una multiplicidad de seres relacionados con la tierra que tuve que ir definiendo. Me dediqué -en el primer capítulo- a identificarlos y definirlos con paciencia y, sobre todo, tuve mucho cuidado en definirlos en función de las categorías que se usaron en la época, para eso utilicé el código del trabajo, que los definía de una determinada manera y con determinadas categorías, utilicé también la prensa, especialmente El Siglo, que los definía con bastante conocimiento de esos distintos rostros, y bueno, en general, utilicé las fuentes primarias y no las definiciones de los sociólogos porque, de alguna manera, esas definiciones se quedaban cortas o respondían a ciertos modelos en los cuales no cabían todos esos sujetos. Por ejemplo, había medieros, medieros inquilinos, había medieros que no eran inquilinos, pero que sí estaban en los fundos, había medieros que eran propietarios que trabajaban a medias con el patrón, o sea, había por lo menos tres modalidades de medieros y, después, los obligados, con distintos nombres para ellos también. También había -en general- los peones, con distintas modalidades, a veces son obligados, otras veces no y bueno, ellos curiosamente no están tan definidos en la documentación, porque son bastante trashumantes, en general mano de obra que llega para las cosechas, entonces no tienen una definición tan puntillosa como la de los trabajadores o de los medieros que están más permanentemente en las relaciones con la tierra.
Es esencial entender que el Estado chileno define su propia forma de emprender la relación con la tierra, tal vez por eso no aparecían tan claramente estas distintas modalidades, en el sentido de que los campesinos no están relacionados con la tierra desde la propiedad, sino que desde otro tipo de relaciones más trashumantes, por ejemplo, usted utiliza el concepto de despojo, gente despojada de la tierra.
El problema más grave que se vivía en esa época para los sectores campesinos, que era la mayoría de la población popular, era el estar ocupando la tierra en forma no titulada, la ocupaban legalmente, pero no titulada. Entonces, [en] una traición del Estado, no solamente se aniquiló al pueblo mapuche, sino que también se traicionó la colonización nacional, porque conjuntamente que el Estado sacaba a remate tierras, también fomentó la colonización con nacionales, además de con extranjeros, pero en esta colonización en el siglo XX y en el siglo XIX se les permitió ocupar legalmente las tierras que el Estado consideraba fiscales, pero no se les otorgó título y más bien, por ejemplo, se les condicionó a que la trabajaran durante una cantidad de tiempo, o que la cercaran, etcétera, etcétera, pero siempre estaban en una situación muy precaria, porque no tenían sus títulos y al no tener sus títulos estaban sujetos al despojo de los vecinos más poderosos. Por eso yo digo que, después de la conquista de la Araucanía por el Estado militar, lo que se genera allí es una guerra civil, una prolongación de la guerra en que los colonos y los mapuches tienen que estar defendiéndose del avance y los despojos de los propietarios más poderosos. Incluso, si tenían sus títulos, estos títulos eran de alguna manera tergiversados o, por ejemplo, tomados en las oficinas, desaparecidos, pero la mayoría no tenía título y eso fue una tradición muy grande que hizo el Estado.
El Estado no solamente tiene una deuda con el pueblo mapuche, sino que también con todos los colonos intitulados, porque era como decirles, mira, ándate, era como en la época de las ocupaciones de sitio en las ciudades, decían: bueno instálate ahí hasta que yo me haga la casa. El Estado necesitaba colonizar el sur y -especialmente- los colonos se fueron a los territorios más inhóspitos y más difíciles de habitar, el Estado -de alguna manera- los utilizó y no los tituló, fue todo una cosa consciente hecha adrede y a mapuches que también quedaron despojados después de la conquista de la Araucanía, también ocuparon tierra en las distintas comunas al sur del Toltén, en las mismas comunas del territorio de la Araucanía y solamente se salvaron los que tenían títulos de merced de la primera mitad del siglo XIX, pero todos los demás quedaron a merced de, justamente, estos despojos de los agrimensores.
Incluso en las comunidades con títulos de merced había una ley -desde Ibáñez- que obligaba a la parcelación de esas comunidades, o sea había una obligación de Estado de ir todos los años parcelando, es decir, dividiendo las comunidades en parcelas individuales, familiares, lo que significaba también una flagrante posibilidad de despojo. Entonces, la verdad es que el tema del despojo es la historia de la tierra del sur de Chile es la del Estado en la conquista de la Araucanía, pero es un despojo que realizan los particulares, porque el Estado hizo la traición de intitularlos, o sea, hay una responsabilidad conjunta de los particulares con el Estado, por eso es que siempre el tema de la Araucanía, hasta el día de hoy, no se debe hablar sólo del Estado, hay que hablar del Estado conjuntamente con los particulares, porque hay una alianza allí, que no es manifiesta, pero sí es estratégica, porque al dejar intitulado a la mayoría del pueblo agricultor del sur de Chile, los deja como carne para ser devorada por los más poderosos. […]
Una parte del texto trata de ese tema y la otra parte trata del tema al interior de la Hacienda, entonces lo que yo quise hacer era mostrar los dos lugares donde estaba ocurriendo la cuestión campesina, adentro de la Hacienda y fuera de la Hacienda, fuera de la Hacienda está todo el tema de los colonos, de los mapuches y los pequeños propietarios, que después se organizan en el movimiento, la federación de pequeños propietarios; adentro de la Hacienda está todo el problema de los inquilinos, de los peones, los obligados […]
En el proceso hay un sustrato que es cultural y que es muy evidente cuando trabaja las relaciones con la tierra que se develan distintas, por sobre este gran proceso político que está ocurriendo, y que tiene que ver con este despojo del Estado y los particulares en una especie de no manifiesta asociación. En ese sentido, las mujeres dan el tono de otro proceso que está ocurriendo, ¿tiene que ver con una cultura en el campo que también está siendo arrasada, amenazada por esta asociación tan espuria entre latifundistas y Estado?
A mí me costó encontrar mujeres en la documentación, pero de todas maneras estaban muy presentes y bueno, vi la gran lucha que dan las mujeres al momento del despojo y al momento de las huelgas, en esos momentos críticos ellos aparecen en primera plana, se transforman en sujetos políticos inmediatamente. O sea, no es que haya habido un proceso de estar en la casa y que después, de a poco, hayan ido saliendo, es la manifestación inmediata de su protagonismo en los momentos críticos que nos da la medida de que ellas están permanentemente alertas y realizando la vida campesina con mucha agencia, como se dice, con mucha acción crítica y eso también se ve en la literatura. También, yo diría, hay una migración de mujeres a las ciudades, la literatura lo muestra bien, no sólo porque van a buscar mejores oportunidades sino porque los padres también las sacan de ahí para que no sean abusadas por los patrones, porque los patrones seguían teniendo esta idea del derecho a la primera noche y el derecho sobre las campesinas, entonces hay muchas familias campesinas que prefieren que las hijas se vayan a la ciudad para protegerlas del patrón de fundo, ahora en la ciudad tampoco estaban tan protegidas, porque estaban los patrones en las casas, pero de todas maneras, -en la literatura se muestra- había una posibilidad de vulnerar a las mujeres muy frecuente, muy fácil en los campos, no solamente por los patrones, también por los afuerinos y por los hombres que llegaban y los hijos de los patrones que llegaban en los veranos, entonces las jóvenes y las mujeres están bastante presentes ahí.
También, llevando una economía campesina muy importante, todo lo que era la huerta, la mediería, había mucha mediería en cultivo de legumbres y huertas. Ellas juegan un papel muy importante ahí, además las lecherías las mantienen ellas, entonces eran trabajadoras, eran huerteras, en este sentido medieras también, aunque no son las titulares de la mediería, es su marido, pero ellas trabajaban ahí en las huertas de la mediería, haciendo sus huertas propias y -de alguna manera- vinculadas profunda y espiritualmente con la tierra. En ese sentido hay una suerte de identidad femenina general al relacionarse con la tierra. Tanto para los hombres como para las mujeres, la tierra es una tremenda fémina germinadora, ella es la madre, es la súper sujeto de ese mundo, porque hay que pensar que el campesino, aunque sea el peón y el inquilino y el obligado, están relacionados con la tierra, saben de ella, reconocen sus frutos, viven de sus frutos, cuando no están trabajando incluso […] Entonces, es muy grave su despojo, su sacada a los caminos y su llegada a la ciudad. La [identidad formada a partir] del despojo es muy primaria, mucho más primaria que la que puede tener cualquiera otra identidad que se forja en la vida laboral, o en la vida de relación con otros. Acá la relación con la madre tierra es una relación profunda, nosotros podemos constatarlo cuando uno se relaciona con gente que está en la tierra, cómo llega con sus frutos cultivados, cómo saben de las hierbas, cómo saben curar todas las enfermedades, no es sólo una cuestión de Machi, es una cuestión de relación profunda con la tierra.
En el libro hay un análisis profundo del proceso político que se abre con el nuevo régimen, cuando la oligarquía es superada e instala al Estado como un especie de benefactor, pongámoslo en esos términos muy generales. Sí empieza a haber un rol del Estado mucho más importante, sobre todo con la llegada del Frente Popular y usted ahí hace un alto para decir: bueno, el Frente Popular significa aquí otra manera de relacionarse de las instituciones con este mundo campesino, desde el que está en la Hacienda todavía y ese otro mundo del sur, despojado, conquistado, expoliado permanentemente. En ese sentido cambia el Estado, porque vemos situaciones, casos que usted señala de echada a los caminos y donde el Estado se ve -en muchas ocasiones- superado por el poder hacendal, ¿En el periodo del siglo XX el Estado logra asentarse, va generando política, por ejemplo, el plan agrario, la Caja de colonización, intentos de política pública para establecer otro tipo de relación con el mundo campesino que deje atrás esa relación no expresada con el gran propietario?
Sin duda hay un protagonismo del Estado muy importante y que va a ser obstaculizado por la clase hacendal, este protagonismo del Estado comienza con Ibáñez y la Caja de colonización agrícola. A pesar de que Ibáñez tiene una política para favorecer a los grandes, pero también para realizar reformas y este instrumento de la Caja de colonización agrícola tenía la potestad de expropiar, su objetivo principal era fundar la pequeña propiedad, entonces, en ese sentido es un instrumento clave que, en manos del Frente Popular, busca que realmente realice su cometido, porque en tiempos de Ibáñez -bueno Ibáñez cayó el 31- y Alessandri, se hizo casi nada con la Caja, en el Frente Popular se ve la potencialidad de este instrumento y se genera un proyecto muy importante con la Caja, que es el sistema de colonización con mediería en que la Caja sería una suerte de patrón. El Estado compraría las tierras que se pudieran comprar y en estas tierras compradas por la Caja instalaría a todos los despojados, a todos los que estaban siendo despojados de los fundos, a los mapuches también, que estaban demandando ser tratados como colonos y a los que quedaron sin sus casas, ni sus lugares con el terremoto del 39. Entonces, este gran proyecto era una suerte de construcción de Estado agrario, un Estado con medieros, con colonos que iban a aprender de la tierra, los que no eran de la tierra, los otros que iban a volver a ser asentados en la tierra y apoyados con semillas, con capital, etcétera, para que pudiesen ser parceleros o mantenerse en el sistema de comunidad.
Este proyecto fue desbaratado por la derecha, o sea, fue obstaculizado y eso habría sido un cambio notable en el campo chileno, aunque se hizo en algunas partes no se pudo generalizar, si eso hubiera ocurrido nada hubiera tenido que ser tan radical después, además, en la época de Juan Antonio Ríos, se levantó este tremendo Plan Agrario en que el Estado tenía un fuerte compromiso económico con todas las regiones del país, o sea, la tierra de Chile se dividía en regiones que estaban sujetas a un plan, a un plan de regadío, a un plan de producción, a un plan de distribución, y eso era decisivo para el desarrollo chileno, pero la derecha lo bombardeó permanentemente, eso fue gravísimo. Diría que la responsabilidad es de la derecha, de la derecha terrateniente y de la derecha en general, por haber obstaculizado todas las transformaciones imprescindibles, urgentes en el agro, es la gran responsable de la pobreza en los campos, de la miseria, la gran responsable de los despojos crónicos y la gran responsable -en el fondo- de la gran Reforma Agraria que se tuvo que hacer después, porque no aceptaron que fuese gradual, en el sentido de que, con una planificación en el tiempo, que abarcó desde la fundación de la Caja de colonización el 27, hasta la Reforma Agraria, en todo ese tiempo la Caja de colonización tenía todas esas herramientas para poder generar la transformación y generar un pacto entre el Estado y el pequeño campesino, colono, inquilino; pero la clase terrateniente rechazó terminantemente la posibilidad de que los inquilinos pudiesen ser colonos y pequeños propietarios, rechazó todo en función de su propia conveniencia de clase, es gravísimo. Lo que más me impresionó al hacer la investigación es la gravedad de las situaciones de obstaculización, que me tocaba ver a cada paso por parte de la derecha de este país.
Lo que dice es fundamental para entender la historia chilena, siempre en claves autoritarias por parte de los sectores más conservadores. El proyecto de transformación que intentaba instalar el nuevo régimen -leyendo el libro- suena a una especie de desarrollismo agrario y en ese sentido se ve, por ejemplo, en esto de la colonización, una cierta cita a Sarmiento cuando en el siglo XIX planteaba esta idea de construir una clase media rural, que impulsó muy fuertemente en Argentina, emulando el modelo de Estados Unidos de esa clase media rural que se instalaba también bajo el despojo de las tierras indígenas. Entonces, en esa idea de crear una clase media y rural que pudiera relacionarse con el Estado desde una ciudadanía firme, que plantea por ejemplo el Frente Popular, pero también Ibáñez y también otros presidentes, que al leer se entienden completamente aplicables, racionales, ¿hay desarrollismo racionalista en la propuesta agraria?
Claro, porque efectivamente lo que se había observado con Pedro Aguirre -y eso lo plantea en su libro sobre el problema agrario-, lo que ellos han observado, tanto Ibáñez como Aguirre, es que después de la Primera Guerra, Europa hizo una reforma agraria en estos términos, con colonización nacional basada en la pequeña propiedad. No sólo Estados Unidos, sino que toda Europa había realizado una reforma post Primera Guerra, salvo España, yo diría que España se mantuvo y por eso también se radicalizó el tema con una reforma agraria posterior, pero después de la primera guerra ya no se pudo mantener el feudalismo en Europa. Ahora, en América, tanto por la Revolución Mexicana como por el ideario que había por parte de la izquierda de la Revolución Rusa, cuando se planteó el sistema de mediería y la ley de cooperativas, se contempló la posibilidad de generar una producción comunitaria colectiva y esa fue una de las cosas que a la derecha le generó escozor, porque no estuvo en este proyecto solamente un desarrollismo particular de pequeños propietarios, sino que también estuvo el ideario de favorecer el cooperativismo.
En la comunidad mapuche, por ejemplo, Pedro Aguirre trató de obstaculizar la división de la comunidad, tampoco se lo permitieron, no pasó la ley que le ponía obstáculos a la división de las comunidades. En el Frente Popular también hay un ideario desarrollista, basado en la pequeña propiedad, pero también hay un reconocimiento de que la producción necesita una colaboración, una fuerza cooperativa para que se desarrolle, entonces la ley de cooperativas, que fue la única ley que prácticamente se aprobó sin problemas y fue muy importante para fomentar esta producción cooperativa. De hecho, para postular a la calidad de ser colono se tenía que formar una suerte de cooperativa, yo diría que no está reñida en la época del Frente Popular la pequeña propiedad, la propiedad más grande, con la propiedad comunitaria, incluso se ve como una vía muy importante, pero la derecha está todo el rato encima para que se parcele, el Frente Popular tiene que estar dando pruebas siempre y tiene que estar diciendo sí hemos avanzado con la parcelación […] Muy diferente a lo que se planteaba respecto a la hipótesis de que se habría sacrificado el campo por la industrialización, aquí lo que vemos es que todo el discurso es a la inversa: no va a haber un desarrollo industrial urbano moderno sino es concomitante con la agricultura. Yo diría que todo ese plan del Frente Popular y gobiernos radicales -hasta Juan Antonio Ríos- fue decisivo, algo se alcanzó a hacer, pero si se hubiese podido otro cuento habría sido, otra habría sido la historia de Chile.
Toda esta fuerza social campesina, desde las primeras luchas que se describen en el libro hasta los procesos en alianza con el Estado, con este nuevo régimen, desembocan finalmente en el proceso de sindicalización campesina, el último asalto tendiente a esta lógica que usted indica, que sería instalar al campesinado como un sujeto político en condiciones para estar dentro del Estado en mejor forma, con más derechos. La sindicalización campesina más que una ley que se le ocurre a un grupo político tiene que ver con este fondo histórico, más largo, que está lleno de pequeñas y grandes organizaciones y que en el tiempo se fueron estructurando para construir un Estado que considerara al agro como un sujeto en propiedad, ¿Podemos decir entonces que las sindicalización es un producto de este proceso histórico más que una cuestión particular, la conclusión de su larga marcha?
Cuando hablamos de sindicalización campesina hablamos de la izquierda en el Frente Popular, no de los gobiernos radicales propiamente tal. El ejecutivo -que eran los gobiernos radicales- siempre estuvieron en una posición muy temerosa de la derecha y lo que hicieron lo trataban de hacer sin que la derecha se encabritara, teniendo claro que había un otro tremendo, todo lo que hacía el ejecutivo lo hacía dejando tranquila a la derecha, en la medida de lo posible, y viendo lo que se podía hacer de forma medio escondida o que no se dieran cuenta, pero la izquierda en el Frente Popular hay que separarla, hay que diferenciarla.
La izquierda del Frente Popular se comprometió con la sindicalización campesina porque, primero que nada, se reconoció como un derecho, como parte del código del trabajo, como parte de la clase trabajadora que, a través de la sindicalización, podría superar su condición colonial, de servidumbre colonial, prácticamente la sindicalización les otorgaba un cuerpo fuerte, único, con una sola unidad que era poder, entonces la izquierda se comprometió -en primer lugar- con eso, insertándola en lo que eran las relaciones laborales y, a la fuerza obrera, tal como se vivía en las ciudades; pero el otro compromiso que tiene la izquierda con la sindicalización es que eso permite establecer la unidad obrero campesina, la unidad obrero campesina se podía establecer a través de estas orgánicas estables, que se podían confederar en poderes. Esta unidad era no solamente para darle más fuerza al movimiento obrero propiamente tal o al movimiento campesino propiamente tal, sino que también para sustraer al campesinado de la política discrecional y única y particular de un patrón de fundo, en términos de que el sindicato que está unido al sindicato obrero, es un poder externo a la Hacienda, entonces es una forma de sustraer al campesinado del poder único, unívoco y total del patrón y por eso la izquierda se compromete con esta alternativa, porque era muy dramático lo que estaba pasando con los despojos y porque también la izquierda le quiso dar un poco de tranquilidad al gobierno, que había recién tomado el poder, que estaba viviendo un terremoto y quiso hacer una tregua mientras se veía que se iba a hacer con el campo. A los pocos meses, la izquierda siguió en su línea de fomentar la sindicalización y luchar por la sindicalización campesina, hasta que se logra, se negocia con González Videla como condición del PC para apoyarlo y apenas asume la legaliza, pero inmediatamente la transforma en una ley que la neutraliza y la transforma en la nada misma. Hay una traición de González Videla respecto del pacto que le permite ganar el poder en ese momento. Yo diría que la izquierda tiene ese afán, no podría decir si es un afán desarrollista, pero sí es un afán modernizante en el sentido de que se busca que el campesinado entre a una relación capitalista, con todo lo que significa la posibilidad de transformarse en un sujeto con la plenitud de su poder y de su fuerza y de su nombre y de su discurso como fuerza social.
Esta es una pregunta que no se le debe hacer a una historiadora, pero considerando que hoy se está hablando fuertemente de la clausura del modelo neoliberal, que en la agricultura ha sido funesto para países como Chile, sabemos lo que ha ocurrido por los modelos extensivos de explotación de la tierra, con monocultivos y especies introducidas para generar mayor beneficio económico. En ese sentido se está planteando el neodesarrollismo, un desarrollismo de nuevo tipo que reinventa la relación, de alguna manera, con el campesinado y una nueva manera de explotar la tierra, ¿hay lecciones que sacar de esta historia del siglo XX, por ejemplo revitalizar las cooperativas o tal vez las colonias agrícolas, no sé si la Caja de colonización propiamente tal, pero una forma de hacer agricultura más sustentable que cierre este régimen tan destructivo para la naturaleza que tenemos hoy?
Sí, esa pregunta es súper importante y es uno de los objetivos también del libro, mostrar que ahí está realmente la posibilidad de generar un nuevo pacto entre al mundo agrario y al resto de la comunidad chilena y del Estado mismo, representada a través del Estado. Hoy día a mí me preocupa mucho que no se hable de la tierra, no se habla ni en los programas constituyentes, se habla del agua no más, pero de la tierra no se habla y resulta que está el campesinado abandonado, pequeños propietarios abandonados o sin un Plan Agrario propiamente tal. En este sentido, creo que el Plan Agrario de la época de Juan Antonio Ríos está totalmente vigente, o sea, hay que dividir el territorio en zonas donde se pueda abordar con el Estado. Bueno, Indap tiene un protagonismo todavía, es bastante importante Indap para algunos campesinos y que -a lo mejor- tiene herramientas, no sé, la heredera de la Caja fue la Cora (Corporación de Reforma Agraria), no sé qué pasó finalmente con la Cora, pero lo que se escucha es más bien el protagonismo de Indap. Cualquiera que sea el instrumento del Estado debiera ser un fomento de las cooperativas, un fomento de la colonización nacional, un fomento de los planes agrícolas regionales, el cuidado del agua, en fin, todo el apoyo.
Pasa que la palabra desarrollismo está un poco cargada de una época, pero sí debe haber una economía agraria sustentable con participación del Estado y de la comunidad territorial, que no solamente sean los campesinos, también los estudiantes. Ya no hay trabajos de verano en los campos, antes eran súper importante los trabajos de verano con las universidades, también es importante la gente de la misma ciudad y la conformación de mercados que den salida a estos productos. En fin, creo que la enseñanza, el aporte del Frente Popular en todo el campo de su proyecto agrario está en suspenso y que puede ser implementado con una Reforma Agraria que esté en función de esos objetivos, que son objetivos de fomento cooperativo, no quizás una Reforma Agraria como la que ya se hizo, pero reformas en el sentido territorial, que de alguna manera permitan una integración a la economía, la prosperidad familiar de muchos campesinos y campesinas y que realmente integren también -como en la utopía de Tomás Moro- la ciudad y el campo. Los pueblos y las ciudades pequeñas o medianas, como Valdivia, a los campos aledaños, generando todo un intercambio nutritivo de saberes y de productos entre estos ámbitos.
Yo siento que tenemos que instalar el tema de la tierra nuevamente, en la Constitución, en el debate. No se sabe mucho qué ha pasado en el sur, claro, hay estas mega forestales, esta agricultura de exportación y también están las parcelas de agrado, todo eso de alguna manera tiene que ser mapeado nuevamente, tiene que ser visto, analizado, tiene que ser tomado como parte de nuestra vida como nación, entonces, el protagonismo del Estado en relación a la tierra tiene que ser una nueva faceta de este periodo. Ahí, en la época del Frente Popular hay muchísimas enseñanzas
Pongo el término desarrollismo porque así lo señalan en la academia y la política, pero no necesariamente tiene que ser ese concepto, no es que esté de acuerdo, hay vacíos que tienen que ver con la tierra y con la gente que la ocupa, hay que preguntar a esos sujetos por su presente y su futuro.
Escuché decenas de programas de constituyentes invitados y nadie tenía ninguna propuesta para el tema de la tierra, nadie, es como un tema tabú, está el trauma -en el inconsciente de Chile- de una reforma agraria que los que más la han aprovechado han sido ellos mismos (la derecha).